Gabriela Cuero
Desde la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, Gabriela Cuero impulsa una reflexión sobre identidad, representación y diversidad cultural.Gabriel Cornejo

Gabriela Cuero: "La universidad debe reflejar nuestra diversidad nacional”

La educación inclusiva debe mirar más allá del aula y reconocer los saberes ancestrales y comunitarios de cada cultura

Cada 12 de octubre, Ecuador celebra el Día de la Interculturalidad y Plurinacionalidad, una fecha que reemplazó la antigua conmemoración del “Día de la Raza”. Esta transformación, oficializada en 2011, reconoce la diversidad cultural y étnica del país, donde conviven pueblos indígenas, afroecuatorianos, montubios y mestizos. Más que una efeméride simbólica, el día busca fomentar el respeto, la inclusión y el diálogo entre las diferentes identidades que conforman el tejido social ecuatoriano.

En este marco, la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG) impulsa el Observatorio Negro: “No todo es blanco”, un espacio académico que propone visibilizar y estudiar las experiencias afrodescendientes desde distintas perspectivas. Conversamos con Gabriela Cuero Borja, asesora pedagógica inclusiva y promotora de esta iniciativa.

— ¿Cómo nace el Observatorio Negro y cuál es su propósito principal?

El observatorio nace de una observación muy sencilla, pero profundamente reveladora: la escasa presencia visible de personas afrodescendientes en los espacios académicos. En la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, notamos que, aunque hablamos mucho de inclusión y diversidad, aún existen vacíos en la representación de las comunidades afro. A partir de esa inquietud personal y colectiva surge Observatorio Negro: No todo es blanco, una propuesta que busca abrir un diálogo constante sobre las experiencias afro en la educación superior, y al mismo tiempo generar investigación desde la perspectiva de la interseccionalidad.

El propósito es visibilizar las realidades que atraviesan los cuerpos negros y las culturas afro en distintas dimensiones —psicológica, legal, política, artística y laboral—, entendiendo que no se trata de un tema ajeno a la academia, sino profundamente ligado a cómo formamos, percibimos y valoramos la diferencia en los espacios educativos.

— ¿Qué temas abordará el observatorio en su primera fase?

En esta primera etapa, que arranca en octubre y se extenderá hasta febrero, el observatorio desarrollará una serie de conversatorios con investigadoras, académicas y profesionales que se identifican como mujeres afrodescendientes. La pregunta de investigación que guía esta fase es: ¿cómo se ven afectados y representados los cuerpos de las mujeres negras en distintos ámbitos sociales y profesionales?

A partir de esa línea, abordaremos temáticas vinculadas a lo psicológico —cómo se vive la identidad negra en contextos donde predomina la homogeneidad—, lo legal —qué tipo de discriminaciones aún enfrentan las mujeres afro en el ejercicio de su profesión—, lo político —de qué forma se construye su participación ciudadana—, y lo artístico y literario, con invitadas que desde su creación también han aportado a la representación afro. Cada conversatorio será un espacio de diálogo, reflexión y producción de conocimiento, cuyo resultado se consolidará en un informe académico que esperamos publicar en marzo o abril del próximo año.

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— ¿Por qué considera importante tratar estas temáticas dentro de una universidad?

Porque la universidad no solo forma profesionales, sino también ciudadanos críticos y conscientes del entorno en el que viven. Si la academia ignora la diversidad cultural, corre el riesgo de reproducir estereotipos o perpetuar exclusiones históricas. Por eso, incluir estas temáticas es vital: nos permite reconocer la pluralidad del país y comprender que la diferencia no debe ser vista como una excepción, sino como parte de nuestra identidad nacional.

Además, abordar la afrodescendencia desde lo académico rompe con la visión folclórica o reduccionista que a veces se tiene. Queremos que el estudiante, el docente y toda la comunidad universitaria comprendan que la cultura afro no es un tema marginal, sino un campo de saber con historia, pensamiento y aportes concretos. Es también un llamado a que los currículos, los discursos institucionales y las prácticas educativas incluyan voces que históricamente han sido silenciadas.

— ¿Qué instituciones respaldan la creación del observatorio dentro de la UCSG?

El observatorio se encuentra bajo el amparo del Vicerrectorado Académico, que desde hace varios años ha mostrado un compromiso activo con la inclusión y la innovación educativa. A partir de este ente se estructura la Dirección de Inclusión e Innovación Educativa, dirigida por el psicólogo David Aguirre, que busca fortalecer políticas institucionales orientadas a la equidad y la diversidad.

