
Análisis | La 'funas', ¿por qué nos sentimos libres de hacerlas en redes sociales?
La cultura del odio se alimenta del anonimato. Las 'funas' son la nueva cara de este linchamiento digital
Desde celebridades mundialmente conocidas hasta adolescentes que toman malas decisiones, todos estos factores se inyectan en la mente de los navegantes digitales, quienes se sienten con la libertad de iniciar una lluvia de funas.
Un fenómeno que se potencia gracias al recurso más poderoso que posee cada usuario: el anonimato. Esta es la facilidad con la que las redes sociales permite liberar impulsos reprimidos sin consecuencias directas.
En plataformas como TikTok, donde la viralidad es cuestión de segundos, los usuarios pueden sentirse empujados a mancillar a una persona o una situación.
Es como si a un usuario que tiene el pensamiento reprimido, TikTok le susurrara al oído y dijera: “Hazlo, no lo pienses demasiado”. Y así, los comentarios irónicos o crueles comienzan a rebosar: “Ella no merece ese hate, merece más”, “Me dio pena ajena…” o “No le fluye la inteligencia”.
Estas frases, que parecen inofensivas o improvisadas, en realidad esconden algo más profundo: una forma de agresividad diseminada y socialmente validada.
La situación de Regina
A finales de octubre de este año, un caso que involucró a una menor mexicana llamada Regina se viralizó en TikTok y otras redes sociales. La joven, asistió a una fiesta privada en Playa del Carmen donde los invitados pagaron 300 pesos (alrededor de 17 dólares).
Sin embargo, la celebración tomó un rumbo inesperado: Regina fue encontrada inconsciente en una habitación, en aparente estado de ebriedad, hecho que fue grabado y difundido en redes sociales. Su madre, al enterarse, acudió con las autoridades, quienes dieron fin a la fiesta y cancelaron el evento.
Pero las consecuencias no terminaron allí. TikTok desató una ola de críticas y burlas hacia la adolescente. Comentarios como “Regina, no sabes todo lo que tuve que hacer para que me dejaran ir a la fiesta y la cancelaron por tu culpa” se convirtieron en ataques personales.
Otros la cuestionaron por haber perdido el conocimiento a los pocos minutos de iniciar el evento, ignorando por completo que se trataba de una menor de edad. La empatía desapareció, reemplazada por un linchamiento público disfrazado de humor o simple opinión.
@jzzdzh 😞 lloro por que ni siquiera habían pasado 15 minutos de que yo llegue y llegó la fackin patrulla alv#regina#peda#halloween#cancelado#qro ♬ Pursuit Of Happiness - Extended Steve Aoki Remix - Kid Cudi
Frente a esto, EXPRESIONES habló con el sociólogo Héctor Chiriboga quien plantea una reflexión: “Lo que está detrás de esa verborragia grosera en redes sociales es un narcisismo identitario. Hemos llegado a tal punto en la construcción de identidades y etiquetas que no toleramos a quienes pertenecen a otras, y sentimos que nos vulneran en lo más íntimo, aunque no nos afecten vitalmente”.
Chiriboga añade que, si bien la libertad de expresión ampara la crítica, hay límites: “Protege al individuo común en cuanto al poder. Uno puede referirse al poder, los gobernantes deben aceptar críticas, incluso salidas de tono. Pero si solo es el insulto craso y vulgar sin objetivo, no se va a ninguna parte. La niña era menor de edad, no una figura de autoridad”.
Para el experto, las redes sociales se han convertido en un espacio donde la agresividad reprimida encuentra salida sin consecuencias: “La tecnología de las redes sociales permite la diseminación de la agresividad sin consecuencias. Antes, el otro existía y te decía: 'oye, ¿por qué dices esas cosas?', pero ahora no hay nadie que te cuestione”.
Esa diseminación se amplifica por la pertenencia a comunidades digitales que validan ciertos comportamientos. “La cultura modula la agresividad y construye universos simbólicos que nos identifican. Pero al mismo tiempo deja fuera a otros. Entonces, insultar al que no pertenece a nuestra comunidad se vuelve aceptado”, explica Chiriboga.
