Quito

El turismo en San Roque
Recorrido. En la plaza Santa Clara aprovechan para tomarse fotos. Cerca de ahí está la sombrerera y el taller de restauraciones Carrión, que tiene más de 80 años vigencia..ANGELO CHAMBA

San Roque, el barrio histórico de Quito que se resiste al olvido

Pese a su fama de ser una zona peligrosa, el barrio se reinventa. Artesanos, hierbateras y sombrereros abren sus puertas

Por años, el nombre de San Roque ha estado asociado a la inseguridad, los robos y las peleas. Para muchos quiteños, es una “zona roja” que se evita. Sin embargo, detrás de esa etiqueta se esconde un barrio histórico, con una vida cultural y artesanal que resiste al olvido.

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Turismo comunitario en Quito: descubre los oficios ancestrales de San Roque

San Roque, enclavado en el corazón del Centro Histórico de Quito, fue por más de cien años la sede del expenal García Moreno, y aunque la cárcel fue cerrada en 2014, el estigma nunca terminó de irse.

Pero el barrio no se rinde. Entre calles empinadas y plazas coloniales, se levanta una comunidad que busca mostrar su verdadero rostro. Desde hace más de una década, los vecinos impulsan un proyecto de turismo comunitario que abre las puertas de San Roque a visitantes nacionales y extranjeros, quienes recorren sus talleres y oficios tradicionales que aún sobreviven al paso del tiempo.

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Caminos de San Roque nació hace 12 años y fue impulsado por la Asociación de Guardianes del Patrimonio, liderada por Rosario Chiliguano. La iniciativa fue acompañada por la Fundación Gescultura, que capacitó a los vecinos y artesanos para recibir turistas y rescatar los saberes locales.

“San Roque siempre fue visto como un lugar peligroso, pero aquí también nació la historia artesanal de Quito. Somos la cuna de los primeros oficios”, dice Chiliguano, mientras muestra su taller donde viste imágenes religiosas y confecciona trajes para el Niño Jesús en telas como satín, terciopelo y organza. Menciona que los turistas extranjeros se sorprenden de que a las imágenes se vista como personas. “Les encanta tomar fotos y preguntar por los significados de cada traje”, comenta.

En la actualidad, 14 personas forman parte del proyecto, aunque buscan integrar a más vecinos. Los recorridos se realizan por calles como la Rocafuerte, Benalcázar y la Plaza Santa Clara, y cuentan con el acompañamiento de la Policía para garantizar la seguridad de los participantes.

Uno de los puntos que visitan es el mercado San Francisco, en la Rocafuerte y Chimborazo, donde los turistas extranjeros descubren frutas exóticas, colores y aromas que no existen en sus países. Allí trabaja Rosa Lagla, una de las pocas herbolarias tradicionales que quedan. Ella pertenece a la cuarta generación de curanderas y ofrece las conocidas “limpias” con hierbas.

turismo en San Roque
Curiosidad. Una visitante se animó a probar un jugo de mora en el mercado San Francisco.ANGELO CHAMBA

Mercados y hierbas medicinales: la riqueza cultural de San Roque

Como parte de la experiencia, les muestra el eucalipto, la ruda, la hierba luisa o el cedrón. Las huelen, las tocan y aprenden para qué sirve cada una. Algunos se animan a probar pomadas naturales para las reumas o la hoja de coca. “Vienen escépticos, pero se van maravillados con lo natural y espiritual que es todo esto”, dice.

A pocas cuadras del mercado, en la calle Benalcázar, Guadalupe Farinango mantiene con orgullo uno de los pocos talleres de sombreros que perduran en la ciudad. Recuerda que hace años toda la arteria estaba llena de esos negocios. Utiliza lana de borrego o de conejo y otros importados de Alemania.

Con el paso del tiempo, la producción no es la misma debido a que ahora no es habitual el uso de sombreros, sin embargo, han logrado mantenerse. Fabrican entre tres y cuatro docenas al mes y también restauran los sombreros viejos. “Los turistas miran con asombro cómo trabajamos, el oficio manual es lo que más les atrae”, dice.

Otro de los lugares que forma parte del recorrido es Selva Oriental, de Rosa González, quien desde hace 28 años elabora una bebida natural conocida como ‘agua de la vida’, que tiene 25 plantas naturales, como chancapiedra, boldo chileno, linaza, cedrón, hineldo, cola de caballo, menta… Todo natural. Señala que sirve para el estómago, los resfriados o el dolor del cuerpo. Los turistas prueban el brebaje, huelen las plantas y se maravillan con la sabiduría ancestral que aún se conserva entre las angostas calles del barrio.

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turismo en San Roque
Mercado. Los turistas visitan el puesto de Rosa Lagla, hierbatera. Ella les enseña sobre las limpias.ANGELO CHAMBA

Experiencias auténticas para turistas: descubrir San Roque paso a paso

En otro punto del recorrido está Restauraciones Carrión, un taller con más de 80 años vigencia en la recuperación de niños dios, vírgenes, santos y cristos. Rocío Carrión es la heredera del restaurador más antiguo de Quito y muestra cómo se reparan las imágenes religiosas dañadas por el tiempo. “Es un trabajo de paciencia, fe y arte”, explica. Decidió continuar con el oficio, demostrando que en San Roque los saberes no mueren, sino que se heredan y se transforman.

Sergio Bermeo fue decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central.

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En promedio, entre 900 y 1.000 turistas extranjeros visitan San Roque cada año, según Patricia Pavón, una de las anfitrionas comunitarias del proyecto. Menciona que les llama la atención lo auténtico: las frutas, los mercados, las limpias, los oficios. “Muchos solo conocen Galápagos o la Mitad del Mundo, y aquí descubren otra cara del Ecuador, más humana, más viva”, afirma.

El trayecto no solo busca atraer visitantes, sino reconstruir el orgullo del barrio. Cada esquina, cada fachada antigua y cada taller artesanal cuentan una historia.

Para Rosario Chiliguano, presidenta de la Asociación de Guardianes del Patrimonio, el turismo comunitario es una forma de resistencia. “Queremos que vean que San Roque no es solo peligro. Aquí hay arte, historia, trabajo, fe. Somos dueños de saberes ancestrales, de oficios tradicionales. Somos patrimonio intangible y queremos mantenerlo vivo”, resalta.

Paola Carrera, es otra anfitriona. Camina por las calles empedradas del Centro como quien recorre su propia casa. Conoce cada esquina, cada atajo que lleva a la plaza de Santa Clara. Desde hace varios años forma parte del proyecto y siente orgullo de cómo cambia la percepción de quienes conocen más a fondo el barrio.

El apoyo de la empresa privada y de fundaciones culturales ha permitido sostener el proyecto a lo largo del tiempo, aunque el reto es romper el estigma para que más visitantes, tanto nacionales como extranjeros se animen a conocer el Centro Histórico, más allá de la tradicional Plaza Grande.

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