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Fernando Insua Romero | Borregos y focas

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Este fenómeno es más peligroso que el fanatismo clásico. El borrego es previsible; la foca es funcional al vacío

En la política ecuatoriana ya no se debate: se aplaude o se bala. Y no hablo de balas metafóricas. Hablo de dos tribus que han reducido la vida pública a un circo de lealtades automáticas: los borregos y las focas. Los borregos, al menos, son coherentes. Han convertido su identidad política en una marca: correísmo o nada. Defienden, justifican, relativizan. Se equivocan mucho, pero saben quiénes son. Son militantes de una causa, con todos los vicios que eso implica. Las focas son otra cosa. No tienen causa: tienen reflejo. Aplauden todo lo que huela a anticorreísmo como si eso fuera sinónimo de virtud, de gestión o de proyecto nacional. No evalúan resultados, no exigen coherencia, no piden cuentas. Si la noticia dice: “se enfrentó al correísmo”, aplauden. Si el escándalo es del bando ‘correcto’, miran a otro lado. Y lo más grave: ni siquiera saben que son focas. Este fenómeno es más peligroso que el fanatismo clásico. El borrego es previsible; la foca es funcional al vacío. Donde no hay ideas, no hay programa, no hay plan, la foca llena el espacio con palmas. Ese ruido constante permite que se filtren oportunistas, improvisados y, en no pocos casos, simples saqueadores del Estado.

No se trata de negar que el Gobierno haya hecho cosas importantes. Las ha hecho. Tampoco de cerrar los ojos ante errores, omisiones o desprolijidades que hoy cuestan vidas, confianza y futuro. El problema es que la conversación pública dejó de ser sobre políticas y se volvió sobre bandos. Ya no importa si algo sirve: importa de qué lado viene. Así, mientras unos viven atrapados en el pasado, otros celebran cualquier gesto como si fuera épico, aunque no cambie nada en la vida real de la gente. Y el país queda en medio, con cifras que duelen, calles que asustan y una sensación creciente de que nadie está realmente obligado a hacerlo bien.

El Ecuador no necesita más borregos. Pero, sobre todo, necesita urgentemente que las focas despierten. Porque el día que se den cuenta de que no todo lo anticorreísta es bueno, quizás volvamos a hablar de lo único que importa: cómo sacar al país del pantano.