Rosa Torres Gorostiza | Se gobierna con dinero ajeno
Se empuja al país a producir menos, cuando necesita exactamente lo contrario: más trabajo, más empleo, más producción
Gobernar no es repartir aplausos fáciles ni administrar el tiempo ajeno como si fuera propio. Mucho menos en un país golpeado por la crisis, la inseguridad y el desempleo. Declarar días de descanso obligatorio por decreto, incluso para empresas públicas y privadas, no es una medida inocente ni solidaria: es una decisión profundamente irresponsable.
Ordenar que una empresa deje de producir porque “corresponde” dar descanso en fechas que no están previstas en la ley es castigar la productividad y debilitar la economía. Ningún gobierno tiene derecho a decirle a una empresa cuándo debe parar, especialmente cuando esa paralización se traduce en pérdidas, incumplimientos y menor capacidad de generar empleo. Eso no es sensibilidad social; es deshonestidad política.
Un presidente no puede gobernar con recursos que no le pertenecen. No puede usar el esfuerzo de las empresas -y por extensión de sus trabajadores- como moneda para ganar simpatías. Esa práctica tiene nombre: demagogia. ¿Con quién busca congraciarse el Gobierno al imponer estos descansos forzados? ¿Con los trabajadores? Paradójicamente, es a ellos a quienes los termina perjudicando. Porque cuando se le quitan recursos a la empresa privada, se reducen inversiones, se congelan contrataciones y se pierden oportunidades laborales.
Además, no todas las actividades pueden detenerse. Hay sectores cuyo giro de negocio exige operar de manera continua. En esos casos, el decreto obliga a pagar jornadas dobles, encareciendo aún más la operación en un contexto ya asfixiante. Así no se hace patria. Así se empuja al país a producir menos, cuando lo que necesita es exactamente lo contrario: más trabajo, más empleo, más producción.
La pregunta es inevitable: ¿la declaratoria del 2 de enero como día de descanso obligatorio busca justificar los constantes viajes presidenciales al exterior? Si es así el mensaje es devastador. El presidente debería ser el primero en dar ejemplo de trabajo y compromiso.
Las decisiones políticas no son gestos simbólicos: tienen consecuencias reales. Y hoy, esas decisiones están impactando negativamente en un país que no necesita feriados improvisados, sino liderazgo, seriedad y respeto por el esfuerzo de quienes aún sostienen la economía nacional.