
La ciudad desde arriba: el potencial oculto de las terrazas en Guayaquil
Muchas viven entre el descuido y el turismo. Los habitantes exigen más miradores para disfrutar de la ciudad sin ruido
La vista: ese es el detalle que lo cambia todo. Lo más alto de las edificaciones de Guayaquil atrae a muchos ciudadanos. Sin embargo, no todos aprovechan esas alturas abiertas al público.
No es el caso de Daniel Febres-Cordero, fundador del bar Juliana, ubicado en la terraza del Museo del Cacao, en el centro de la urbe. Para el empresario, “una de las cosas más lindas que tiene Juliana es la vista de la ciudad, el cerro Santa Ana”.
Quien visita este bar puede disfrutar del paisaje tanto dentro como fuera del local. La pared de la barra es de vidrio, lo que permite que si el comensal prefiere sentarse adentro, siga contemplando la panorámica. Esa fue la intención al diseñarla. “Esa experiencia es lo que nos diferencia de otras firmas”, sostiene.
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Ricardo Pozo,
¿Estos sitios gustan a la ciudadanía?
Ahora que las noches son frías y corre viento, asegura que la clientela prefiere la terraza. Además, ese rincón se ha convertido, sin proponérselo, en un spot instagrameable y en un atractivo turístico.
Estos ambientes no solo sirven para recrearse, sino también para enfocarse, desarrollar ideas, relajarse y tomar mejores decisiones, opina Milena Gordón, estudiante de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG). Ella prefiere la zona abierta del primer piso de la Facultad de Arquitectura para realizar sus trabajos académicos.
En ese nivel, la facultad ha colocado mesas y sillas para que los alumnos trabajen. A su alrededor se observan las copas de los árboles y se está adecuando un jardín en la entrada. Gordón lo disfruta porque su mirada se recrea con la naturaleza. “El entorno que se percibe es mejor”, afirma.
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Las terrazas de la UArtes
“Inspira sentir la brisa y divisar más el cielo”, manifiesta Víctor Rosero, alumno de la Universidad de las Artes (UArtes). Él suele subir a la terraza de la biblioteca de la universidad para leer, estudiar y crear sus obras. Como artista visual, dice que evitar las distracciones es fundamental. En su opinión, estos rincones deberían ser más difundidos para que la ciudadanía disfrute de Guayaquil desde lo alto.
Aunque algunos ya los aprovechan, Casey Villamar, estudiante de la UCSG, considera que si en la ciudad se habilitaran más azoteas para la convivencia, serían espacios muy concurridos. “Reunirse con amigos en lo alto de un edificio para hacer actividades sería otra experiencia, diferente a las habituales”, señala.
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Malena Goya,
¿La ciudadanía en general puede acceder a las terrazas de la UArtes?
Sí; actualmente, las terrazas de los edificios de la UArtes están abiertas no solo para el alumnado, sino también para la ciudadanía, comenta Isaac Bajaña, del área administrativa de la biblioteca. “Las personas, cuando acceden, se quedan fascinadas por la vista”. Desde allí se puede observar tanto el río Guayas como las cúpulas del Palacio Municipal. Nada del ruido urbano llega hasta el cuarto piso.
Malena Goya, encargada de la programación de MZ14, explica que la terraza de este edificio, ubicado en la avenida 9 de Octubre, se utiliza para diversas actividades artísticas. A esa altura, dice, el público aprecia mejor los contenidos, con la ciudad de fondo.
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Tanya Donoso,
Sin embargo, a criterio de Ricardo Pozo, coordinador del Observatorio Urbano y Territorial de la UCSG, en Guayaquil hay un desaprovechamiento de las azoteas, ya que muchas se destinan únicamente a equipos de aire acondicionado. Darles otros usos, afirma, mejoraría la calidad de vida de sus habitantes.
Sobre todo se debería incentivar el aprovechamiento en edificaciones con valor histórico o patrimonial, pues eso les daría una nueva relevancia en la forma de concebir la ciudad, señala Tanya Donoso, arquitecta y docente de la Universidad de Guayaquil. Pero para ello, el Municipio debe crear regulaciones específicas.
También se requieren incentivos, agrega Pozo, para incrementar las áreas verdes en las terrazas y así optimizar el uso del suelo, generando un impacto positivo tanto en los usuarios como en la purificación del aire. Lo único que habría que cuidar es no invadir la privacidad de los vecinos, advierte.
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