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El expresidente prófugo, Rafael Correa, ha tratado de explicar el supuesto fraude con la tinta transferible en distintas entrevistas.
El expresidente prófugo, Rafael Correa, ha tratado de explicar el supuesto fraude con la tinta transferible en distintas entrevistas.Foto: Captura de pantalla

Rafael Correa y la tinta transferible: carne de meme en calzoncillos

Análisis| Con la teoría del fraude por transferencia de tinta, el expresidente impone a su partido el disparate obligatorio

Ecuador no se ha reído aún lo suficiente con la delirante historia de la tinta transferible. Cuando el expresidente prófugo salió con ese disparate, a pocos días de su derrota en las urnas, creíamos asistir a un arrebato momentáneo de irracionalidad que se justificaba en un párrafo mal entendido (aunque perfectamente aclarado y desmentido casi de inmediato) del informe de la misión de observadores internacionales de la OEA.

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Es bien sabido que la negación es la primera etapa del duelo. Por lo general, esa incapacidad de aceptar la realidad, que conduce harto fácilmente al desvarío, se supera a los pocos días. Pero cuando, transcurrido un mes completo, el delirio no sólo continúa sino que escala, se vuelve cada vez más elaborado y se exhibe por el mundo sin pudor, ajeno al más elemental sentido del ridículo, entonces nos encontramos ante un caso de obsesión irrefrenable de esos que hacen las delicias de ciertos guionistas. Si Sheldon Cooper, el personaje de ‘The Big Bang Theory’, inventa retorcidos argumentos pseudocientíficos para justificar sus obsesiones, Rafael Correa fantasea sobre los efectos del metabisulfito sódico para defender las suyas: comedia pura.

“Tinta transferible”, dice: el postulado contiene en sí mismo la fórmula esencial de la patraña. Porque la tinta, tal como la conoce la humanidad desde tiempos inmemoriales, no se transfiere: mancha. Y la tinta de mala calidad (la de los esferográficos baratos, por ejemplo, los de marca patito o lo que fuera) mancha más. Así que doblando papelitos para manchar sus mitades en blanco con sus mitades entintadas pretende demostrar un fraude electoral el delirante prófugo. Para ello le basta con llamar a la mancha “transferencia”, que es como decir abracadabra. 

Su gobierno solía llamar “evaluación de pertinencia académica” a los exámenes; “articulación intersectorial para la maximización de externalidades positivas” a la coordinación de políticas para obtener mejores resultados; “gestión estratégica de recursos endógenos” al aprovechamiento de lo que se tiene. En fin… Ahora él llama “transferencias” a las manchas. Pero son manchas.

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Videos en redes sociales, las pruebas de Correa

Subidos por el propio prófugo y por aquellos que le siguen la corriente porque de eso viven, los videos de papelitos doblados y manchados se han multiplicado en las redes sociales. El más divertido de esos videos, sin duda, es aquél en el que el propio Rafael Correa en calzoncillos hace una demostración fallida ante un periodista tan complaciente, tan dispuesto a dejarle desvariar a sus anchas que hasta le permite (sin oponer reparo alguno) apagar la cámara para preparar quién sabe qué clase de trampa con sus esferográficos y sus papelitos. Como si dijera: voy a demostrarle que los gatos vuelan, y apagara la cámara para colgar al suyo de la lámpara.

Pero ni así. Los gatos no vuelan: a lo sumo se cuelgan. La tinta no se transfiere: mancha. Y exiguas, tenues manchas es lo único que obtiene el delirante prófugo de sus papelitos doblados. Pálidas manchas que, comparadas con la raya original, no son capaces de engañar a nadie, como no lo fueron aquellas que se encontraron en las papeletas el día de las elecciones, según explicó la misma misión de observadores de la OEA.

Sin embargo, los correístas no paran con sus papelitos doblados y sus manchas a los que atribuyen la calidad de prueba irrefutable de un fraude. Hay videos en los que aparece una figurada papeleta electoral, con Luisa González a la izquierda y Daniel Noboa a la derecha, y anónimas manos que, sirviéndose del esferográfico barato, trazan con determinación la raya sobre el casillero respectivo (el de Luisa, claro) durante uno, dos, tres, cuatro, cinco segundos. 

