Desnutrición
Docentes de la carrera de Gastronomía aplicaron un plan de dieta balanceada y talleres de nutrición en la comunidad vulnerable.Cortesía

Niños de la Isla Trinitaria vencen la desnutrición con apoyo de la UG

Docentes, especialistas y estudiantes diseñaron un programa hiperproteico-calórico que mejoró el estado de 27 niños

La desnutrición infantil constituye uno de los principales problemas de salud pública en Ecuador y afecta especialmente a las comunidades más vulnerables. En sectores urbanos marginales como la Isla Trinitaria Sur, en Guayaquil, esta realidad golpea a cientos de familias, limitando el desarrollo físico, cognitivo y social de los niños en edad preescolar. Frente a este panorama, docentes investigadores de la Universidad de Guayaquil (UG) impulsaron el proyecto FCI 009, con el propósito de diseñar un plan alimentario hiperproteico-calórico que mejorara el estado nutricional de menores diagnosticados con desnutrición, en alianza con la Fundación de Asistencia Social Sra. Cleotilde Guerrero.

Un diagnóstico que reveló la urgencia

El punto de partida fue una evaluación nutricional rigurosa. Se analizaron 113 niños que asisten regularmente a la fundación, de los cuales 27 fueron seleccionados para ingresar al programa de intervención. El diagnóstico se realizó a partir de indicadores antropométricos —peso y talla— y encuestas a los padres de familia sobre hábitos alimenticios y prácticas de alimentación.

El estudio mostró que las familias consumían principalmente carbohidratos como plátano y yuca, con muy poca presencia de proteínas de origen animal y vegetales en sus dietas. Esta carencia era un factor determinante en los niveles de desnutrición detectados.

“La meta fue clara: mejorar el estado nutricional de los niños y enseñar a la comunidad a manejar de mejor manera los alimentos que ya tenían disponibles”, explica la magíster Lucía Mendoza Macías, directora del proyecto.

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Para atender la problemática, el equipo de la UG trabajó en conjunto con especialistas externos como la pediatra-nutricionista Mercedes Gordillo, la pediatra Norma Arana y la nutricionista Rebeca Sigüenza. A ellos se sumaron estudiantes de la carrera de Gastronomía y un equipo multidisciplinario comprometido con generar soluciones sostenibles.

El plan alimentario diseñado incluyó dietas semanales de cinco comidas diarias, elaboradas con productos accesibles y cercanos a la realidad de la comunidad: plátano, huevos, pollo, pescado y vegetales locales. Además, se buscó que las preparaciones fueran culturalmente aceptadas y de bajo costo.

“Se trató de dar herramientas prácticas a las madres de familia: menús sencillos, nutritivos y económicos que pudieran replicar en casa sin grandes dificultades”, señaló el docente investigador Mgtr. Fabián Zambrano Cabrera.

El proyecto también incorporó capacitaciones en manipulación y cocción de alimentos, con talleres sobre la pirámide nutricional, higiene alimentaria y la importancia de balancear carbohidratos con proteínas. Las sesiones fueron dictadas directamente a las madres y cuidadoras, lo que permitió que el conocimiento se transmitiera dentro de los hogares y a toda la comunidad.

Medición del impacto: resultados visibles

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El impacto del proyecto se evaluó de manera trimestral durante un año. Cada tres meses se realizaron mediciones de peso y talla, junto con entrevistas para identificar cambios en la dieta familiar. La mejora fue evidente: los 27 niños incluidos en el programa mostraron avances significativos, superando los grados más críticos de desnutrición y alcanzando parámetros de crecimiento más saludables.

La labor fue acompañada por las promotoras de salud de la fundación, quienes asumieron un rol fundamental en el seguimiento diario. Gracias a ellas, el plan no se quedó en la teoría, sino que se aplicó de manera constante en los hogares.

“Cuando un niño se alimenta mejor, no solo gana peso o talla, también desarrolla mayor capacidad de atención, concentración y aprendizaje. Eso repercute en toda su vida futura”, enfatiza Zambrano.

Comunidad empoderada: un aprendizaje colectivo

El valor agregado del proyecto radicó en que no solo atendió a los niños diagnosticados, sino que empoderó a las familias y a la comunidad con conocimientos prácticos y aplicables. La directora de la fundación, Marisol Castillo, junto con el técnico comunitario Jimmy Sinisterra, destacaron que las madres ahora cuentan con herramientas para preparar menús más nutritivos y aprovechar mejor los productos locales.

La formación incluyó la creación de recetas alternativas y balanceadas, que combinaban los alimentos disponibles en el sector con técnicas adecuadas de cocción. Así, se transformaron hábitos alimentarios tradicionales centrados en el exceso de carbohidratos hacia un consumo más equilibrado que incluye proteínas y vegetales.

“Transmitir el conocimiento a la comunidad fue nuestro mayor logro. Hoy las familias saben cómo manipular y combinar los alimentos de la manera correcta para mejorar la calidad de vida de sus hijos”, subraya Mendoza.

Un modelo replicable para el país

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Más allá de los resultados puntuales, el proyecto FCI 009 se consolidó como un modelo replicable para enfrentar la desnutrición infantil en otros territorios. La propuesta integra diagnóstico, diseño de menús, capacitación comunitaria y seguimiento, todo basado en un enfoque científico pero adaptado a la realidad social y económica de la comunidad.

El equipo académico plantea que esta experiencia puede extenderse a otras zonas del país con problemas similares. Además, abre la puerta a futuros proyectos de vinculación entre la Universidad de Guayaquil y fundaciones locales, fortaleciendo la relación entre investigación académica y compromiso social.

“Lo que empezó como un trabajo de investigación universitaria terminó convirtiéndose en un ejemplo de cómo la ciencia puede impactar en la vida de los más vulnerables”, concluye Zambrano.

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