
La trampa de la modernidad: cómo la tecnología está debilitando nuestras relaciones
Psicólogos analizan cómo el uso excesivo de la tecnología está desplazando los vínculos presenciales
La promesa de una sociedad más conectada, de amistades y trabajos a un clic de distancia, ha derivado, según el psicólogo Luiggi Sáenz de Viteri, en una paradoja: la era de la hiperconectividad podría estar aislándonos.
“Es como una trampa de la modernidad”, afirma. Lo que comenzó como una solución para ahorrar tiempo, mejorar la productividad y facilitar la vida cotidiana, hoy amenaza con disolver los vínculos sociales más esenciales.
Sáenz de Viteri explica que el teletrabajo es uno de los fenómenos más representativos de esta transformación. Aunque muchas personas lo consideran una ventaja, también implica un riesgo psicológico: “puede crear la sensación de que no hay un espacio para ti, sino que el trabajo está donde tú estés todo el tiempo”.
La línea entre lo personal y lo laboral se difumina, y con ello se debilita la posibilidad de descanso real y de vínculos sociales de calidad.
Del clic al aislamiento: la paradoja digital
La tecnología, desde las apps de comida hasta las plataformas de streaming, ha facilitado nuestra vida diaria, pero también ha reemplazado espacios de interacción humana. “El valor de un abrazo, de que alguien esté ahí cuando estás pasando por un momento alegre o difícil, suma muchísimo más”, asegura.
En su visión, la virtualidad ha alejado a las personas de sus barrios, de sus colegas, de los rituales que antes fortalecían la comunidad: “ya no se conocen los vecinos, los compañeros no comparten como antes, y eso afecta el sentido de pertenencia”.
¿Dónde quedaron los abrazos y las visitas?
A esta visión se suma la del psicólogo clínico Juan Cando, quien señala que en Ecuador se observa una tendencia creciente hacia comportamientos asociales, influenciada tanto por el uso intensivo de tecnologías como por las condiciones sociales del país.
“El acceso generalizado a las tecnologías ha desplazado muchas interacciones presenciales, especialmente en niños, adolescentes y familias, donde el vínculo cara a cara ha sido sustituido por la conexión virtual”, advierte. A esto se suman factores como la inseguridad y la crisis económica, que dificultan la socialización espontánea y refuerzan el aislamiento.
Sin embargo, Cando matiza que no se puede culpar solo a la tecnología: “aunque puede fomentar el retraimiento si no se regula, también permite mantener la comunicación en situaciones difíciles”. Las tecnologías, dice, “proporcionan una infinidad de posibilidades.
La tecnología no es enemiga: el reto es regularla
Hoy en día la mayoría de personas están a un clic, a un token, a estar en lugares donde nunca pensaron estar gracias a estas tecnologías”. El verdadero reto, concluye, “es regular dicho uso. Saber hacer un uso correcto de las tecnologías sin alejarnos de la realidad en la que coexistimos”.
Además, los modos actuales de comunicación digital han perdido su componente más humano. “Yo puedo mandarte este audio, pero no sé cómo reaccionas, si te burlas, si frunces el ceño o te alegras. Nos falta ese feedback emocional que solo se obtiene cara a cara”, advierte Sáenz de Viteri.
En este contexto, no condena el avance tecnológico, pero sí invita a construir un nuevo equilibrio entre lo digital y lo presencial. Un café compartido, una caminata juntos, una conversación sin pantallas de por medio pueden hacer una gran diferencia en el bienestar emocional y en el fortalecimiento de los lazos sociales.