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Príncipe Alberto II de Mónaco: Extender la economía oceánica

El océano es esencial para enfrentar el cambio climático, garantizar la seguridad alimentaria y sostener las economías

Durante el verano boreal se celebraron dos eventos clave -el Foro de Economía y Finanzas Azules (BEFF) en Mónaco y la tercera Conferencia de la ONU sobre los Océanos en Niza- que reforzaron un consenso creciente: proteger los océanos no es sólo un asunto ambiental, sino también político, económico y social. El desafío ahora es convertir ese acuerdo en acciones concretas y sostenidas.

El océano, que cubre más de dos tercios del planeta y concentra la mayor parte de la biosfera, es esencial para enfrentar el cambio climático, garantizar la seguridad alimentaria y sostener las economías. Sin su salud, el desarrollo sostenible será imposible. Pero proteger los ecosistemas marinos requiere inversiones mucho mayores. Para cerrar esa brecha, hay que dejar de entender la conservación como beneficencia y verla como una inversión estratégica.

La visión de una economía oceánica capaz de generar beneficios inmediatos y valor a largo plazo motivó a gobiernos, empresas, inversores y organizaciones presentes en el BEFF. El foro movilizó financiación hacia proyectos con impacto positivo mediante instrumentos como bonos azules y esquemas de financiación mixta. Fue un paso importante hacia la integración del océano en el sector financiero.

Sin embargo, los cerca de 8.700 millones de euros anunciados siguen siendo insuficientes y los compromisos aislados no garantizan inversiones sostenidas. Se necesita una estrategia que utilice capital público y filantrópico para reducir riesgos y atraer inversión privada a largo plazo.

Tres prioridades son fundamentales. La primera es crear una cartera sólida de proyectos financiables. Muchos permanecen en fase piloto por falta de capital inicial o apoyo técnico. Mónaco contribuye con el ReOcean Fund, que ha recaudado 73 millones de dólares para invertir en tecnologías que restauran ecosistemas o descarbonizan el transporte marítimo. Pero gobiernos y bancos de desarrollo deben liderar la creación de condiciones que hagan estos proyectos atractivos para el sector privado.

La segunda prioridad es generar marcos propicios para la inversión. Sectores como la pesca, el transporte marítimo y el turismo necesitan metas claras de descarbonización e impacto positivo. Los gobiernos deben establecer regulaciones efectivas y eliminar subsidios perjudiciales, redirigiendo esos recursos hacia proyectos sostenibles. La entrada en vigor del acuerdo de la OMC sobre subsidios a la pesca supone un avance relevante.

Los bancos públicos de desarrollo también deben reforzar la confianza inversora. Más de veinte de ellos apoyaron en el BEFF una declaración para incrementar la financiación oceánica y alinear sus carteras con una economía azul regenerativa. Ahora deben llevar esos compromisos a la práctica.

Finalmente, todos los flujos financieros deben alinearse con los objetivos climáticos, de biodiversidad y equidad. Los gobiernos deben integrar externalidades ambientales en sus presupuestos, y los actores financieros crear métricas claras que orienten las inversiones y eviten el ecopostureo.

La economía azul avanza, pero el impulso logrado debe transformarse en una estrategia coherente para la próxima década.