
Polémica continúa en Quito por obra teatral en la capilla del Museo de la Ciudad
El Consejo Metropolitano tratará el tema el martes 9 de diciembre y ha pedido la presencia de las autoridades de Cultura
El 27 y 29 de noviembre, el colectivo Up Zurdas presentó en la capilla del Museo de la Ciudad la obra Aristócratas: crónicas de una marica incómoda, una pieza drag que rinde homenaje al escritor chileno y activista Pedro Lemebel (1952-2015). El espacio, desacralizado en 1998, forma parte del circuito patrimonial del Centro Histórico y funciona como sala cultural desde hace más de dos décadas. La presentación fue anunciada públicamente como parte de una programación vinculada a la conmemoración de los 28 años desde la despenalización de la homosexualidad en el Ecuador.
Sin embargo, a días de su puesta en escena, la obra generó un debate sin precedentes, que incluso dio pie a un plantón ciudadano frente a la alcaldía capitalina, pues para los feligreses católicos, el uso del espacio, así se trate de una capilla desacralizada, se trata de una afrenta contra dicha fe.
La semana pasada, el arzobispo de Quito, Alfredo Espinoza, manifestó su rechazo mediante un comunicado. Indicó que la obra “ofende gravemente la sensibilidad y la tradición histórica de la comunidad católica”. En el texto enfatizó que, pese a su uso actual, en la capilla permanece “una huella indeleble de identidad católica, pues aún se conservan imágenes y otros elementos propios de la religiosidad”.
La Secretaría de Cultura y la Fundación Museos de la Ciudad respondieron con un comunicado en el que expresaron que “lamentan haber afectado las creencias de una parte de la ciudadanía”. Ambas instituciones afirmaron que su rol es “garantizar que todas las voces puedan existir sin que ninguna vulnere los derechos de otra”.
La controversia alcanzó también al Municipio. Durante una sesión del Concejo Metropolitano, el alcalde Pabel Muñoz declaró: “no tengo ningún empacho en pedir disculpas públicas por las molestias causadas en el ambiente católico”. Añadió que su gesto “no implica desconocer derechos culturales ni condicionar la producción artística”, sino reconocer que “en una ciudad plural conviven sensibilidades diversas”.
Pese a ello, la polémica no ha cesado, generado voces a favor y en contras en redes sociales, que continúan manifestándose semanas después del montaje de la pieza. Este martes 9 de diciembre, doce días después de su primera puesta en escena, el tema se debatirá nuevamente en el seno del Consejo Metropolitano. Según la orden del día, se ha solicitado la presencia del secretario de Cultura, Jorge Cisneros para que "detalle...los criterios considerados para autorizar la utilización de la Capilla del Museo de la Ciudad".

