Aves UTPL
Las aves del campus de Loja se convierten en aliadas de la ciencia, la educación y la conciencia ecológica de toda la comunidad universitaria.Cortesía

Las aves del campus UTPL revelan secretos de la ciencia y la biodiversidad

Una mirada a cómo la investigación ornitológica convierte al campus lojano en un refugio para especies únicas

En el corazón de San Cayetano Alto, en Loja, el cielo del campus de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL) se ha convertido en un laboratorio vivo. Allí, la ciencia se funde con el canto de las aves, esas criaturas que, con su vuelo, revelan la salud de los ecosistemas y despiertan el interés de investigadores, estudiantes y observadores. 

Entre los vertebrados, las aves son el grupo de fauna mejor conocido del planeta, con más de 11.000 especies registradas a nivel mundial, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Su estudio ofrece claves esenciales para comprender la biodiversidad, el equilibrio ecológico y los efectos del cambio climático.

La función de las aves en el ecosistema

“Las aves cumplen funciones clave en los ecosistemas: polinizan, controlan plagas, dispersan semillas y actúan como bioindicadores del estado ambiental”, explica el magíster Leonardo Ordóñez Delgado, docente investigador y responsable del Museo de Zoología de la UTPL. “Su presencia o ausencia nos permite entender cómo están cambiando los ambientes, incluso dentro del propio campus universitario. Muchas veces las vemos pasar, pero detrás de cada vuelo hay una historia evolutiva y ecológica fascinante.”

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Ordóñez lidera un proyecto que busca convertir la universidad en un espacio más amigable con la fauna alada. “Nuestra meta es promover el respeto y la observación responsable de las aves. Queremos que estudiantes, docentes y visitantes comprendan que el campus no es solo un lugar de estudio, sino también un hábitat compartido con la naturaleza”, añade. Esta iniciativa combina investigación científica con sensibilización ambiental, y ha permitido registrar más de 60 especies diferentes, entre residentes y migratorias.

El estudio ornitológico emplea metodologías modernas: observaciones sistemáticas con binoculares, grabaciones acústicas y registro de datos mediante la plataforma eBird, lo que facilita la comparación con otros ecosistemas del país. 

Hemos identificado especies muy adaptables, como la Tórtola Orejuda (Zenaida auriculata) o el Mirlo Chiguanco (Turdus chiguanco), y otras más específicas, como el Hornero del Pacífico (Furnarius cinnamomeus) y el Colibrí de Loja (Amazilis amazilia), que requieren condiciones particulares para prosperar”, detalla Ordóñez.

Cada una de ellas ofrece información valiosa sobre la biodiversidad local. “El colibrí es un verdadero milagro biológico: su corazón puede latir más de mil veces por minuto y su metabolismo lo obliga a alimentarse constantemente. En cambio, el hornero nos enseña sobre ingeniería natural con su nido de barro, resistente a la lluvia y al viento”, comenta el investigador. “Y si observamos al zorzal de Swainson, que llega desde Norteamérica entre octubre y marzo, comprendemos que incluso los pequeños jardines del campus forman parte de rutas migratorias continentales.”

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A escala global, las aves enfrentan un panorama preocupante: un 49 % de las especies presenta declive poblacional, de acuerdo con el informe State of the World’s Birds 2022. “El cambio climático, la contaminación y la pérdida de hábitats son amenazas reales. Por eso, debemos ver a las aves como aliadas, no solo como ornamentos de la naturaleza”, enfatiza Ordóñez. “Cada especie que logramos conservar representa un pequeño triunfo para los ecosistemas que nos sostienen.”

Ecuador, con más de 1.660 especies registradas, el 18 % del total mundial, se mantiene entre los países más biodiversos del planeta. “Eso nos da una enorme responsabilidad científica y ética. Tenemos que estudiar y proteger esta riqueza, pero también enseñarla y divulgarla”, sostiene Ordóñez. En esa línea, el Museo de Zoología impulsa talleres, caminatas guiadas y jornadas de observación que combinan ciencia, educación y turismo sostenible.

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Para los estudiantes, estas actividades significan una nueva forma de comprender su entorno. “Visitar el campus y conocer las aves que lo habitan me cambió la perspectiva. Antes solo las veía volar; ahora entiendo su papel en la naturaleza”, comenta brevemente Diego Álvarez, estudiante de la carrera de Comunicación. Su testimonio refleja la transformación que busca la UTPL: que la curiosidad se convierta en conocimiento, y el conocimiento en acción.

El aviturismo, además, se perfila como una oportunidad de aprendizaje y desarrollo sostenible. “La observación de aves puede ser una herramienta educativa, turística y científica al mismo tiempo. Nos permite generar conciencia, fortalecer vínculos con la comunidad y atraer visitantes interesados en la biodiversidad lojana”, explica Ordóñez, destacando el potencial del sur del país como destino de estudio y conservación.

Más allá de las aulas, la ciencia ornitológica en la UTPL representa una invitación a reconectar con el entorno. Cada especie registrada, cada nido observado y cada vuelo descrito alimenta una base de datos que no solo sirve para la investigación, sino también para educar y sensibilizar. Como resume el propio Ordóñez: “Comprender a las aves es comprender los ritmos del planeta. Son mensajeras del equilibrio natural, y protegerlas es protegernos a nosotros mismos.”

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