
¿La inseguridad llegó al campo? Los agricultores de Ecuador tienen un nuevo desafío
Ser cacaotero ahora significa también enfrentarse contra el crimen organizado. Hay amenazas y extorsiones
La provincia de Los Ríos es uno de los territorios de Ecuador que más cacao produce, pero al mismo tiempo está acorralada por la delincuencia, al punto de que sus agricultores prefieren evitar hablar del tema o incluso ser visitados en sus fincas o haciendas.
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Diario EXPRESO dialogó con productores, quienes señalaron que tienen que pagar, por lo general, a dos organizaciones criminales las denominadas vacunas.
“Ellos consiguen el WhatsApp y envían mensajes, sean notas de voz, mensajes o llamadas, y le dicen: para cuidarlo y que no le pase nada, usted tiene que dar tanto. Y cuando uno paga, viene otro y dice: ya nos enteramos que le pagan a tal banda; digamos, le dimos a Los Lobos y vienen Los Choneros. Y nos dicen que debemos pagarles $250 semanales. Usted elige: semanal o mensual”, dijo un productor que prefirió el anonimato.
Esto es adicional a la delincuencia común que enfrentan en los alrededores de sus terrenos. Por ejemplo, el robo de mazorcas, al ser un producto tan rentable para la compra y venta desde su estado casi natural, como es la pepa. Las personas deben invertir en vigilancia. “Como un tacho de cacao vale entre $40 y $65, para los ladrones es muy fácil llevarse las mazorcas en una hora”.
Los productores de cacao invierten más en seguridad
Desde la Asociación Nacional de Exportadores e Industriales de Cacao del Ecuador (Anecacao) se ha indicado que en 2024 se destinaron $25 millones para servicios de custodia y seguridad. Anecacao agrupa al 95 % de los productores que hay en el país.
En lo que va del año, han registrado 100 denuncias de extorsión y 70 robos de mercadería. Una situación que es calificada como insostenible por parte de su presidente, Iván Ontaneda. “Nos vacunan en cada etapa del proceso”, afirmó, y pide ayuda al Estado para que se pueda aprovechar la bonanza cacaotera y generar un desarrollo sostenible en la agroindustria.
“Me da una profunda pena que las personas que quieren dedicarse al cacao no puedan sostenerse por los robos y las extorsiones. Conozco del problema y hago un llamado a las autoridades para que se brinde respaldo a este sector que produce, que genera empleo; si no, pasará esta demanda y no la sabremos aprovechar”, refirió Ontaneda.
Ontaneda está preocupado por la posible filtración de información, pues asegura que en varios robos han recuperado la mercadería con ayuda de la Policía, y el mismo cargamento vuelve a ser atacado. “Y lo peor es que en esos ataques ha fallecido personal. Me preocupa que se filtre información y que esta pueda salir de la misma Policía”.
Esta situación agrava el costo de producción. Y si a eso se añade el anuncio de aranceles del 15 % por parte del gobierno de Estados Unidos. Aunque prefiere esperar los resultados de las mesas de negociaciones, señala que habrá impactos, no solo en el chocolate, sino en la venta de la materia prima.
“Siempre habrá impactos, pero por ahora es mejor esperar y trabajar en lo que se puede hacer aquí en el país, como el tema de la seguridad”, agregó.
El cacao ecuatoriano vivió en 2024 su mejor momento: las exportaciones alcanzaron un récord histórico. Más de 480.000 toneladas generaron $1.350 millones. Para el cierre de 2025, se proyecta un salto aún mayor: 570.000 toneladas y más de $5.000 millones en ingresos. La demanda internacional ha convertido al cacao en el nuevo oro agrícola, desplazando cultivos tradicionales como el arroz, el banano y el plátano.
¿Qué efectos tiene la inseguridad en la producción de cacao en Ecuador?
La inseguridad no solo limita el desarrollo agrícola: impide la transición hacia la agroindustria. Productores con potencial prefieren mantenerse en perfil bajo. La falta de patrullajes hace que tengan sus cultivos en zonas lejanas y de difícil acceso.
Tal es el caso de un productor en Cañar, que, aun con 20 hectáreas, afirma que lo máximo que puede hacer para seguir y pasar desapercibido es vender plantas de cacao. “No puedo poner un tendal para secar el cacao. Si lo hago, se enteran de que me dedico a esto. Prefiero vender la pepa a empresas grandes, que se encargan del secado y exportación”, explica.
Lamenta vivir en el anonimato, sin participar en asociaciones ni comités. “Si hacemos una empresa o agroturismo, como alguna vez pensamos, nos agarran a todos”, reflexiona. Considera que estas medidas de autoprotección aún los mantienen a salvo, pero les impiden soñar con más. “Mis compañeros que tienen finca cerca del pueblo pagan hasta doble vacuna. Son más fáciles de ubicar”, advierte.