
El ataque en el centro de Guayaquil que nadie olvidará
La explosión de un coche bomba en el centro sacude la ciudad. Vecinos sienten miedo e indignación ante la desprotección
Desconcertados. La explosión de un coche bomba en el corazón de Guayaquil no fue un hecho aislado: marcó un nuevo punto de quiebre en la crisis de seguridad que golpea a la ciudad. La tarde del 17 de septiembre, la violencia alcanzó al centro histórico -donde deberían brillar el comercio y la vida urbana- y lo transformó en un escenario de terror. Para muchos guayaquileños, el mensaje fue claro: las calles siguen a merced del crimen, mientras las autoridades “parecen mirar hacia otro lado”.
Este 18 de septiembre, un día después del ataque, el miedo era colectivo en las calles Rumichaca y Junín. El eco de la explosión, que se escuchó a cuadras de distancia, resonaba aún en la memoria de comerciantes y vecinos, que miraban con desconfianza cada vehículo estacionado, como si la ciudad entera se hubiese convertido en una trampa a punto de estallar.
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Vecinos viven la explosión con desconfianza y temor
“Lo que pasó en Guayaquil fue un acto terrorista. No hablamos ya solo de extorsionadores ni delincuentes, sino de personas que no sienten pena ni piedad, que quieren ver a la ciudad caer a pedazos... Somos esa Colombia de los 80, ese mal recuerdo de la historia. Duele decirle, pero estamos viviendo una guerra urbana donde atacan al ciudadano, a la policía, a los magistrados, a los niños… Le tengo miedo a Guayaquil”, confesó a EXPRESO Katherine Mórtola, habitante de la calle Panamá que aún ayer permanecía incrédula con lo ocurrido frente a la discoteca Boricua; donde dos antisociales incendiaron un vehículo cargado con tres cilindros de gas, a plena luz del día y ante decenas de testigos.

“Nos gobiernan los criminales. ¿Están conscientes las autoridades de que explotó un coche bomba en el centro, la zona que debería mostrar la cara de Guayaquil al turismo y al comercio? En marzo hubo algo similar en la Penitenciaría del Litoral, una zona conflictiva, de cuidado, sí, pero… ¿en el centro?. Esto llegó al límite”, reclamó Sonia Sánchez, residente de la calle Rumichaca, al ver cómo la violencia crece sin freno ni consecuencias.
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Para ella, los asesinatos y hechos delictivos se han convertido en estadísticas y no en motivo para medidas drásticas. Y es que el mismo miércoles, mientras el coche bomba explotaba, un artefacto explosivo fue desactivado luego de que sujetos a bordo de un auto lo abandonaron cerca de la Unidad Judicial Valdivia, en la avenida 25 de Julio, en el sur.
De igual forma esta semana, una madre y sus tres hijas fueron asesinadas en Flor de Bastión; mientras que el 26 de agosto anterior, un joven y su madre fueron asesinados por hombres vestidos como policías en la vía a la costa, en Chongón.

Ciudadanía cuestiona el silencio y la falta de acción de autoridades
“Ya nadie habla siquiera de los cuatro niños de Las Malvinas atrozmente asesinados. Ese caso desgarrador quedó como una cifra más. A diario hay gente embalada, descuartizada, secuestrada, y nadie mueve un dedo. El Gobierno promete medidas, la Alcaldía dice que investiga, que exige resultados, refuerzos…, pero nada se siente. ¿Qué habría pasado si tras la explosión hubiera habido víctimas fatales? ¿Sobre quién recaería la culpa? Posiblemente sobre nadie, porque Guayaquil está a la deriva. Por suerte no pasó. Por suerte nadie murió. Y eso aquí, hoy, sí es suerte”, añadió Sánchez, consultora académica, con resignación.
Para Mariana Delgado, habitante del sur, la explosión -que, según los primeros indicios, responde a una extorsión y en la que se detuvo a uno de los implicados, un adolescente, (ver nota adjunta) - evidencia que un solo acto puede alterar todo el tejido urbano, social y económico, dejando huellas que van mucho más allá de los daños materiales.
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“El presidente Daniel Noboa hizo la semana pasada una ‘marcha por la paz’. Qué irónico: ¿exigir paz cuando es su deber garantizar seguridad? Todo fue una pantomima. Sobre lo ocurrido no lo he escuchado decir nada. Tampoco a los asambleístas... ¿Por qué no está la Asamblea exigiendo cárcel para los menores delincuentes? La Asamblea es un circo integrado de indolentes”, cuestionó Delgado, señalando que el divorcio entre autoridades está aniquilando la ciudad, sus territorios y la vida de su gente.
Sobre el hecho, el alcalde Aquiles Álvarez reaccionó en X y aseguró que se investigan los hechos. “Estamos levantando data interna con el Centro de Mando y Control de Segura EP, empezando por La Bahía”, escribió, anunciando que pronto se haría pública la información recabada.
“Es posible que haya sorpresas graves”, mencionó.

Comercios y economía local sufren las consecuencias del atentado
César Cárdenas, director ejecutivo del Observatorio Ciudadano de Servicios Públicos, es categórico. Para él, el coche bomba “refleja los niveles de violencia y la desprotección por parte del Estado, que parece vivir en un mundo virtual”, ajeno a lo que sufren no solo los guayaquileños, sino los ecuatorianos.
Él hizo énfasis en que este tipo de ataques golpea de lleno a la economía local: comercios cerrados, restaurantes vacíos, familias sin sustento. “Ya nadie puede pagar las ‘vacunas’ y por eso se van y vemos corredores con todo cerrado. Pero si, además, vienen los ataques, ¿qué nos quedará? ¿Vivir con estrés postraumático, evitando zonas enteras de la ciudad? No tiene sentido”, planteó.
Guerra criminal deja huellas profundas en la vida urbana
Para el arquitecto Darío Cajamarca, lo ocurrido trasciende la delincuencia común y por ello hay que priorizar la situación. “Esto no es delito común, es guerra criminal. Estamos hablando de un coche bomba. Una generación entera está creciendo entre la violencia: hijos sin padres, familias desplazadas o con la incertidumbre de no saber si serás el próximo blanco. Si no frenan este fenómeno, la pregunta en nuestra mente será: ¿dónde será el próximo atentado? Y personalmente, no quiero tener esa duda en mi cabeza”, admitió.
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Adolescente ligado a explosión
De acuerdo con una fuente policial, el pasado 17 de septiembre agentes que patrullaban el circuito 9 de Octubre notaron la actitud evasiva de dos ciudadanos en la intersección de las calles Rumichaca y Junín. “Al intentar huir, uno de ellos fue interceptado y detenido. Tiene 17 años”, informó la institución.
El automotor afectado corresponde a un Kia Picanto color plomo de placas GTF-4238, que quedó totalmente incinerado. El caso fue puesto en conocimiento de las unidades especializadas de la Policía Judicial (PJ), la Dirección General de Inteligencia (DGI), Criminalística y el ECU-911. Por su condición de menor de edad, el adolescente fue aislado y quedó a órdenes de la autoridad competente.
La ciudadanía exige penalidades severas. “Esto es terrorismo”, sentencian.
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