
¿Un robot que detecta enfermedades en cultivos? Estudiantes de ESPOL lo hacen posible
Dos estudiantes de Mecatrónica desarrollan un rover con inteligencia artificial para detectar enfermedades en plantaciones
La agricultura ecuatoriana atraviesa un momento decisivo. Si bien constituye uno de los principales motores económicos del país, la falta de acceso a tecnologías de punta continúa siendo un obstáculo para los pequeños y medianos productores. En respuesta a esta necesidad, dos jóvenes estudiantes de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL), Jefferson Ramírez y Joshua Cobos, de la carrera de Ingeniería Mecatrónica, han desarrollado un robot autónomo potenciado con inteligencia artificial que promete marcar un antes y un después en la tecnificación del agro.
Un proyecto que ha sido probado en plantaciones
El proyecto nació como parte de sus investigaciones académicas, pero rápidamente tomó forma como una solución real para el campo. El prototipo, denominado rover agrícola, es un dron terrestre diseñado para recorrer plantaciones y detectar enfermedades en cultivos como el cacao. A través de sensores y algoritmos de IA, el robot identifica los árboles afectados y genera un informe detallado con su ubicación. “Este robot puede recorrer una finca costera y mostrar la posición de cada árbol enfermo, permitiendo al agricultor actuar a tiempo y disminuir el uso innecesario de pesticidas”, explica Cobos. Durante pruebas realizadas en la Granja Experimental Agrónoma (GEA) de ESPOL, el sistema alcanzó un 87% de precisión, un resultado alentador para un prototipo en desarrollo.
El robot agrícola ecuatoriano tiene un costo accesible
Uno de los principales atractivos del rover es su costo accesible. En el mercado internacional, equipos con características similares, como los drones DJI con inteligencia artificial embebida, superan los 14.000 dólares. El diseño de los estudiantes de ESPOL se estima en alrededor de 4.000 dólares, lo que representa apenas un tercio del precio de sus competidores. “Lo que buscamos es dar esta tecnología a pequeños, medianos y grandes agricultores, para que tengan prácticas más sostenibles y tecnifiquen el agro. Comparados con competidores internacionales, nuestros costos son significativamente menores”, señala Ramírez.
La iniciativa no se ha quedado únicamente en el laboratorio. Gracias a la colaboración de la empresa privada, los estudiantes han podido realizar acercamientos con fincas de la costa ecuatoriana, incluyendo una plantación de arándanos en Santa Elena. Allí recibieron retroalimentación directa de agrónomos y productores, lo que les permitió ajustar y perfeccionar el funcionamiento del rover. Este contacto temprano con el sector productivo ha sido clave para validar el proyecto y evidenciar su potencial de escalamiento a diferentes tipos de cultivos.

Los estudiantes buscan la difusión del proyecto
Además, los jóvenes han buscado difusión activa de su trabajo en plataformas digitales. La publicación del proyecto en LinkedIn despertó el interés de varios agricultores, especialmente cacaoteros, quienes se mostraron dispuestos a probar la tecnología una vez que esté lista para el mercado. Este nivel de receptividad confirma que existe una demanda real de soluciones innovadoras en el agro ecuatoriano, y que las nuevas generaciones están preparadas para liderar ese proceso de transformación.
El rol de la academia en el trabajo estudiantil
El papel de la academia ha sido esencial en este camino. Jefferson y Joshua reconocen el apoyo de docentes e investigadores de ESPOL, en especial el doctor Miguel Realpe, del Centro de Tecnologías de la Información y la Comunicación (CIDIS), quien los ha guiado en la aplicación práctica de sus conocimientos. “La academia es fundamental, pero siempre debe estar aterrizada a lo que ocurre en la industria”, afirma Ramírez, subrayando la importancia de vincular la formación académica con las necesidades reales del país.
Más allá de los logros técnicos, el proyecto refleja un cambio cultural dentro de la educación superior ecuatoriana: los estudiantes no solo reciben conocimientos, sino que los transforman en soluciones concretas para problemas urgentes. En un país donde la agricultura representa más del 10% del PIB y millones de empleos, la adopción de tecnologías de bajo costo como este rover agrícola podría marcar la diferencia entre el estancamiento y la competitividad global.
De cara al futuro, los estudiantes proyectan expandir las capacidades del robot para que no solo detecte enfermedades, sino que también realice tareas complementarias como fumigación dirigida y monitoreo de humedad en el suelo. Su objetivo es construir un sistema integral de apoyo al agricultor que combine eficiencia, sostenibilidad y accesibilidad económica.