
Las extorsiones marchitan al cacao ecuatoriano
La bonanza cacaotera seduce a cambiarse de cultivo, pero la delincuencia los acecha y ataca, erosionando su desarrollo
El año 2024 fue casi glorioso para las exportaciones no petroleras ecuatorianas, que alcanzaron un récord histórico de 21.745 millones de dólares, con un crecimiento del 16 % respecto a 2023. El protagonista fue el cacao: se exportaron 480.000 toneladas, generando más de 1.350 millones de dólares para la economía nacional. Para el cierre de 2025, la tendencia se repite con una proyección de envíos de 570.000 toneladas que pueden superar los 5.000 millones de dólares en ingresos.
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En Ecuador se estima que existen 600.000 hectáreas dedicadas al cultivo de cacao, aunque podrían ser muchas más. La creciente demanda internacional ha motivado a agricultores a cambiar de productos, considerando que el cacao resulta más rentable que cultivos de ciclo corto como el maíz, arroz o caña de azúcar. No obstante, al lograrlo se encuentran otra realidad: la de la inseguridad.
Transición y riesgo
Prudente Villegas, productor de arroz desde hace más de 30 años, planea iniciar su transición al cacao a finales de 2025, con la siembra de 400 plantas. “El arroz ya no da. Hay sobreproducción y los precios están bajos. Con el cacao tendré ingresos constantes, al menos para cubrir los gastos semanales”, afirma.
Villegas vive en Los Ríos, en una zona menos cacaotera que otras partes de la provincia. Asegura que, en su sector, la situación de seguridad no es tan crítica, por lo que no teme cambiar de cultivo.
Pero en el este de Los Ríos, la realidad es distinta. Diario EXPRESO intentó ingresar a zonas reconocidas por sus fincas cacaoteras, pero los mismos productores rechazaron la visita por temor a represalias y para proteger la vida del equipo periodístico.
Iván Ontaneda, presidente de Anecacao y exministro de Producción y Comercio Exterior, tampoco se ha salvado de la delincuencia. “Lo vivo yo también, a nosotros también nos vacunan, nos roban y nos secuestran a diario, la gente no se imagina el viacrucis que viven todos los que estamos en la cadena de producción, desde el más pequeño, los comercialización y exportación de cacao”, denuncia.
La inseguridad ha crecido en los últimos dos años. El sector ha invertido más de 25 millones de dólares en seguridad privada. “Todo debe tener custodia, con dos o tres camionetas. Es insostenible. Se habla del boom cacaotero, pero si no se aborda el tema de seguridad, este auge será efímero”, advierte Ontaneda.
La extorsión no se limita a una cuota fija: se exige dinero en cada etapa del proceso productivo. Desde la salida del cacao de las fincas, el tránsito por ciertas carreteras, hasta la operación de negocios relacionados con el grano, todo implica pagos ilegales.
“Son gastos que no enfrentan nuestros vecinos como Colombia. Y que se suman a los altos costos de producción. Es asfixiante porque cada vez más incrementa y no estoy exagerando. Pedimos soluciones para todo este sector que le genera millones de dólares, empleos. Por favor pedimos protección, en carreteras, puertos, campos, es un mínimo necesario para contribuir con el desarrollo del país”, reclama Ontaneda.
El prefecto de Los Ríos, Jhonny Terán, reconoce la gravedad del problema. La provincia cuenta con 120.000 hectáreas de cacao, que representan el 28 % de la producción nacional. Desde la prefectura se han entregado dos millones de plantas en los últimos dos años a agricultores que cumplen ciertos requisitos. “Hoy, Los Ríos es la principal productora de cacao. En 2019 estábamos a la par con Guayas, pero ya lo superamos ampliamente”, señala.
Este diario logró entrevistar a un productor de Los Ríos que pidió anonimato. Denunció que la delincuencia común también los afecta: ladrones ingresan a las fincas para robar mazorcas, que luego venden fácilmente.
“Un tacho de cacao vale entre $ 40 y $ 65. En una hora se llevan todo. Y eso es aparte de las vacunas. Consiguen el número de WhatsApp y envían mensajes o notas de voz: ‘Para cuidarlos, debe pagar tanto’. Si uno paga a una banda, otra aparece y exige más. Por ejemplo, si pagamos a Los Lobos, luego vienen Los Choneros y piden 250 dólares semanales. Usted elige: semanal o mensual”, relata.
El productor vive con miedo constante. Está considerando tramitar el permiso de porte y tenencia de armas. En Guayas, los testimonios solo se obtuvieron por vía telefónica. Un productor afirmó sentirse vigilado: “Ya no es como antes. En algunas zonas, los jóvenes avisan cuando ven a un desconocido. En la noche llega la visita y sube la vacuna. La última sacaron 5.000 de dólares”, lamenta.
Un freno al progreso
La situación ha limitado el crecimiento de los agricultores. Aunque tienen potencial para avanzar en la cadena productiva y acercarse a la agroindustria, prefieren mantener un perfil bajo.
En Cañar, un productor con 20 hectáreas afirma que solo puede vender plantas de cacao para pasar desapercibido. “No puedo poner un tendal para secar el cacao. Si lo hago, se enteran de que me dedico a esto. Prefiero vender la pepa a empresas grandes, que se encargan del secado y exportación”, explica.
Lamenta vivir en el anonimato, sin participar en asociaciones ni comités. “Si hacemos una empresa o agroturismo, como alguna vez pensamos nos agarran a todos”, reflexiona. Considera que estas medidas de autoprotección aún los mantienen a salvo, pero les impiden soñar con más. “Mis compañeros que tienen finca cerca del pueblo pagan hasta doble vacuna. Son más fáciles de ubicar”, advierte.
Reflexiona que es urgente establecer patrullajes, normativas y leyes que aborden el problema de forma integral, para potenciar un verdadero desarrollo agroindustrial en el país.
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