
Teatro infantil: obras sobre el cosmos y la empatía se presentan en Quito
El Caracolito Andariego y Polvo de Estrellas acercan a los niños al arte escénico. Conoce la programación
El caracolito no tiene prisa. Su paso es lento, pero constante. Ha decidido dejar su casa para explorar el mundo, y en su recorrido se detiene a observar los colores de las hojas, el brillo de las piedras, el vuelo de los insectos; cada uno diferente a todo lo que hasta ese momento ha visto. En cada parada descubre algo que lo transforma y le enseña que el viaje, más que el destino, es lo que importa. Así comienza El caracolito andariego, una obra creada por Trizkel Colectivo de Artes Escénicas, que tras seis años recorriendo el país, ahora forma parte del programa Sucre para Guaguas, de la Fundación Teatro Nacional Sucre.
La obra, pensada para los más pequeños, nace de una búsqueda que va más allá del entretenimiento. “Lo que queremos es que los niños y niñas sientan que este es un espacio donde pueden reconocerse y sentirse incluidos, dice Francisco Ordóñez, director de la obra. No hay un solo tipo de niño, ni una sola forma de mirar el mundo, y esa diversidad está presente en cada parte del montaje”.
Esa noción de la inclusión, entendida no solo desde lo físico, sino también desde lo sensorial y lo emocional, atraviesa toda la propuesta. El caracolito andariego combina teatro, movimiento, música y objetos para construir un relato accesible, donde la palabra no es lo principal. “Tratamos de que el lenguaje sea amplio, que llegue tanto a los niños oyentes como a los que no escuchan, a los que están en movimiento constante o a los que prefieren observar, explica Saraí Medina, actriz de la obra. Por eso hay muchos recursos visuales, gestuales y sonoros. La idea es que nadie se quede fuera de la experiencia”.
Abrazar las diferencias
La pieza, que ha viajado por diferentes ciudades del país, también invita a reflexionar sobre el ritmo del mundo contemporáneo y la importancia de detenerse. “Vivimos en una sociedad que todo el tiempo empuja hacia la velocidad, hacia el consumo, hacia la prisa. El caracolito propone lo contrario: mirar con calma, escucharse y escuchar al otro”, dice Ordóñez. En esa lentitud también se encuentra una forma de inclusión: el respeto por los tiempos individuales, por las distintas maneras de percibir el entorno.
El proyecto, además, busca que el público infantil experimente el arte sin estructuras rígidas. “No queremos decirles cómo deben entender la historia, añade Medina, sino ofrecerles una experiencia que puedan vivir desde su sensibilidad. Cada niño la interpreta a su modo, y eso es lo más bonito”. Esa apertura es, también, una forma de educar la mirada desde la empatía y el reconocimiento de la diferencia.
Desde su estreno, El caracolito andariego ha sido parte de procesos educativos y comunitarios. “A veces nos invitan a escuelas rurales, o a espacios donde los niños no siempre tienen acceso al teatro. Y ahí se vuelve aún más evidente lo necesario que es hablar de inclusión desde el arte -comenta Ordóñez-. No se trata de poner etiquetas, sino de generar vínculos reales entre personas distintas, de mostrar que todos cabemos en un mismo espacio”.
Después de seis años en movimiento, la obra continúa creciendo. “La idea es que siga su recorrido -afirma el colectivo-, que siga andando como su protagonista, con la esperanza de llegar a más lugares y más públicos. Porque el mensaje que lleva, el de mirar al otro con empatía y respeto, sigue siendo urgente”.
El caracolito andariego se presenta el domingo 26 de octubre a las 12:00 en el Teatro México. El ingreso tiene un valor de 8 dólares.
Una apuesta para la pimera infancia
Después del recorrido de El caracolito andariego, la programación de Sucre para Guaguas continuará en noviembre con Polvo de estrellas, una obra del Círculo de Artes Escénicas, codirigida por Tanya Sánchez y Matías Belmar, y escrita por la dramaturga chilena Layla Raña.
La pieza propone una experiencia inmersiva para bebés y familias, en la que el cuerpo, el sonido y la luz dialogan en un espacio compartido, construyendo un relato sensorial pensado para los más pequeños. La obra, señalan sus creadores, surgió a partir de la experiencia con sus propios hijos. “Nos dimos cuenta de que no había propuestas artísticas para bebés o niños muy pequeños, y que eso limitaba mucho dónde los podíamos llevar y a qué podíamos exponerlos”, explica Sánchez.

La acogida de la obra ha confirmado que no eran los únicos en notar esa necesidad. “El público nos agradece mucho -añade- porque sienten que venimos a cubrir un vacío. Hay muy pocos espectáculos pensados para bebés, y cuando los hay, suelen ser de animación, no artísticos. Entonces, cuando ven Polvo de estrellas, nos dicen: gracias por hacer algo con relevancia artística, que respete la sensibilidad de los niños y también de sus familias”.
Un viaje por los astros
Polvo de estrellas surge de la fascinación por el cosmos y el viaje de las naves Voyager, que en 1977 enviaron al espacio un disco de oro con sonidos y música representativa de la humanidad, saludos en 55 idiomas y un ensayo llamado Sonidos de la Tierra. “La idea fue trabajar sobre el viaje de las Voyager y cómo estos elementos nos conectan con la historia del universo -explica Sánchez-. Queríamos que los bebés y sus familias vivieran una experiencia sensorial que les permitiera imaginar el ciclo de la vida de una estrella a través del movimiento, la luz, la música, la danza y la interacción con los intérpretes”.
La obra también ofrece un acercamiento a conceptos científicos y poéticos como la distancia, la trayectoria, la gravedad y las dimensiones, construidos a través de la acción, la luz y los objetos escénicos.
La propuesta integra la investigación sobre etapas de desarrollo infantil y lenguaje no verbal, incluyendo sonidos, onomatopeyas y estímulos visuales que permiten a los bebés entrar en contacto con el ritmo y la narrativa sin necesidad de palabras. “Nuestra relación con los bebés no es narrativa, es sensorial -indica Belmar-. Creamos cuadros y sorpresas que cambian cada minuto porque la atención de los bebés es efímera. Es un diálogo que no depende de la palabra, sino del cuerpo, del sonido y de la luz”.
La pieza se presentará en el Teatro México el 30 de noviembre a las 12:00. Ahí los bebés se sientan junto a sus acompañantes a ras del suelo, rodeando a los intérpretes, lo que permite construir un espacio íntimo donde los niños pueden observar, tocar y sentir cada estímulo. El costo es de $ 8.