banano
Desde el 2019 se vienen dando talleres de cómo proteger a un cultivo del Fusarium Raza 4 Tropical, pese a ello no todos lo aplican.Cortesía/ Ministerio de Agricultura

Blindarse del Fusarium cuesta hasta 0,60 de dólares por caja de banano

Experto advierte que 100 hectáreas de musáceas se pueden perder en 4 meses si no se actúa. El control debe ser continuo

No es un muro de concreto ni un traje hermético. Blindarse del Fusarium Raza 4 Tropical (R4T) es una suma de rutinas diarias, gastos pequeños pero constantes y una disciplina que no admite pausas. En el papel, la bioseguridad parece manejable. En el campo, especialmente para el pequeño productor, se convierte en una carrera cuesta arriba, y cada gremio habla de un costo variable que oscila entre 0,25 y 0,60 dólares por cada caja de fruta.

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Franklin Torres, presidente de la Federación Nacional de Productores Bananeros del Ecuador, lo resume sin rodeos: proteger una finca implica cerramiento total, una sola entrada con puntos de desinfección, herramientas exclusivas por finca, aplicación de microorganismos benéficos y vigilancia permanente ante cualquier planta sospechosa. Todo eso cuesta entre 0,40 y 0,60 dólares por caja de banano, dependiendo de la productividad. Pero, el problema no es solo el monto, sino la constancia.

En cifras más concretas, Segundo Solano, presidente de la Asociación de Bananeros Orenses, calcula que un pequeño productor necesita entre 500 y 1.500 dólares para intentar implementar medidas preventivas básicas. “Intentar”, subraya. En tanto, la Asociación de Productores y Trabajadores Bananeros (Asoprotraban) estima un gasto de 0,25 a 0,35 dólares por caja.

Pero no todos saben cómo hacerlo y, además, el dinero se agota rápido cuando los insumos deben comprarse de forma recurrente, destaca Solano. Insiste en que existe una falta de conocimiento entre los pequeños productores sobre cómo blindarse frente al hongo.

El problema es aún mayor si se observa el nivel real de cumplimiento. En Ecuador, el porcentaje de aplicación efectiva de la bioseguridad es bajo. Torres dijo a Diario EXPRESO que apenas llega al 10 %. Otros gremios consideran que es incluso menor. Desde el sector exportador, José Antonio Hidalgo, director de la Asociación de Exportadores de Banano del Ecuador (AEBE), señala que, cuando se mide la aplicación estricta y constante entre los pequeños productores, el cumplimiento cae al 7 %.

“No es solo una limitación económica, es una brecha técnica y cultural”, señala Torres. Muchos productores creen saber más de lo que realmente saben sobre el Fusarium. Para los pequeños, mantener estas medidas en el tiempo resulta, en muchos casos, simplemente inviable.

Desde el campo, Iván Goottman, productor bananero y representante legal de Asoprotraban, coincide: “El productor grande, por volumen, puede sostenerlo. El pequeño invierte de sus pocos recursos y pierde liquidez”. No todos pueden construir rodaluvios; muchos se limitan al uso de botas, amonio cuaternario para el calzado, cal en guardarrayas y desinfección básica de vehículos.

“El invierno puede agravar el riesgo”, remarca Goottman. El agua moviliza el hongo y expone otra brecha estructural: los drenajes. Limpiarlos exige maquinaria pesada. Alquilar una retroexcavadora cuesta entre 40 y 50 dólares la hora, y hay zonas donde los canales no se limpian desde hace más de 15 años. “El GAD provincial de El Oro no se hace el trabajo de limpieza y drenaje. Cuando llega el invierno, nos inundamos”, denuncia. Para un pequeño productor, enfrentar una inundación es imposible sin apoyo estatal.

A esto se suma una crítica recurrente: la reacción tardía de las autoridades. Franklin Torres habla de pasividad institucional y de un relajamiento innecesario antes de la confirmación oficial del R4T. “Comprar todo lo necesario se puede hacer al inicio, pero luego se vuelve insostenible”, insiste. Por eso plantea una solución estructural: la creación de laboratorios de microorganismos en cada cantón bananero, con respaldo de instituciones como el INIAP, la Espol y las universidades, para abaratar costos y garantizar insumos realmente funcionales.

Sin embargo, Hidalgo defiende que en Ecuador no se ha improvisado y había que esperar los resultados de los exámenes de los laboratorios internacionales. Recuerda que el país activó un Plan Nacional de Contingencia, con cuarentenas focalizadas, cordones fitosanitarios y control de movilidad.

La experiencia de Perú puede ayudar

Desde Perú, el consultor agrícola independiente Eugenio Guerrero habla con la experiencia de quien ha visto al Fusarium Raza 4 Tropical avanzar sin pausa. El hongo está presente en ese país desde abril de 2021 y, hasta hoy, ha provocado la desaparición de unas 5.000 hectáreas de musáceas. No solo pequeños productores han sido golpeados: también fincas medianas e incluso grandes han quedado devastadas. “El Fusarium no distingue tamaño cuando no se cumple la bioseguridad”, advierte.

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Guerrero explica que, en paralelo a las pérdidas, Perú ha desarrollado ensayos de variedades y alternativas de manejo, con resultados prometedores en programas de contención. No existe una fórmula única ni un manual infalible a nivel mundial. Lo que sí está claro es que el costo de prevenir debe compararse con el de perderlo todo: una hectárea de banano perdida por el hongo equivale a entre 25.000 y 35.000 dólares.

La experiencia demuestra que, cuando las medidas fallan, el impacto puede ser fulminante: haciendas de más de 100 hectáreas han desaparecido en apenas tres o cuatro meses en otros países.

Guerrero subraya que sí es posible blindar una finca, pero no hay milagros. Si el Fusarium entra y no se actúa, la finca se pierde en pocos meses. La clave está en aislar rápidamente los focos, aplicar tratamientos de contención -en lugar de eliminar indiscriminadamente plantas- y mantener una disciplina absoluta.

Su recomendación para Ecuador es clara: ser más agresivos en los programas de bioseguridad, tanto desde el sector privado como desde el Estado. Más cercos, mayor control en las vías y menos relajamiento. “Es difícil”, reconoce, “pero no es imposible”.

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