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Nataly Morillo
Nataly Morillo, la ahora exasambleísta de ADN se enfrentó con el alcalde de Guayaquil Aquiles Álvarez en una ssión del 21 de octubre de 2025.Cortesía: Asamblea.

El correísmo se hunde y el gobierno, en Babia | Por Roberto Aguilar

La ruptura entre el expresidente prófugo y Marcela Aguiñaga es terminal. Un ministro de Gobierno de verdad sacaría provecho

¿Cómo está leyendo el gobierno la situación interna del correísmo, ahora que la ruptura al interior de ese partido político se precipita hacia el inevitable desenlace de su convención nacional? ¿Cómo piensa aprovecharlo?

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Hubo un tiempo (antes, mucho antes del advenimiento del “nuevo Ecuador”) en que los presidentes de la República solían nombrar ministros de Gobierno con peso específico, personas con autoridad para representarlos en las negociaciones políticas y la suficiente capacidad y autonomía para tender puentes y promover consensos. El titular de la cartera de Gobierno era ministro de la política y solía sentarse a la derecha del jefe de Estado. Se lo llamaba “premier”.

Hasta Rafael Correa, antes de que prefiriera rodearse sólo de mediocres o mafiosos con tal de que fueran lambiscones, eligió para ese cargo a algunos pesos pesados de la política: Gustavo Larrea, por ejemplo, o Alfredo Vera. Gente a la altura de antecesores notables, como el Carlos Feraud Blum de Jaime Roldós, el Luis Robles Plaza de León Febres Cordero o el Andrés Vallejo de Rodrigo Borja: habilísimos negociadores con una dosis exacta de maquiavelismo y otra de capacidad para el diálogo.

Nataly Morillo

Nataly Morillo es la nueva ministra de Gobierno tras fallida designación de Rosero

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Con figuras así, ya estaría el gobierno procurando acercamientos. Con Marcela Aguiñaga, por ejemplo, irremediablemente distanciada del líder prófugo de su partido pero dispuesta a permanecer en él y afrontar la pelea interna. O con el alcalde Aquiles Álvarez, con quien, por el contrario, se empeña el noboísmo en acrecentar las diferencias.

Un Gobierno sin cuadros

El problema es que el gobierno de Daniel Noboa carece de personajes de esa talla. O no los aprovecha. Zaida Rovira, que debió asumir la tarea de negociación política mientras ocupó la cartera de Gobierno, era un cero a la izquierda. Que su agenda pública como dizque ministra de la política consistiera en treparse a tarimas de parroquia en parroquia para entregar bonos y prebendas es una muestra bastante elocuente de hasta qué punto contribuyó a la devaluación del cargo. Como ministra de Gobierno, Zaida Rovira fue una no del todo buena animadora de kermeses.

Nueva ministra de Gobierno

Ahora la sustituye la hasta ayer asambleísta Nataly Morillo. ¿Dará la talla? Su última aparición pública digna de recordación fue aquel infructuoso enfrentamiento con Aquiles Álvarez que protagonizó en una comisión de la Asamblea ante la que el alcalde de Guayaquil había comparecido para explicar los hallazgos de las cámaras de seguridad municipales en torno a la insólita aparición de un Porsche de Industrial Molinera en Isla Trinitaria. 

l locutor de radio Democracia, Álvaro Rosero, contó que habló con Daniel Noboa y aceptó que tenía impedimento para cargo público
El locutor de radio Democracia, Álvaro Rosero, fue anunciado como nuevo ministro de Gobierno pero no llegó al cargo y lo sustituyó Nataly MorilloFoto: Archivo particular

Cabe señalar que Nataly Morillo no tenía nada, absolutamente nada, ni media palabra que aportar para el esclarecimiento de tan espinoso asunto. Aun así, desaprovechó la preciosa oportunidad que la vida le ofrecía para quedarse callada.

Nataly Morillo habló. Dijo que era fiel a su presidente, el bienamado Daniel Noboa que no está involucrado en ilegalidad alguna y no porta tobillera electrónica, y se llenó la boca de la palabra fiscalización como si en la legislatura de la que forma parte hubiera alguna. 

Álvarez no lo soportó, reaccionó a grito pelado y la arrastró: ¿fiscalización ustedes? ¿Y Progen? ¿Y lo otro? ¿Y lo de más allá? ¡Conteste! Achicopalada quedó la pobre por impertinente. Ahora esta achicopalada es la ministra de Gobierno y, como tal, debería entre otras cosas buscar una aproximación política con… ¡Aquiles Álvarez, el hombre que la arrastró! Y con Marcela Aguiñaga, que le dará diez vueltas. No da señales el presidente de entender para qué diablos sirve un ministro de Gobierno

.¿Cómo, entonces, piensa sacar algún provecho de la crisis terminal en la que se encuentra el correísmo, el único partido de oposición que cuenta como tal, el que controla la mitad de la Asamblea y representa el principal obstáculo para ejecutar las reformas que persigue?

