
Prototipo de ESPOL usa pulsos eléctricos para conservar alimentos sin calor
El sistema experimental utiliza electroporación para eliminar bacterias y prolongar la vida útil de frutas y vegetales
La conservación de los alimentos es un desafío constante para la industria y la investigación científica. En la búsqueda de métodos más eficientes y sostenibles, dos jóvenes egresados de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL), Erick Sánchez y Tanya Mero, desarrollaron un prototipo experimental que utiliza pulsos eléctricos para conservar y desinfectar alimentos sin necesidad de calor ni químicos, marcando un paso innovador hacia la seguridad alimentaria y la sostenibilidad tecnológica del país.
Una innovación que nació en las aulas
El proyecto surgió durante la materia integradora del último semestre de la carrera de Ingeniería en Electrónica y Automatización de la Facultad de Ingeniería en Electricidad y Computación (FIEC) de la ESPOL. “Queríamos aplicar todos los conocimientos adquiridos en un problema real. En la industria alimentaria, conservar los productos de manera segura es un reto constante, y pensamos que los campos eléctricos podían ofrecer una alternativa distinta”, comentó Erick Sánchez, coautor del proyecto.
Tecnología de electroporación: ciencia aplicada a la alimentación
El principio detrás del invento es la electroporación, una técnica en la que los campos eléctricos destruyen las células bacterianas o las vuelven permeables, lo que permite prolongar la vida útil de frutas, vegetales y líquidos. “Los electrodos del prototipo generan un campo eléctrico que afecta las células de las bacterias, haciéndolas inactivas sin necesidad de procesos térmicos”, explicó Sánchez.
El dispositivo, que tuvo un costo aproximado de 300 dólares, está conformado por una fuente de alimentación, un banco de capacitores y una cámara de tratamiento, elementos que permiten controlar parámetros como la frecuencia, la duración y el número de pulsos eléctricos. Todo el sistema fue automatizado mediante un microcontrolador, que registra la información para su posterior análisis.
Cuatro meses de trabajo y aprendizaje multidisciplinario
Para Tanya Mero, este proyecto fue una oportunidad para integrar la ingeniería con otras disciplinas. “Nos tomó alrededor de cuatro meses de trabajo. Tuvimos que entrevistar a especialistas en el área de alimentos, estudiar procesos biológicos y realizar múltiples pruebas hasta obtener resultados fiables”, contó la joven ingeniera.
El proceso implicó adaptaciones técnicas. “Inicialmente planeamos usar transformadores grandes, pero los reemplazamos por componentes más pequeños y ligeros para facilitar el transporte y las pruebas en distintos laboratorios”, agregó. Las pruebas experimentales se realizaron en el laboratorio de microbiología de la ESPOL con diferentes tipos de frutas, especialmente manzanas, sometidas a distintas duraciones de tratamiento. Los resultados mostraron una reducción notable en la carga microbiana, evidenciando la eficacia del método.
Un método más seguro y sostenible
Mero destacó que la motivación del proyecto va más allá de la innovación tecnológica. “Antes de trabajar en esto, no tenía idea de cómo se conservaban los alimentos. Aprendí que muchos procesos tradicionales pueden ser invasivos, alterando la textura o el sabor. Con nuestro sistema buscamos un método menos agresivo, más seguro y energéticamente eficiente”, sostuvo.
El uso de pulsos eléctricos evita el empleo de químicos y disminuye el consumo de energía, lo que convierte a esta tecnología en una opción sostenible para laboratorios, universidades y pequeñas empresas interesadas en mejorar sus prácticas de conservación. Además, abre la posibilidad de desarrollar futuros modelos a escala industrial, capaces de procesar grandes volúmenes de alimentos con bajo impacto ambiental.
De la universidad al mundo real
El proyecto no solo fue un ejercicio académico, sino también un paso hacia la profesionalización y la investigación aplicada. “Nos gustaría que este prototipo sea replicado en otros laboratorios o universidades. Queremos seguir mejorándolo para hacerlo más eficiente y con mayores capacidades”, afirmó Sánchez.
Ambos ingenieros coinciden en que el trabajo representa un aporte al desarrollo científico del país, al fomentar la investigación local en tecnologías emergentes y fortalecer el vínculo entre la ingeniería y la seguridad alimentaria. Su iniciativa demuestra cómo la creatividad estudiantil puede generar soluciones prácticas con impacto social, alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que promueve la ESPOL.
Mirada hacia el futuro
A mediano plazo, el equipo espera que el prototipo se convierta en una herramienta de investigación aplicada dentro y fuera del país. “Sería excelente que otras universidades puedan usarlo para probar diferentes alimentos o incluso para experimentar con nuevos parámetros eléctricos. Nuestro propósito es que esta tecnología siga evolucionando”, indicó Mero.
El trabajo de estos jóvenes ingenieros refleja una tendencia creciente en la academia ecuatoriana: usar la ciencia y la innovación tecnológica al servicio de la sociedad, para generar conocimiento que contribuya a un futuro más saludable y sostenible.
Con proyectos como este, la ESPOL reafirma su papel como semillero de innovación científica y su compromiso con la formación de profesionales capaces de responder a los desafíos alimentarios del siglo XXI.