Dentro de esa dirección existe una Coordinación de Clubes y Observatorios, encabezada por Miguel La Rosa, desde la cual se promueve la creación de espacios académicos como este. Además, trabajamos estrechamente con la Unidad de Tecnologías del Aprendizaje, que colabora en la producción de materiales digitales, cápsulas formativas y contenido audiovisual que permita difundir los temas del observatorio de manera accesible. Todo este trabajo conjunto demuestra que la inclusión no es un discurso, sino una acción institucional que se construye paso a paso.

Gabriel Cuero
La identidad afro también se expresa en el cabello, un símbolo político y cultural cargado de historia y resistencia.Gabriel Cornejo

— ¿Qué resultados esperan obtener a corto y mediano plazo?

En lo inmediato, queremos que el Observatorio Negro se consolide como un espacio de diálogo, análisis y sistematización de experiencias afrodescendientes dentro de la universidad. Durante estos primeros meses, nos concentraremos en los conversatorios y en la recopilación de testimonios y reflexiones que luego se transformarán en un producto académico.

A mediano plazo, nuestra meta es que el observatorio trascienda los límites de la UCSG y pueda vincularse con otras universidades del país, promoviendo investigaciones colaborativas sobre representación, inclusión y afrodescendencia. La idea es construir una base sólida de conocimiento que no solo sirva para la academia, sino también para la sociedad, aportando a políticas públicas y estrategias educativas más inclusivas. Queremos que este proyecto se mantenga en el tiempo y se convierta en un referente de reflexión sobre la identidad afroecuatoriana en la educación superior.

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— En el marco del 12 de octubre, ¿cómo cree que debería abordarse la interculturalidad en el país?

Creo que el 12 de octubre debe ser un día de reflexión activa y no solo conmemorativa. Ya no se trata de celebrar el “Día de la Raza”, sino de reconocer que somos un país intercultural y plurinacional, donde conviven múltiples pueblos, lenguas y saberes. Desde la academia, debemos impulsar una comprensión más profunda de la interculturalidad, que no se quede en los discursos de tolerancia, sino que se traduzca en prácticas educativas que valoren y visibilicen los saberes de todas las culturas.

Esto implica repensar los materiales de enseñanza, los referentes culturales que usamos, y los espacios donde se da la participación estudiantil. La interculturalidad debe vivirse todos los días, desde el aula hasta la gestión institucional. Y sobre todo, debe ser un recordatorio de que la educación sin diversidad pierde sentido, porque no refleja la realidad de nuestro país.

— Usted ha mencionado que incluso el cabello afro tiene una carga simbólica importante. ¿Por qué lo destaca?

Porque el cabello afro es una extensión de la identidad. Durante décadas, ha sido objeto de discriminación y estigmatización, especialmente en entornos laborales y educativos. Muchas personas afrodescendientes sienten la presión de alisarse el cabello para encajar en ciertos “estándares de profesionalismo”, lo cual refleja una forma de racismo estético.

Cuando hablo del cabello, no lo hago desde lo superficial, sino desde lo simbólico: el cabello afro es político, cultural y emocional. Representa resistencia, orgullo y memoria. Detrás de cada estilo hay una historia personal y colectiva, marcada por procesos de aceptación, transición y empoderamiento.

Cuestionar estas imposiciones estéticas es también una forma de decirle a la sociedad que no hay una sola manera de ser, ni una sola manera de verse profesional o respetable. Esa reflexión es parte esencial del trabajo del observatorio.

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— Finalmente, qué mensaje dejaría a los jóvenes universitarios en este día de la interculturalidad.

Les diría que la diversidad no debe generar miedo, sino curiosidad. Que conocer al otro no amenaza nuestra identidad, la amplía. Vivimos en un país con una riqueza cultural inmensa, y como jóvenes universitarios tienen la oportunidad de ser los puentes entre esas realidades.

El cambio comienza desde lo cotidiano: respetar, escuchar, investigar, reconocer los privilegios y cuestionar los prejuicios. La interculturalidad no es un concepto abstracto; es una práctica diaria que nos invita a mirar con empatía y a construir una sociedad donde todas las voces tengan espacio.

El Observatorio Negro, en ese sentido, busca justamente eso: abrir un espacio para conversar, cuestionar y reconstruir juntos una educación verdaderamente inclusiva y plural.

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