
Tilly Norwood reabre debate ético y legal sobre la IA en Hollywood
La actriz, creación digital de un estudio, impulsa un diálogo sobre la sustitución de actores humanos y los derechos de autor
En la luz azulada de una pantalla, una joven de cabello castaño y expresión serena aparece frente a la cámara. Habla con naturalidad, sonríe, inclina ligeramente la cabeza y deja ver un gesto de timidez. Su nombre es Tilly Norwood, una actriz británica que sueña con abrirse paso en la industria del cine.
Su primera aparición en Instagram fue el 6 de mayo: una imagen en la que posa un vestido negro y una chaqueta sobre una cama. Días después, publicó otra foto, esta vez de espaldas, y la cuenta comenzó a viralizarse. En cuestión de semanas, Tilly sumó miles de seguidores y reproducciones en cada historia, presentándose como una intérprete en ascenso.
Pero Tilly no existe. Es una creación digital generada por Particle6, un estudio de producción con sede en los Países Bajos, fundado por la actriz y comediante Eline Van der Velden. Fue ella quien presentó a la ‘actriz’ durante la Cumbre de Zúrich, un encuentro internacional de la industria cinematográfica celebrado a finales de septiembre.
Desde entonces, el nombre de Tilly Norwood se ha extendido por redes sociales y medios especializados. Su cuenta, administrada por el propio estudio, muestra escenas de un supuesto día a día de celebridad emergente: sesiones fotográficas, anuncios publicitarios inventados y breves sketches cómicos. “Puede que sea inteligencia artificial, pero estoy sintiendo emociones muy reales en este momento. ¡Estoy tan emocionada por lo que viene!”, ‘escribió’ Tilly en una de sus publicaciones.
El entusiasmo digital, sin embargo, pronto chocó con la inquietud de actores, sindicatos y agencias de representación a nivel mundial, que vieron en ella una amenaza latente.
De lo viral a lo legal
La controversia comenzó cuando medios como Deadline y Variety revelaron que Particle6 había lanzado Xicoia, una agencia de talentos especializada en intérpretes generados por IA, y que Norwood estaba “en conversaciones” con representantes de Hollywood. El anuncio provocó una oleada de reacciones entre artistas, que consideraron que la propuesta amenaza la esencia misma de la interpretación.
“Qué vergüenza para estas personas”, comentó la actriz Mara Wilson, conocida por Matilda. “Han robado los rostros de cientos de mujeres jóvenes para crear a esta actriz. No son creadores, son ladrones de identidad.”
Otros intérpretes se sumaron al rechazo. La actriz Emily Blunt calificó la creación de “aterradora” durante una entrevista con Variety: “¿Eso es una IA? Dios mío, estamos perdidos. Es realmente, realmente inquietante. Por favor, agencias, no hagan eso. No nos quiten nuestra conexión humana”. La cineasta Reed Morano escribió que “ningún actor artificial puede replicar la humanidad y el alma del arte interpretativo”, mientras que Melissa Barrera, protagonista de In the Heights y Scream, comentó: “Espero que todos los actores representados por esa agencia los abandonen. Qué asco”.
Pero más allá de las críticas artísticas, la llegada de Tilly Norwood reabre dilemas éticos y legales que aún no tienen respuestas claras. El sindicato SAG-AFTRA advirtió que la creación digital “no es una actriz, es un personaje generado por un programa informático entrenado con el trabajo de innumerables artistas profesionales, sin permiso ni compensación”.
El gremio, que hace dos años ya protestó por el uso de la IA, subraya que el uso de intérpretes sintéticos podría poner en riesgo empleos reales y devaluar el arte humano.
Los retos legales que plantea Tilly son complejos. Entre ellos destacan la propiedad intelectual (si las actuaciones ‘nuevas’ infringen derechos de autor), los derechos de publicidad y personalidad (uso comercial de la imagen y voz de actores reales), contratos y leyes laborales (consentimiento y compensación), protección al consumidor (transparencia sobre intérpretes sintéticos) y responsabilidad civil ante posibles imitaciones de actuaciones protegidas.
“No resuelve ningún problema: crea el problema de usar actuaciones robadas”, alega el gremio ante la disyuntiva.
Una respuesta poco convincente
Frente a la polémica, Van der Velden respondió a las críticas desde los perfiles oficiales de Tilly Norwood: “Ella no es un reemplazo de un ser humano, sino una obra creativa, una pieza de arte”, escribió. Agregó que el proyecto debe entenderse “como un acto de imaginación y destreza, similar a dibujar un personaje, escribir un papel o moldear una actuación”. También sostuvo que “los personajes generados con inteligencia artificial deben ser juzgados como parte de su propio género, en lugar de compararlos con actores reales”.
La productora defendió que su trabajo no busca desplazar a los intérpretes, sino explorar nuevas formas narrativas. “Veo la inteligencia artificial no como un reemplazo de las personas, sino como una nueva herramienta, un nuevo pincel. Así como la animación, la marioneta o el CGI abrieron posibilidades sin quitarle espacio a la actuación en vivo, la IA ofrece otra manera de imaginar y construir historias”.
Sin embargo, la realidad, como han señalado los actores de carne y hueso, es que aunque Tilly sigue siendo más un experimento mediático que una estrella de Hollywood, su existencia obliga a replantear el futuro del entretenimiento en un contexto complejo. Estudios que buscan reducir costos y una asistencia a los cines en descenso podrían llevar a la industria a considerar a los actores sintéticos como una solución económica, generando nuevos dilemas para artistas, sindicatos y audiencias.
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