
Andrés Delgado, un viaje a través de la danza ecuatoriana
Con una extensa trayectoria, el artista asumió una nueva etapa en la dirección de la Compañía Nacional de Danza
En el Teatro Carlos Cueva, bajo la mirada atenta del maestro Felipe González -figura emblemática de la danza ecuatoriana- Andrés Delgado se preparaba para uno de los desafíos más exigentes de su carrera: bailar en puntas. Era 2013 y llevaba meses esperando ese momento. “Me sometí a un proceso riguroso de entrenamiento y presenté una versión de La muerte del cisne, interpretada por mí. Fue un reto físico y emocional enorme”, recuerda.
La obra no fue solo una presentación escénica, sino el núcleo de su tesis de grado para la licenciatura en Artes Escénicas, titulada El transgénero y el arte escénico a través de una identidad de género sin condiciones socioculturales. En su mesa de trabajo, entre bocetos y anotaciones, reposan aún las puntas de ballet que utilizó en ese proceso. No están ahí por nostalgia, sino como símbolo de una investigación que lo llevó a explorar el cuerpo desde la resistencia y el riesgo. “Las probé yo mismo para ver su resistencia y así comprender qué implica para el cuerpo mantener esa verticalidad”, explica.
Ese proyecto marcó un punto de inflexión en su carrera. Le permitió mirar la danza desde la investigación y la técnica, y fue también el cruce que lo llevó, con el tiempo, de ser intérprete a asumir responsabilidades de dirección. Poco después, pasó de bailarín a director de la Compañía de Danza de la Universidad de Cuenca. “Estuve cuatro años como bailarín y luego asumí la dirección. Fue un cambio muy interesante, porque ya no se trataba solo de la responsabilidad creativa del intérprete, sino de asumir una estructura completamente distinta”.
Una vida sobre las tablas
Delgado llegó al mundo de la danza por curiosidad, y se formó en diversos lenguajes: folclore, ballet, danza contemporánea y teatro. Su trayectoria incluye docencia universitaria, montajes de investigación y presentaciones nacionales e internacionales. El tránsito hacia la dirección no fue abrupto; se dio por etapas. Primero coordinó ensayos, luego acompañó procesos creativos y, más tarde, asumió funciones ejecutivas. “No fue algo que se decidiera de un día para otro. Hubo un proceso de aprendizaje y de confianza mutua con el equipo”, señala.
Hoy, Delgado ha asumido un nuevo reto: la dirección ejecutiva de la Compañía Nacional de Danza, institución emblemática de la cultura ecuatoriana, próxima a cumplir 50 años. Considera que su experiencia como intérprete y sus anteriores cargos administrativos le han dado una visión privilegiada de “ambos lados de la moneda”.

El valor de la danza
Desde este nuevo rol, Delgado Andrade plantea una visión que une memoria y renovación. “Son cinco décadas de trayectoria, con muchas generaciones que han pasado por aquí. Es una responsabilidad grande, pero también una oportunidad para imaginar lo que viene”, afirma.
Entre sus prioridades destaca la necesidad de ordenar procesos internos, fortalecer la comunicación con el elenco y ampliar la presencia territorial de la Compañía.
También propone abrir convocatorias para coreógrafos emergentes y fomentar el diálogo con creadores que integran nuevas tecnologías en sus lenguajes escénicos. “Hay coreógrafos jóvenes que ya trabajan desde la tecnología, la inteligencia artificial; tienen otras maneras de componer y de relacionarse con el bailarín”, reconoce. Su agenda incluye itinerancias, talleres de formación y acciones que acerquen el trabajo escénico a comunidades que no acceden habitualmente a los teatros.
Uno de los ejes que busca fortalecer es la mediación cultural, entendida no como una socialización posterior, sino como un puente previo entre la obra y el espectador. “La idea es que un mediador profesional visite el lugar donde se presentará la obra, converse con el público, les explique el contexto y el proceso creativo. Así, cuando asisten a la función, ya vienen informados y se genera un diálogo”.
Delgado también subraya la importancia de resaltar a los artistas independientes, muchas veces excluidos de los circuitos institucionales. “La Compañía Nacional de Danza articula a un universo más amplio de artistas, tanto internos como independientes, que también deben ser visibilizados y considerados. Ser artista independiente en Ecuador es un reto enorme. Y ese es otro frente que también debemos atender desde este espacio institucional”, agrega.
Cara a cara
¿Cuáles son los retos cotidianos del bailarín?
El reto diario de un bailarín es mejorar su técnica, y hacerlo con sumo cuidado. Es un desafío que tiene mucho que ver con uno mismo, con los propios límites del cuerpo. No es como una computadora que se reemplaza.
¿Sigue entrenando?
¡Sí! Trato de tomar clases unas tres o cuatro veces por semana, ya sea de ballet o de danza contemporánea.
¿Cómo compaginar la danza con su rol actual?
Aunque mi objetivo ahora es la dirección ejecutiva, mantenerme en movimiento me parece vital para seguir conectado con lo que hacen los bailarines. Además es algo ya innato en mí.
¿Qué opina sobre la percepción elitista de la danza? ¿Es un reto a superar?
Siento que con la llegada de la danza moderna, la danza contemporánea y la danza-teatro, esa percepción ha ido cambiando. La danza se ha acercado cada vez más a la gente, pero aun falta mucho por hacer.
¿Cuál le gustaría que fuera su legado al frente de la Compañía Nacional de Danza?
Me gustaría que, al final de este período, se pueda ver a la danza como una verdadera profesión de alto nivel en el país. Que se entienda que la danza no es solo un hobby, sino una carrera que exige compromiso y entrega. Si logro aportar a que eso se visibilice, sentiré que el trabajo ha valido la pena.
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