
Nuevo año, nuevos espacios: el arte como refugio y comunidad en Ecuador
Gestores culturales apuestan, desde sus espacios, por el arte como motor de vida. Estas iniciativas se han sido un abrigo
EXPRESO conversó con cuatro gestores culturales de Guayaquil y Samborondón (Guayas): Adriana Félix, Rommy Meller, María Cecilia Sánchez y Abdón Segovia. Ellos han dedicado años de su vida a la danza, la literatura, el teatro y la acuarela respectivamente.
Desde sus experiencias, comparten sueños cumplidos, desafíos persistentes y una misma convicción: el corazón del país late en los espacios culturales que nacen, resisten y florecen en las ciudades, allí donde el arte transforma, acompaña y da sentido a la vida.
Anhelan que en el país se abran más espacios para visibilizar y difundir las diversas manifestaciones culturales que hoy se gestan. Su mayor deseo es que el arte convoque, incluya y haga que todos se sientan parte de una misma comunidad.
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Clases de danza

“La cultura y el arte, con el alma”
Desde pequeña, Adriana Félix se ha involucrado en el mundo artístico de la danza. El amor por este arte y la enseñanza la llevó a crear Andanzas hace 16 años, en Guayaquil. Ahora, esta bailarina es la directora y fundadora de esta escuela y compañía de danza.
Para Félix, a pesar de que “el mundo cultural en Guayaquil es fluctuante”, ha podido ver cómo la cultura y el arte acompaña el alma del ser humano. Es por eso por lo que los padres buscan que sus hijas cultiven este arte, piensa.
Actualmente, la firma tiene tres sucursales en Los Ceibos, en Vía a la Costa (en Guayaquil) y en Samborondón.
A sus 40 años, esta bailarina ha apreciado cómo las niñas, adolescentes y adultas gustan de practicar esta manifestación artística. En su escuela, las mujeres estudian danza a partir de los dos años. A esa edad, reciben hasta tres horas de clases semanales.
Adriana Félix
Luego, a los siete u ocho años, las niñas estudian entre cuatro a seis horas; pero cuando son jóvenes y están en un nivel preprofesional, entrenan entre ocho y once horas a la semana. Varias de ellas son campeonas de eventos internacionales; los logros están plasmados en trofeos que pueden ser apreciados en los salones y en la recepción.
Esto llena de orgullo a la maestra Félix, ya que, en 15 años -de los 16 que tiene de creada-, Andanzas ha podido representar al país en diferentes torneos de flamenco, tap, jazz, hip-hop. Las niñas compiten a partir de los seis años.
No solo eso procura hacer Andanzas, sino que planifica que sus estudiantes, a partir de los 10 años, tomen clases en otros países, como EE. UU. y Argentina. “Regresan con una visión totalmente diferente de la danza”. Esto, a su criterio, permite que las estudiantes no solo se enfoquen en las competencias, sino que “no pierdan el sentido real que motiva a aprender más: el amor a la danza, al arte”.
Y justamente eso motivó a Maritza Tello a inscribir a su hija de dos años en clases de danza. “Quiero que crezca rodeada de arte, que aprenda a expresarse, a sentir y a disfrutar cada movimiento; este es mi regalo para ella”, expresa.
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Talleres de literatura

“Somos parte de la misma tribu”
El amor a la literatura empezó en el colegio. La crítica literaria Cecilia Ansaldo fue maestra de Rommy Meller, en el Colegio Alemán Humboldt de Guayaquil, cuando ella tenía 12 años. A su juicio, dice, “ella fue la razón por la cual yo me enamoré de la literatura”. Esta emoción hizo que, muchos años después de la colegiatura, ambas crearan Estación Libro Abierto, un espacio para la lectura crítica en Samborondón (Guayas).
Todo empezó, recuerda Moellers, cuando, ante la ausencia de un espacio para que Ansaldo siga dictando sus cursos literarios –en estos talleres, ella volvió a conectarse con la lectura, tras haber dejado la lectura luego de casarse y de ser madre-, le propuso crear un lugar propio, pero en el vecino cantón de Guayaquil. La maestra aceptó. Desde allí, varias mujeres se reúnen todos los martes en la mañana, en una sala, a escudriñar la narrativa contemporánea.
Además, también se reúnen los miércoles; ese día, en cambio, se dictan cursos monográficos; allí, leen libros de acuerdo con una época o a una temática. Estación de Libro Abierto ya tiene 15 años y sus lectoras, al año, leen entre 10 y 12 libros.
Rommy Meller
A partir de la lectura, opina, la gente puede cambiar el chip para siempre, ya que la conversación cambia, es diferente y hace que sea imposible no sentir interés por dialogar con una persona que puede sostener diálogos de todo tipo y con una mente muy abierta. Es por esto por lo que cree que todas las aristas de la sociedad deben incentivar e impulsar la lectura en las nuevas generaciones.
A Moellers, quien es abogada, la enorgullece lo que están haciendo desde este espacio porque las talleristas invitan a sus amigas para que también sean parte del grupo, evidenciando que tienen una buena acogida. “La mayoría de ellas tienen muchos años viniendo; hoy en día, somos parte del mismo gremio lector, de la misma tribu lectora, estudiosa, curiosa. ¿Cómo no voy yo a creer que eso es una gran contribución?”, dice sonriendo.
“Cada cual pone su grano de arena, nosotros, creo que estamos por buen camino”, sostiene Moellers.
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Fomento del teatro

