
¿Qué es el Chagas y por qué sigue siendo un problema en Ecuador?
Expertos de la PUCE advierten que el país aún no dimensiona la magnitud del Chagas, enfermedad que puede incubarse 20 años
La enfermedad de Chagas continúa siendo una de las amenazas de salud pública más desatendidas en Ecuador. Aunque su presencia en provincias como Loja, Manabí y la Amazonía se conoce desde hace décadas, la falta de diagnósticos oportunos y de campañas sostenidas de prevención mantiene en riesgo a miles de ecuatorianos. Expertos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) advierten que el país aún no dimensiona la magnitud del problema.
“Se estima que alrededor de 200.000 a 230.000 personas podrían estar infectadas, pero no existe un número fidedigno porque los diagnósticos son complejos y muchos casos permanecen invisibles durante años”, explica Jaime Costales Cordero, director del Centro de Investigación para la Salud en América Latina (CISeAL) e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).
El científico recuerda que los triatominos o “chinchorros”, insectos que transmiten el parásito Trypanosoma cruzi, están presentes en 20 de las 24 provincias del país, en áreas por debajo de los 2.000 metros de altitud.
Una enfermedad olvidada y silenciosa
La característica más peligrosa del Chagas es que puede permanecer latente por más de una década sin síntomas evidentes. “La forma de transmisión no es por la picadura, como ocurre con el dengue o la malaria, sino por el contacto con las heces del insecto. Muchas personas conviven con la enfermedad durante 15 o 20 años y recién entonces aparecen daños irreversibles en el corazón o el sistema digestivo”, advierte la bióloga Anita Villacís, investigadora de la PUCE.
Ambos expertos coinciden en que la invisibilidad de la dolencia explica por qué las autoridades y la población no le otorgan la misma atención que a otras emergencias sanitarias. “En muchos casos, se habla de muerte súbita por problemas cardíacos, pero detrás está la enfermedad de Chagas”, señala Costales.
Prevención, educación y vivienda: las claves
La PUCE lleva más de dos décadas trabajando en proyectos de prevención comunitaria. Se han desarrollado campañas educativas, materiales didácticos y hasta videojuegos para que niños y jóvenes aprendan a identificar al insecto y los riesgos asociados.
“Lo fundamental es que la gente sepa reconocer al vector, que no lo confunda con una cucaracha. La limpieza diaria de los hogares y el cambio periódico de los nidos de gallinas son prácticas sencillas que ayudan a reducir la presencia de los insectos”, agrega Villacís.
En paralelo, el CISeAL ha implementado proyectos piloto de mejoramiento de vivienda en comunidades rurales de Loja y Manabí. Casas con paredes enlucidas, mallas y diseños adaptados a los materiales locales han demostrado ser más seguras frente al ingreso de los chinchorros.
Sin embargo, la falta de financiamiento limita la posibilidad de replicar estas iniciativas a gran escala.
Cooperación internacional y desafíos pendientes
Las alianzas con instituciones internacionales han permitido fortalecer la investigación. La PUCE mantiene vínculos con la Universidad de Ohio, Harvard y universidades de Reino Unido, lo que ha posibilitado avances en estudios entomológicos, transmisión congénita y calidad en bancos de sangre.
No obstante, los desafíos persisten. “El control de vectores y la mejora de viviendas es mucho más costoso y difícil de implementar a nivel nacional. Ahí radica nuestro mayor reto”, reconoce Costales. Villasís, por su parte, hace un llamado a incluir las enfermedades tropicales en los currículos escolares y a motivar a los jóvenes a involucrarse en la investigación.
“Es una enfermedad silenciosa, pero puede matar a muchas personas si no se toman medidas. La prevención comunitaria y la educación son nuestras mejores armas”, concluye.