
Entre etiquetas y estigma: la delgada línea del debate político
Los críticos al régimen están siendo etiquetados políticamente. Disentir no es incorrecto. Falta de tolerancia genera alarmas
Es una tendencia al alza aclarar “no soy correísta”. Cada día, más ciudadanos enfatizan en sus publicaciones digitales que el hecho de que ellos critiquen al régimen de turno no significa que sean opositores.
La abogada María Paulina Araujo publicó: “No todos quienes esgrimimos criterios jurídicos que no le gustan al poder de turno (…) somos, sin más, correístas”. Por su parte, María Fernanda Carrillo posteó: “El que no me guste lo que está haciendo Noboa no significa que sea correísta”. Jeremy Uzca escribió: “¿Me estás diciendo que, si no coincido en un punto con Noboa, entonces automáticamente soy correísta?”.
¿A qué se debe esta dinámica?
Que el discurso esté polarizado es un fenómeno que siempre ocurre en la política ecuatoriana cada vez que cambia de régimen, explica Héctor Yépez, director de la Escuela de Gobierno y del Centro de Arbitraje y Mediación de la Universidad Espíritu Santo. Sin embargo, el que se etiquete a las personas podría afectar, dado que muchas podrían dejar de expresarse para evitar ser vinculadas con determinada corriente u organización política.
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Alberto Feijoo
Y el problema, indica Alberto Feijoo, sociólogo y docente de la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional del Ecuador, es que no existe un espacio de legitimidad a la disidencia, sino que es rechazada, penalizada y criminalizada.
Para el experto, “esto es característico de los regímenes populistas y autoritarios mesiánicos, que los latinoamericanos buscamos siempre”.
Eso, de acuerdo con la teoría de la espiral del silencio, menciona David Aguirre, psicólogo y docente de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, llevaría a que los discursos de la minoría sean silenciados.
Eso representaría un peligro porque generaría que la participación social disminuya, o que “estas voces alternativas, en contra del discurso oficial, queden reducidas”.
¿Cuándo eso se vuelve peligroso?
El problema radicaría, subraya el psicólogo, en que cuando una voz es estigmatizada, se la excluye. ¿Por qué? Porque si no se acepta un pensamiento diferente al oficialismo en la construcción de consensos, lo que tiende a ocurrir es que se excluye a la persona que critica o cuestiona, se la margina, y en algunos casos, como se ha evidenciado en la historia, hay consecuencias políticas. Incluso desapariciones.
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David Aguirre
Por lo que no sería extraño ver que la gente ya no se exprese, pero todo dependerá de la violencia que se desarrolla desde el poder hegemónico, manifiesta Feijoo. Por esa razón, para Yépez es necesario que los debates en el país dejen de ser vistos en función de si están a favor o en contra de determinada figura política, sino por su contenido.
¿Qué recomiendan los expertos?
Además, Aguirre considera que los ciudadanos no deben pelearse entre sí, ya que precisamente ese es el objetivo de quienes están en el poder. Él recomienda reflexionar acerca de hasta qué punto nuestros planteamientos políticos nos acercan o alejan de los demás, al punto de lastimarnos.
Porque defender u oponerse al gobierno no es algo condenable, subraya Yépez, sino normal en una democracia. Y quienes están en el poder, reitera Feijoo, deben respetar esos espacios que se ven vulnerados. “La regla principal de este juego es la libertad de expresión”.
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