“Lo importante es que se sientan parte de un espacio”
Educar es liberar, este es el lema de la Fundación Sánchez Aguilar. Esta organización sin fines de lucro tiene más de 30 años en el país y eso buscan desde uno de sus últimos proyectos: formar jóvenes en teatro musical.
En 2022, la Fundación creó la Escuela de Artes Escénicas, el cual está a lado derecho del Teatro Sánchez Aguilar. Allí, niños y adolescentes se forman en interpretación, canto y baile, para musicales, de acuerdo con la metodología de la Escuela Internacional de Artes Escénicas Jana, que tiene su sede en Madrid, España, menciona María Cecilia Sánchez, directora ejecutiva de la Fundación Sánchez Aguilar. La firma hizo un convenio con la franquicia española.
María Cecilia Sánchez
Sánchez afirma que lo que buscan es “sacar lo mejor de cada niño, que se sientan que somos una familia, que son parte de algo, que pertenecen a un espacio, a un grupo que los quiere y los acepta”. Además, lo primordial, dice, es que cada uno de ellos tengan la oportunidad de crear y desarrollar sus personalidades, su seguridad persona y la empatía, más allá de que se conviertan en artistas. ¿Por qué?
Porque a través de estos espacios adquieren habilidades que los ayudarán en su vida social, educativa, como profesional, para los jóvenes de hasta 26 años que también participan. Es por eso por lo que el próximo año, se abrirán talleres para adultos hasta los 35 años, porque cuando “se está expuesto al teatro, uno cambia la manera de ver las cosas, de percibirlas y de enfrentarlas, por eso hay que valorar la cultura”.
Pero no solo desde este ámbito trabaja la Fundación, también buscan que el teatro sea parte de la vida de los menores, por lo que invitan a colegios, dice Sánchez, para que asistan. “Solo así vamos a ver personas más libres”.
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Impulso a la acuarela

“Al pintar se permite conectar con sus emociones”
Guayaquil se caracteriza por ser una ciudad que está rodeada de agua y ese elemento (el agua) es lo que también distingue a la acuarela, expresa el pintor y dibujante guayaquileño Abdón Segovia. Durante 26 años se ha desenvuelto en esta técnica del arte plástico.
Pero este conocimiento no ha querido quedárselo para él, sino que gusta impartirlo a sus estudiantes. Actualmente, lo hace desde la Academia Arte Total, ubicada en la décima etapa de La Alborada, en el norte de la urbe porteña.
Una de sus estudiantes es Sara María Garaycoa. A ella le encanta ir a sus clases de acuarela, sobre todo porque le queda cerca de su domicilio. Es por eso que va seguido, confiesa.
Abdón Segovia
Garaycoa comenta que ella fue rectora de un colegio de la ciudad y debido a su agenda no podía dedicarse a pintar; pero ahora que está jubilada, consagra su tiempo a desarrollar este arte. Lo que más le gusta es que al concentrarse en pintar, se conecta con sus emociones. “Ahora que tengo más tiempo me he dedicado a dibujar y a pintar”. Ella con sus compañeras han descubierto nuevas habilidades; aseguran que se sienten completas.
Y es que en cada módulo la dificultad va convirtiéndose en un reto. En una clase, Segovia les enseña a a dominar diferentes métodos de la acuarela, como la técnica de húmedo sobre húmedo (pintan sobre cartulina empapada). Al finalizar el año, sus trabajos son expuestos.
“Esa exposición me ha dado alegría, porque varios alumnos no solo han experimentado la sensación de exponer un trabajo, sino también que sean vendidos, en un medio donde es difícil hacerlo”. Para Segovia, el que la gente se involucre en actividades artística permite que el mercado se dinamice al comprar materiales para crear arte.
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