Llevan más de 50 años formando parte del paisaje del campus Las Peñas de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), ubicado en Malecón y Loja, pero no todos conocen que en el centro de la ciudad hay una muestra viva de las islas Galápagos, a pesar de que forma parte de la ruta turística guayaquileña.

Se trata de cinco tortugas gigantes, de entre 70 y 140 años, que tras donaciones llegaron a ese sitio en la década del 60.

El público que sabe de la existencia de estos ejemplares ingresa a conocerlas con solo presentar el documento de identidad en la puerta de la garita de este centro de estudios superiores.

Antes de la pandemia por la COVID-19 llegaban hasta grupos de extranjeros que visitaban Guayaquil y andaban con guías. Sin embargo, el aforo y las medidas de bioseguridad limitaron el turismo de este sitio que ahora se reactiva para que todos puedan disfrutar y observar estas especies.

Desde los exteriores de un amplio espacio cercado, de un parque que está junto a las aulas de la Espae (Graduate School of Management), Corolina Córdova se deleita viendo a las tortugas comer hierba, hojas de choclo, frutas y cactus.

Mientras Zulay Chonillo sonríe al observar cómo los ejemplares comparten sus alimentos con unas que otras iguanas que bajan de los árboles y que entre rato parece que estuvieran jugando o peleando por su territorio.

Coincidentemente ambas sacan de sus carteras sus teléfonos celulares y de inmediato comienzan a tomar fotos y a grabar esos momentos. Incluso, hacen unas selfies con las tortugas de fondo e intentan darle de comer, pero eso no se lo permiten quienes están al cuidado de los animales, ya que estas especies tienen una alimentación especial y balanceada.

Carolina y Zulay son dos de las decenas de personas que el miércoles pasado estaban de visita en el campus, donde la entrada no tiene costo y los turistas pueden llegar de lunes a viernes, de 09:00 a 17:00.

“Hace tres años estuve en este lugar con dos sobrinos, ahora he venido con varios amigos. Me cautiva observar este panorama”, resalta Carolina.

Durante su estadía, ellas se toparon con un grupo de turistas noruegos, quienes también sintieron curiosidad por conocer esta parte del paisaje de Guayaquil, conocido también como las ‘Galápagos de los pobres’.

Pero la mayoría de los visitantes son aquellos que van al Malecón 2000, Barrio Las Peñas y Cerro Santa Ana -sitios emblemáticos de la ciudad-,quienes al seguir la ruta turística se trasladan al edificio de la Espol donde de inmediato se sienten como si estuvieran en el Archipiélago.

Ese es el caso de Raúl Molina, quien el martes pasado acompañó a sus dos hijos a un recorrido por el Museo del Bombero -que está frente al campus- y decidió cruzar la calle para contemplar a las gigantes. “¡Están hermosas. Míralas cómo caminan lento!”, exclamaban los niños emocionados. Ellos ya sabían de la existencia de estos reptiles. Sus amigos de la escuela les habían contado de una visita que habían hecho al lugar el mes pasado.

Las tortugas nunca están solas, pues siempre tienen la compañía de los estudiantes de la Espae que asisten a clases todos los días y a su paso las saludan como si fueran otros de sus compañeros. “Hemos aprendido a convivir con estas especies y a tratarlas como si fueran nuestra familia”, analiza Jonathan Izaguirre, alumno.

En una parte del cercado, que está dividido en dos, se puede observar a Polita, la única hembra, la más vieja del corral (140 años) y la más engreída, debido a su docilidad y a su especial hábito de acercarse a quienes la visitan. Ella comparte el espacio con Chafo (95), quien recibió ese nombre por gustarle pastar la hierba; y también con Pepe Llanero (95) que forman un trío de buenos amigos.

Al otro lado de la cerca está Rey (95), mientras que a pocos metros de distancia se encuentra el solitario Dartañán (80), el más pequeño de los machos, que está aislado de los demás debido a su agresividad. A veces se esconde dentro de su caparazón, pero cuando escucha voces deja salir su cabeza y levanta su cuello para observar lo que pasa a su alrededor.

El gran ausente es Polito, la tortuga emblemática de la Espol, quien murió en 2020 a la edad de 125 años, debido al bocio que padecía.

Desde hace 20 años, el biólogo Marcos Cedeño se encarga de cuidar y alimentar a las tortugas. “Ellas comen una vez al día, cinco veces a la semana: hojas de choclo, alfalfa, nabo u hoja de lechuga como base. También se les da banano, tomate, zanahoria y pepino. Les encanta el cactus que hay en el campus”, reseña el profesional que está pendiente de la salud de cada una de ellas.

Cuenta que durante los primeros meses de la pandemia se hizo malabares para alimentarlas. “Las restricciones de circulación de personas y de vehículos complicaron un poco la tarea; pero logramos que nuestros proveedores entreguen la comida y que esta nunca les falte a las tortugas”, anota, al recordar que Fundaespol entrega $ 200 mensuales para estos gastos.

Al momento estas especies siguen siendo la atracción de ecuatorianos y extranjeros.

Cedeño enfatiza que las puertas del campus están abiertas para todos los que deseen conocer las ‘Galápagos de Guayaquil’.