¿De qué se trata la obra?
Aristócratas: crónicas de una marica incómoda toma como punto de partida el universo de Pedro Lemebel para construir una narrativa performática que aborda discriminaciones estructurales y experiencias de grupos vulnerables.
La puesta en escena incorpora referencias a colectivos LGBTIQ+, líderes indígenas, migrantes y jóvenes víctimas de violencia, articulando un discurso que vincula corporalidad, memoria y denuncia social. Parte de su dispositivo estético se apoya en imágenes directas y acciones performativas que buscan poner en discusión las formas en que ciertos cuerpos son leídos en el espacio público y las condiciones sociales que los atraviesan.
“Nosotros somos parte de esta sociedad, no estamos excluidos. Caminamos donde camina todo el pueblo, vivimos donde vive la gente. No estamos en una cúpula, en una burbuja o en una mazmorra. No. Nosotros somos parte de la sociedad también, tenemos carencias, necesidades y podemos vivir y criticar a la sociedad desde nuestra visión y nuestro sentir”, explicó Reinaldo Bracho, codirector e intérprete, en una entrevista.
Para el colectivo, el uso del cuerpo en escena funciona como un recurso simbólico para señalar contextos de violencia histórica y contemporánea, sin pretensión de embellecerlos. Bracho señaló que la obra incorpora una “estética cruda” como forma de representación de realidades que, en la vida cotidiana, suelen permanecer invisibilizadas.
“Lo que queremos mostrar es eso, porque un transfeminicidio no está decorado”, afirmó, antes de recordar que la performance busca poner en primer plano situaciones que en la realidad “ocurren de manera mucho más cruel, mucho más brutal”. Según él, mostrar estos cuerpos en escena no es un gesto ornamental, sino un mecanismo para “nombrar algo que existe y que muchas veces no se quiere ver”.
Voces a favor, voces en contra
Desde el ámbito artístico, una de las voces consultadas fue la de la curadora e historiadora del arte Marta Muñoz, quien afirmó que “la representación ha sido un medio fundamental en la expresión artística desde sus inicios, capturando las percepciones y pensamientos humanos”. Explicó que los museos justo surgieron “para salvaguardar la libertad artística y defender el derecho del arte a provocar e inquietar, o del espectador a sentirse perturbado”.
Según su análisis, en ciertos contextos contemporáneos se “tienden a censurar obras, evidenciando así la falta de interés en estimular debates y la desconfianza absoluta al intelecto del público para navegar por las sutilezas artísticas”.
La directora del Museo de la Ciudad, Victoria Novillo Rameix, explicó en una entrevista que la presentación se realizó dentro del marco jurídico y programático de la institución. Señaló que “todos los eventos artísticos que promueve y desarrolla el Museo de la Ciudad en su capilla se amparan en los derechos constitucionales, en la Ley Orgánica de la Cultura, en los lineamientos de la política cultural definidos por la secretaría de cultura.
Desde el otro lado del espectro, voces como la de Ana Lidia Marchena, del colectivo Sí a la familia, indican que la respuesta generada ha respondido exclusivamente al espacio donde se llevó a cabo la muestra. “Nos han acusado de homofóbicos, y ese no es el caso…La obra podía presentarse en cualquier teatro, pero que se haya elegido justo la capilla es lo que cuestionamos”.
En redes sociales, las reacciones tampoco se han hecho esperar. Algunos como Jeison Correa afirman que lo que molesta de la obra no es el espacio, sino el contenido. "Lo único que les ofende es que personas queer estén dentro de una iglesia, que se muestren y visibilicen sus realidades”.
Otros como Mariana Andrade, directora de Ochoymedio y exsecretaria de Cultura han cuestionado que las autoridades culturales de la urbe deban presentarse ante el consejo metropolitano el martes 9 de diciembre "como si hubieran encendido una hoguera en la Plaza Grande...".
Mientras tanto, practicantes católicos consultados señalaron que “las capillas son lugares sagrados, no son escenarios para burlarse de la fe, ni para promover agendas ideológicas”.

Una situación con múltiples precedentes
Pero aunque el caso de Aristócratas ha sido el que mayor polémica ha provocado este año, no ha sido el único. En julio, la caricaturista Vilma Vargas, conocida como Vilmatraca, denunció que la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay canceló, sin previo aviso ni explicación, la exposición “El jardín de las malicias”, muestra que reunía su producción reciente de crítica política.
Según Vargas, la exhibición había sido ofrecida como un gesto reparador frente a la censura experimentada en 2016 durante su muestra “Huarmicaricaturas por la libertad”. Para la artista, lo ocurrido representó una nueva forma de censura que no solo alcanzó a su trabajo, sino que también vulneró el derecho a la libertad de expresión y a la crítica cultural.
A fines de noviembre, la Bienal de Cuenca denunció ante la Fiscalía del Azuay amenazas contenidas en una misiva firmada por el grupo autodenominado Dios, Patria, Orden y Tradición (DPOT). El documento exigía el retiro inmediato de la obra Son de Malvinas, del artista Fernando Falconí, una instalación que combina música, documental, testimonios y performance y que fue concebida como un trabajo colectivo con las familias de cuatro niños y adolescentes desaparecidos y asesinados en el sector de Las Malvinas, en Guayaquil, en 2024.
Los firmantes afirmaban que la pieza “ofenden públicamente a nuestro intachable gobierno nacional (…) y a nuestras gloriosas fuerzas armadas ecuatorianas”.

El episodio más reciente ocurrió el sábado 6 de diciembre en Guayaquil, cuando un colectivo de artistas denunció que un mural realizado en homenaje a los niños de Malvinas, ubicado en las calles Loja y Rocafuerte, había sido borrado parcialmente.
“Vivimos una polarización global donde muchos artistas son silenciados por cuestionar normas sociales y religiosas o expresar opiniones políticas opuestas a las narrativas dominantes. No se busca el debate, sino solo silenciar, y eso es lo que debemos cuestionar. Que aunque estemos en desacuerdo, exista un debate”, añade Muñoz.
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