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En ese lapso, la mano del video tira diez, quince, veinte rayas una sobre otra, como si tratara de tachar una patanada escrita en los márgenes de una fe de bautizo, y luego pliega la papeleta sobre un doblez previamente practicado por la mitad exacta para que los casilleros coincidan matemáticamente uno sobre otro, y de nuevo pasa la mano cinco, diez veces sobre la papeleta doblada para conseguir la tan ansiada transferencia de tinta. Porque claro, así es como vota uno: rayando la papeleta casi hasta romperla y asentando el doblez como si tratara de planchar una camisa con los puños. Pero nada: apenas una manchita. Es aquí donde entra en juego la teoría química del expresidente prófugo. 

Expresidente prófugo habla de un químico

Todo lo explica el metabisulfito sódico, pontifica Rafael Correa. Esta sustancia blanqueadora, supone él, fue impregnada de alguna manera que no explica (y que no termina de entenderse, porque el metabisulfito sódico es un polvo) en la mitad de la papeleta electoral donde figura el casillero de Luisa González. Es la acción combinada de la tinta de los esferográficos marca patito con el metabisulfito sódico la que opera el milagro de la transferencia. 

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Si este papel, dice refiriéndose a aquel en el que él mismo ha obtenido una manchita tenue, hubiera sido impregnado con esa sustancia química, las rayas que tracé sobre esta mitad habrían desaparecido por completo y se habrían transferido al otro lado. Pero claro, Rafael Correa no tiene metabisulfito sódico para demostrarlo, ni sabría cómo impregnar el papel en caso de tenerlo, o si tal cosa es posible, ya sea manualmente en su pinche papelito o en la escala industrial que se requiere para practicar un fraude, para lo cual se necesitaría una maquinaria de imprenta capaz de distribuir la sustancia en un segmento específico de la superficie de la papeleta, cosa que Rafael Correa ni siquiera sabe si existe porque Rafael Correa, básicamente, no sabe de qué carajos está hablando. 

¿El químico? Todo lo explica el metabisulfito sódico, pontifica Rafael Correa. Esta sustancia blanqueadora, supone él, fue impregnada de alguna manera que no explica.

Lo más probable es que no haya visto metabisulfito sódico en su vida y, por supuesto, no ha sometido una papeleta electoral a las pruebas de laboratorio indispensables para decir lo que está diciendo. Con respecto a las tintas, por lo menos se tomaron el trabajo de demostrar que hubo esferográficos marca patito en las mesas de votación. Pero lo del metabisulfito sódico es un total invento. 

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El expresidente prófugo, Rafael Correa, y Diego Borja, excandidato vicepresidencial de la correísta Luisa González, han mantenido un discurso para atacar a Daniel Noboa.

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Todo lo relacionado con esta denuncia de fraude electoral mediante transferencia de tinta es de una extravagancia y una ridiculez tan subida y tan grotesca, de una comicidad involuntaria tan indigna y vergonzosa, que toda ponderación se queda corta. Y para el correísmo, desde luego, es una tragedia. Porque la suma de desventuras que se han abatido sobre esa tienda política esta semana (la anunciada deserción de algunas de sus figuras, la pérdida de la vicealcaldía de Guayaquil, la vinculación del delincuente Jorge Glas en crímenes mayores a sus habituales raterías, la derrota total que el oficialismo le infligió en la Asamblea…) todo eso es nada comparado con su mayor desgracia: el al parecer irreversible extravío mental de su líder máximo.

Ya los chats extraídos del teléfono del prófugo Augusto Verduga, exconsejero de Participación Ciudadana, demostraron la incomodidad creciente de una generación de correístas con el manejo del poder en su partido. Ahora, a esa incomodidad se suma el delirio: quienes reconozcan el triunfo electoral de Daniel Noboa y renieguen de la teoría del fraude por transferencia de tinta, ha dicho Rafael Correa, son unos desleales que mejor harían en desafiliarse. En otras palabras: es la locura obligatoria, el disparate como ideología. ¿Hasta dónde están dispuestos a seguir los militantes del partido a este enajenado?

Queda la imagen (que ahora será imposible sacarnos de la cabeza cada vez que lo veamos comparecer por Zoom desde su ático) de un loquito en calzoncillos, encerrado en sus propios delirios. Carne de meme como pocos. Más patético, imposible.

AmenazaEs la locura obligatoria en la Revolución Ciudadana, el disparate como ideología. ¿Hasta dónde están dispuestos a seguir los militantes del partido a este enajenado?

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