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Nunca es tarde para encontrar nuevos interesesFREEPIK

Volver a empezar: el valor de redescubrirse en la madurez

Encontrar intereses en la adultez es posible y necesario: estimula la mente, fortalece vínculos y da sentido al presente

Con el paso del tiempo, el mundo de los adultos mayores suele volverse más pequeño: ya no están los compañeros de oficina, las mamás del colegio, los amigos o familiares, y muchos hijos o nietos se mudan al extranjero. Esa reducción del entorno hace que los espacios de encuentro y actividades compartidas cobren un valor aún mayor en la madurez.

Estar en casa tras una vida activa y productiva, muchas veces a raíz de la jubilación, puede generar sentimientos de soledad o abandono. Sin embargo, cada vez más personas encuentran en las actividades de ocio una oportunidad para conectarse con otros, estimularse y darle un nuevo sentido a esta etapa.

Factores sociales, como la pérdida de referentes cotidianos, y emocionales, como los duelos, pueden afectar seriamente la salud cognitiva. Por eso es clave fomentar actividades que promuevan el bienestar integral de las personas mayores.

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Camila Valdiviezo Grimmer, licenciada y máster en Gerontología Social, con estudios en la Universidad del Norte de Texas y la Universidad de Granada, subraya la importancia de escuchar a los adultos mayores antes de proponerles actividades. 

“Es el derecho que tienen de decidir por sí mismos. Pero también es importante detectar señales, como un posible retraimiento social que puede ser perjudicial. En esos casos, lo que más necesitan es motivación y apoyo, especialmente de sus hijos”, afirma.

Camila también sugiere que el redescubrimiento empiece incluso antes. “Desde los 40 años ya podríamos explorar intereses más allá del trabajo. Se trata de reconocer qué te gusta, qué te mueve, y darte permiso para probarlo, aunque no tenga un fin productivo. Tal vez siempre te gustó el canto, pero nunca lo intentaste. Hoy puedes hacerlo simplemente porque te hace bien”.

Pequeños juegos, grandes beneficios

En una sociedad que privilegia la productividad, tomarse un tiempo para jugar, crear o experimentar puede parecer fuera de lugar. Sin embargo, Camila rescata con admiración las historias de muchos adultos mayores: “Me impresiona saber que fueron fiscales, empresarias, líderes en su momento. No han estado siempre en casa. Hoy, con 70 u 80 años, quieren por fin dedicarse a sí mismas, incluso en algo que podría parecer trivial, como unas clases de baile. Y eso también es valioso”.

Advierte que muchas veces, las actividades cognitivas se esconden detrás de lo lúdico. “Bailar, pintar, leer o escuchar música no solo alimentan el alma y estimulan la creatividad, también ejercitan funciones cognitivas como la memoria, la atención, el lenguaje y el pensamiento. Son actividades que, aunque parezcan solo arte o disfrute, en realidad fortalecen la mente”, afirma Camila.

Aunque lo ideal es que los adultos mayores cuenten con espacios fuera del hogar para socializar y recibir acompañamiento especializado, en casa también pueden realizarse actividades muy enriquecedoras. Juegos simples no solo entretienen: estimulan la coordinación, la percepción espacial, la memoria y la concentración. “Doblar una hoja, ubicar esquinas, seguir indicaciones… todo eso ejercita el cuerpo y la mente de forma sutil pero poderosa”, dice Camila. Incluso tareas como rasgar papel o tomar objetos pequeños con pinzas ayudan a mantener activa la motricidad fina.

También se pueden realizar ejercicios de memoria con objetos cotidianos. Por ejemplo, mostrar algunos utensilios de cocina, cubrirlos con una servilleta y luego pedir que los recuerden. Lo más valioso es hacer estas actividades juntos, sin jerarquías. No se trata solo de guiar, sino de compartir: cuando hijos o nietos también participan, el momento se transforma en una experiencia de conexión, afecto y aprendizaje mutuo.

Sobre el uso de la tecnología, Camila es clara: “No es lo mismo hacer una sopa de letras en una tablet que usar uno de esos libros clásicos. La tecnología puede complementar, pero no debe reemplazar el contacto humano. A veces puede volverse una experiencia muy solitaria, y eso también hay que considerarlo”.

Envejecer no significa apagarse, sino transformarse. Acompañar desde el respeto, el cariño y la presencia activa puede marcar una gran diferencia en la vida de quienes nos abrieron camino. Porque nunca es tarde para volver a empezar.

Rafaela Morey de Ordóñez revalora la vida en cada etapa

Acaba de celebrar sus 80 años hace apenas unos meses. Rafaela aporta con entusiasmo a su comunidad colaborando en un grupo de adultos mayores desde hace un par de años. El grupo está formado por 15 personas, en su mayoría mujeres, cuyas edades oscilan entre los 60 y los 93 años.

Al principio, Rafaela participaba como una más, pero con el tiempo sintió el deseo de asumir un rol más activo y tomó la batuta con objetivos muy claros. “El grupo se llama Recrear, porque buscamos recrear y revalorar esta etapa de la vida, tanto en el entorno familiar como en el interior de cada persona. Queremos que los participantes redescubran su valor y encuentren una nueva mirada sobre esta etapa, ya sean abuelas, viudas, divorciadas o separadas”, explica con convicción.

Grupo de adultos mayores Recrear
Rafaela junto a las señoras del grupo RecrearCortesía

“A menudo los adultos mayores somos un poco malgenio e intransigentes, así que hay que saber tratarnos… y tener mucha paciencia”, comenta Rafaela con un guiño cómplice. Aun así, anima a quienes desean compartir tiempo con personas mayores a no rendirse en el intento: “Vale la pena. Solo hay que encontrar temas que nos interesen a ambos, algo en común para conectar”.

En su grupo, las actividades son tan variadas como enriquecedoras. Disfrutan montando pequeñas obras de teatro que incluyen baile y recitación, y también exploran la pintura como una forma de expresión y disfrute. Pero no todo queda en lo artístico: también abordan el cuidado personal, con clases de maquillaje y consejos sobre cómo arreglarse mejor.

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“En la plenitud de estos años, a veces el amor propio se va quedando en segundo plano… por eso tratamos de recuperarlo, de recordarnos lo valiosas que seguimos siendo”, dice Rafaela con ternura.

En ocasiones, incluso invitan a un terapista para aprender detalles prácticos que marcan la diferencia en la vida diaria. “Ya a esta edad, hay que aprender hasta cómo levantarse de una silla o de la cama sin lastimarse”, señala con naturalidad.

Este espacio no solo entretiene: invita a mirar hacia atrás con aceptación y hacia adelante con esperanza. “Aquí reflexionamos sobre lo que hicimos, lo que nos faltó por hacer… y, sobre todo, lo que aún estamos a tiempo de lograr”, resume Rafaela. Porque el aprendizaje, como la vida, no se detiene con los años.

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