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El bostezo, más que señal de sueño, es un reflejo involuntario que revela conexiones profundas entre seres vivosCanva

¿Por qué bostezamos? Lo que la ciencia revela sobre este acto contagioso

El bostezo regula la temperatura cerebral, pero su contagio revela claves sobre empatía y vínculos sociales

El bostezo es un acto universal, presente en humanos, animales, que intriga a la ciencia desde hace siglos. Aunque a menudo se asocia con el cansancio o el aburrimiento, su función y, sobre todo, su carácter contagioso abren un fascinante campo de estudio sobre la biología y la conexión social.

Entre la biología y la temperatura cerebral

En primer lugar, el bostezo en sí es un mecanismo complejo y muestra de cansancio. Los científicos han identificado que cumple funciones esenciales, como regular la temperatura del cerebro. Cuando bostezamos, inhalamos aire fresco y promovemos la circulación de sangre oxigenada, lo que ayuda a mantener el cerebro en condiciones óptimas. Estudios realizados en la Universidad de Viena, por ejemplo, han demostrado que los bostezos son más frecuentes en ambientes cálidos, lo que refuerza esta teoría termorreguladora. Además, el bostezo está controlado por el sistema nervioso autónomo, lo que explica por qué es un acto involuntario y difícil de suprimir.

Sin embargo, el fenómeno del bostezo contagioso añade una capa adicional de misterio. Este comportamiento, observado en humanos, primates como los chimpancés y hasta en perros, no se limita a una simple reacción fisiológica. Según investigaciones de la Universidad de Pisa, el bostezo contagioso está vinculado a la actividad de las neuronas espejo, un grupo de células cerebrales que se activan tanto al realizar una acción como al observarla en otros. Estas neuronas, clave en procesos como el aprendizaje por imitación, podrían ser las responsables de que copiemos involuntariamente el bostezo de otra persona.

El bostezo un espejo emocional

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El carácter contagioso del bostezo también tiene un fuerte componente social. Otros estudios han revelado que las personas son más propensas a imitar los bostezos de familiares, amigos o individuos con los que sienten mayor cercanía emocional. Este fenómeno sugiere que el bostezo contagioso podría haber evolucionado como un mecanismo para reforzar la cohesión grupal. En nuestros antepasados, sincronizar estados fisiológicos, como la alerta o el descanso, pudo haber sido crucial para la supervivencia en entornos hostiles. Por ejemplo, un bostezo colectivo podría haber señalado la necesidad de descansar o estar alerta ante un peligro, promoviendo una respuesta coordinada.

Curiosamente, no todos somos igual de susceptibles al bostezo contagioso. Investigaciones indican que las personas con mayor empatía tienden a ser más propensas a imitar bostezos, mientras que aquellos con trastornos como el autismo o la esquizofrenia, donde la empatía puede estar alterada, muestran menor respuesta. 

Todo esto refuerza la idea de que el bostezo contagioso no es solo un reflejo biológico, sino un indicador de nuestra capacidad para conectar emocionalmente con los demás.

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