El fenómeno de las 'funas', entonces, no solo evidencia la fragilidad del comportamiento colectivo, sino también la necesidad de las personas de canalizar su malestar interno en espacios donde nadie puede detenerlas.
En un entorno donde la agresión se maquilla de opinión y la empatía se diluye entre etiquetas, el reto es recuperar la reflexión. Porque, como concluye el sociólogo, “la época reflexiva terminó”.
@perakisotoo Regina y el halloween más corto de la historia, 20 min #storytime #story ♬ sonido original - Peraki Soto
El caso de Ángela Aguilar
Es importante traer a colación a la cantante mexicana de 21 años. El reciente caso de Ángela Aguilar, expuesta a una oleada de críticas tras hacerse pública su relación sentimental, evidencia cómo la dinámica de las funas en TikTok convierte cualquier gesto o comentario en una tormenta de ataques.
Desde su matrimonio con Christian Nodal en julio de 2024, el rastreo obsesivo de errores se ha hecho presente en cada paso de la artista. Los usuarios buscan cualquier oportunidad para señalarla: si Ángela dice “amor” con un tono particularmente agudo, la critican; si desafina en un concierto, no lo pasan por alto; si realiza un comentario revelador, lo transforman en un arma de doble filo para alimentar nuevas agresiones.
En este ecosistema donde el escrutinio funciona como entretenimiento y la viralidad es el combustible, la figura de Aguilar deja de ser una cantante para convertirse en un envase de descargas emocionales.
Sus conciertos ya no se llenan, el número de seguidores ha disminuido y videos donde interactúa con admiradores se difunden bajo la sospecha de estar ‘montados’, una historia que las redes insisten en reforzar sin pruebas claras.
@dam_herrera_ 2da parte de Por qué le caeré mal a Todo mundo. También yo:😝😜#angelaaguilar #paratiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii #humor #funnyvideo #fyp ♬ sonido original - 🎧~Brosly~🎛️
Las comunidades en los comentarios se multiplican y más personas se suman al ataque. Esta situación revela que, más allá del hecho puntual, las 'funas' operan como un mecanismo colectivo que simplifica, amplifica y castiga, convirtiendo cualquier situación controversial en casi una condena pública que se masifica en cuestión de minutos.
Conversemos desde la mirada psicológica
EXPRESIONES también conversó con la psicóloga clínica y máster en psicoanálisis, con mención en clínica psicoanalítica, Carlota Álvarez:
P. ¿Por qué los individuos se sienten tan cómodos en redes sociales al expresar pensamientos ofensivos?
R. Existen dos partes. Por un lado, cuando una persona entra en una red que genera o sostiene discursos de odio, se siente respaldada por esos comentarios, lo que facilita que exprese ideas del mismo tono. Además, en redes sociales no existe la retroalimentación tradicional del cara a cara: se le habla a la masa, no a un individuo real.
P. ¿Por qué en algunos casos los ataques llegan a ser extremadamente crueles?
R. Esto puede entenderse desde una mirada especular. La celebridad suele ubicarse en un estatus imaginario de perfección y éxito, por eso, el hater siente que puede ‘rasgar’ esa perfección a través del hate. Es una forma simbólica de atacar aquello que admira o que le incomoda.
P. ¿Se puede pensar que las críticas u odios en redes funcionan como un desahogo personal?
R. Más que un desahogo, se trata de un proceso de identificación imaginaria. El hater reconoce en la figura pública un rasgo que rechaza en sí mismo. Esa incomodidad interna se proyecta hacia la celebridad y se descarga en forma de burla, acoso o crueldad. Es una agresión que parece dirigida hacia otro, pero que en realidad habla de un conflicto propio.
P. Desde la mirada psicológica, ¿Cómo influye el anonimato en esa libertad para ser agresivos?
R. Cuando los espacios digitales permiten el anonimato o el uso de cuentas falsas, se crea una sensación de seguridad. La virtualidad desvirtuada: perfiles sin rostro, nombres ficticios, identidades inventadas. Todo eso ofrece un entorno ‘cómodo’ para herir, lastimar o lanzar comentarios ofensivos sin asumir responsabilidad alguna.
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