El correísmo y una muerte a plazos

Lo del correísmo es una muerte a plazos. ¿Qué otro destino le espera a un partido que ha ligado su suerte a la de su líder cuando ese líder, un delincuente sentenciado y prófugo de la justicia, ha perdido todo contacto con la realidad

Marcela
Marcela y Loudes, en un recorrido por el río Guayas.CARLOS KLINGER

Rafael Correa ha llegado al extremo de perder consciencia de su propio sentido del ridículo: el episodio de la tinta voladora, que él prolongó hasta la humillación con declaraciones delirantes y ridículos videos, consagró la conversión de su personaje en esperpento, alguien a quien simplemente no se puede profesar ningún respeto. Además, está sorbido el seso por las redes sociales, a las que dedica lo mejor de su tiempo productivo

Alguna vez este Diario sacó cuentas y descubrió que el expresidente prófugo produce diariamente más tuits que Ecuavisa y TC Televisión juntos. Él dice estar dedicado a la producción académica pero hasta cuando cita autores, como Kapuscinski o Hannah Arendt, en realidad no está citando sino memes. En suma, Rafael Correa es el ejemplo de decadencia intelectual (la moral vino mucho antes) más patético de la historia republicana del Ecuador.

El alarde de esquizofrenia de esta semana rayó en lo cómico. Primero, Correa desautorizó a Luisa González, su incondicional, por haber opinado que personas como Marcela Aguiñaga y Aquiles Álvarez no merecen una candidatura para su reelección en las próximas seccionales. La maltrató, y dijo que no se puede prescindir de aquellas figuras que tienen capital político. En eso no andaba descaminado: lo tienen. 

"Sienten que Luisa González los divide y abrigan la esperanza de que Rafael Correa y Marcela Aguiñaga lleguen a una reconciliación"Roberto Aguilar

No pasaron 48 horas antes de que cambiara de opinión: no soportó Correa ver a Aguiñaga y Álvarez reunidos con Lourdes Tibán. Parece que fueron las fotos de las dos prefectas, la del Guayas y la de Cotopaxi, las que le sacaron de quicio: navegando juntas, bromeando, riendo, comiendo encebollado (Marcela echándole limón al plato de Lourdes), haciendo planes, diseñando un proyecto para la conservación de la cuenca del río Guayas.

En la conspiranoica cabecita del expresidente prófugo, el diálogo entre rivales políticos es traición. Él no concibe hacer otra cosa con Lourdes Tibán que aniquilarla y silenciarla. Si hasta la víspera estaba dispuesto a apoyar la reelección del alcalde y la prefecta, luego de la visita de Tibán todo cambio: “Luisa tenía razón”, dijo Correa. Puertas adentro resulta difícil de entender cómo puede tener razón alguien que no razona. Y que está ahí, en la presidencia del partido, precisamente por eso, porque no piensa (por eso la puso Correa en el cargo: para que obedezca). 

A las puertas de la convención nacional que, a falta de una asamblea constituyente en el horizonte, no será otra cosa que un ajuste de cuentas entre tendencias diferentes al interior del partido, las figuras correístas (los integrantes de la bancada parlamentaria, por ejemplo) guardan silencio. Sienten que Luisa González los divide y abrigan la esperanza de que Rafael Correa y Marcela Aguiñaga, quizá su único cuadro nacional con capital político por mérito propio y no por arrastre de su líder prófugo, lleguen a una reconciliación. Algo que sólo será posible si Correa resigna su liderazgo a favor de una nueva generación que preferiría alejarse del radicalismo chavista y aproximarse a la centro izquierda (a Lourdes Tibán, por ejemplo).

Estas indecisiones tendrán necesariamente que resolverse en la convención nacional y quizás la suerte del gobierno depende de ella. No hay que olvidar que Correa no ha tenido empacho, en sus declaraciones postconsulta, de declarar sus intenciones golpistas que ya hicieron ingobernable el país para los presidentes anteriores.

¿Ya está Nataly Morillo trabajando en ese tema? ¿Será capaz de hacerlo? ¿Tiene la autoridad (y la talla) para sentarse con Marcela Aguiñaga y llegar a acuerdos?

El presidente Noboa acaba de dar muestras de un espíritu dialogante que no se le conocía con la designación de Enrique Herrería como secretario jurídico de la Presidencia, en lugar del jovencísimo Stalin Andino, cuyo desastroso desempeño se estrelló contra la Corte Constitucional. Finalmente Noboa elige la experiencia, por fuera de las caprichosas incompetencias de “el nuevo Ecuador”, y apuesta por resolver sus diferencias con la Corte Constitucional, de la cual Herrería fue un integrante crítico, sin necesariamente pretender atropellarla (cosa a la que el nuevo asesor jurídico, hombre honorable y de Derecho, no estaría dispuesto).

La pregunta es: ¿por qué no busca una figura parecida para el ministerio de Gobierno? Un demócrata de experiencia que tenga la capacidad y la autoridad para construir y llegar a acuerdos con aquellos que probablemente le allanen el camino a una mayoría parlamentaria cómoda. Es inaudito que no aproveche, por ejemplo, las facultades de un José De La Gasca, quizá la única figura del gobierno que se acerca a ese perfil. En otras palabras: un negociador político como los había en los viejos tiempos. Porque aquello de “el nuevo Ecuador” es solo un eslogan vacío, ¿verdad? En el fondo, lo que necesita Noboa es un viejo.

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