
Problema de fondo: el gobierno de Daniel Noboa nos desprecia
Análisis| Habló sobre la compra de una radio y un portal digital por parte de un asambleísta muerto de hambre: le vale
Finalmente el gobierno se pronunció, a través de su portavoz, Carolina Jaramillo, sobre el oscuro asunto de la compra de La Posta y Radio Centro por parte de uno de los más anónimos asambleístas alternos de la bancada oficialista. Este lunes, en la última edición de la rueda de prensa semanal que la hasta anteayer correísta Jaramillo ofreció en Carondelet, el periodista de este Diario Daniel Romero consiguió, a la tercera semana de intentarlo, plantearle la pregunta: ¿está interesado el gobierno en investigar esta transacción en la que el asambleísta Luis Alvarado Campi, cuyo patrimonio declarado es de 60 mil dólares, pagó 2,6 millones por dos medios de comunicación?
La portavoz respondió con elocuente economía expresiva y precisión quirúrgica: “No tengo conocimiento -dijo- sobre si haya alguna alerta o haya saltado alguna alerta en la UAFE sobre esta transacción de la que tú me estás hablando”. Stop. Quizá no se dio por enterada, pero acababa de decirlo todo.
Hasta el momento, el gobierno había elegido el silencio. Pero entre guardar silencio y declarar “no tengo nada que decir al respecto” hay un abismo que la portavoz saltó inadvertidamente. De ahí que la escueta respuesta diga muchas cosas al mismo tiempo.
¿Cuánto le importa al Gobierno la compra millonaria de su asambleísta?
Dice, para empezar, que el gobierno no le da ninguna importancia al asunto ni tiene la menor intención de investigarlo o denunciarlo. Dice también que no lo considera un problema político del que preocuparse, a pesar de que involucra a uno de sus asambleístas. Dice que el gobierno no ve en esa compra, por inexplicable que parezca, indicio alguno de irregularidad o delito; o lo ve pero no le importa.
Dice además que los ecuatorianos pueden pensar lo que les venga en gana: a las autoridades del gobierno, simplemente, le vale tres atados. Y dice, sobre todo: nosotros no tenemos que rendir cuentas de nada a nadie.
O eso, o son tontos. Porque cuando un asambleísta de tercera, que declara tener 900 dólares en una cuenta bancaria que no ha tocado desde el año 2023, más una mediagua de 20 mil dólares y poco más, aparece constituyendo una compañía (Galamedios) en calidad de único accionista, y comprando dos empresas de comunicación por 2,6 millones de dólares, todo esto a los dos meses de hacer esa declaración de bienes tan escuálida, lo primero que salta a la vista es que no puede no haber irregularidad o delito en esta historia.
Es imposible que no la haya. Porque sería muy poco creíble que un banco internacional hubiera prestado esa suma a alguien que declara no tener dónde caerse muerto. ¿Con qué garantes? Así que lo menos que podría ocurrir en este caso es que Luis Alvarado Campi hubiera cometido fraude en su declaración de bienes. Eso, por lo bajo. Y, a partir de ahí, una cadena de preguntas: ¿cuál es el origen de ese dinero? ¿Cómo lo obtuvo Alvarado Campi? ¿A cambio de qué? ¿O acaso él no es sino un testaferro actuando en beneficio de terceros? Esta parece la posibilidad más verosímil, pero ¿testaferro de quién?
Alvarado Campi y su nexo con el esposo de Mancheno
Es evidente. Alvarado Campi fue asambleísta de gobierno en la legislatura pasada, la de la primera presidencia de Daniel Noboa, y ocupó el cargo de vicepresidente de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea. Para el nuevo período pasó a un prudente segundo plano: hoy es alterno de su propia esposa.
En cuanto a Galamedios, la empresa que fundó con más plata de la que dice tener (debió vender todas sus propiedades para juntar el capital y aun así no le alcanzaba), se tuvo el descaro de poner a que la gerencie un señor llamado Víctor Guivernau Escobedo, padre de Álvaro Guivernau Becker, quien no sólo es esposo de la vicepresidenta oficialista de la Asamblea Nacional, Mishel Mancheno, sino sobre todo gerente de Exportadora Noboa y presidente de Noboa Trading Co. Todo muy en la onda de este gobierno de trasladar a Carondelet la nómina de la bananera. Entonces, ¿de quién es testaferro Luis Alvarado Campi?
“No tengo conocimiento”, responde la portavoz de Carondelet.
Neira y Olsen callan por el caso de Alvarado
Sobre el caso Galamedios y la compra de Radio Centro y La Posta por parte de un asambleísta muerto de hambre habría que averiguar qué tiene que decir el secretario nacional de Integridad Pública, José Julio Neira, director de la UAFE para colmo.
Él, que tan interesado estaba en la tributación de los canillitas que hasta andaba grabando videos, organizando campañas sucias con sus trolls y poniendo al SRI a trabajar para ajustarles las tuercas. O qué tiene que decir el bien mandado señor Niels Olsen, que se escandaliza porque hay asambleístas que, en media sesión del Pleno, se levantan y se van, y los persigue y los sanciona, mientras uno de los suyos, Luis Alvarado Campi, oculta una piedra de molino debajo de la mesa y no se digna verla.
Los saltos desde Corporación Noboa hasta el Gobierno
Lo que más incomoda aquí es la falta de pudor, que a este paso se está convirtiendo en una marca del gobierno. Es la misma falta de pudor con la que Corporación Noboa anuncia el fin de su deuda con el SRI por 96 millones de dólares pero ni siquiera tiene la cara de mostrar públicamente los documentos que demuestren cómo lo hizo (han de ser bochornosos).
Es la falta de pudor que supone poner a la contadora de Corporación Noboa como directora del SRI, para que calle también. Tienen-una-jeta-que-se-la-pisan, como dicen en España. Es la falta de pudor de quienes costean una marcha contra la Corte Constitucional y luego fingen no saber de dónde salió esa plata.
La misma falta de pudor que les llevó a poner a los integrantes de una pandilla de pillastres al frente del Consejo de la Judicatura, para manejar la emergencia de la Función Judicial con la que piensan nombrar y destituir jueces a dedo, nada menos.
Un presidente, un gobierno que se conduce con la desfachatez de quien no tiene que rendir cuentas de nada a nadie no puede sino sentir un profundo desprecio por el país y por los ciudadanos. Y el desprecio de los mandatarios por su pueblo es el origen de las peores tragedias.
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