Vivi Jalil
Vivi Jalil, una mujer con resilienciaJuan Pablo Castillo

“Solo por hoy”: Vivi Jalil y su valentía de contar lo que otros callan

Compartió su historia para sanar, romper el tabú del alcohol y ofrecer a sus dos hijas una vida más consciente y presente

Hablar de alcoholismo sigue siendo incómodo. Con frecuencia lo imaginamos en alguien “al borde del abismo”: bajo un puente, con la vida hecha pedazos e incapaz de trabajar. Pero Viviana Jalil, emprendedora y madre de dos niñas, es una mujer segura de sí que derriba ese estigma con la fuerza de quien vive la enfermedad y ha decidido afrontarla sin rodeos.

“Hay empresarios exitosos que cierran negocios con alcohol de por medio para festejar. Y también hay madres que se toman dos o tres botellas de vino sin que nadie se entere”, dice. Su voz no acusa; invita a mirar la realidad sin máscaras: el alcoholismo no siempre se ve como imaginamos.

Vivi insiste en algo clave: hay mucha desinformación. Y por eso, cuando ella afirma que tuvo un problema serio con el alcohol, muchas personas intentan convencerla de lo contrario. “La gente te dice: ‘Tú no eres alcohólica’. Pero no entienden lo que significa realmente”.

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Cuando “un poco más que los demás” deja de ser normal

Antes de tocar fondo, tal vez Vivi no bebía más que sus amigas. Lo que sí existía eran señales que suelen pasar desapercibidas: una crisis emocional profunda, sostenida durante años, que encendió una predisposición genética al alcoholismo. El resultado fue una espiral silenciosa. No fueron escándalos; no fueron escenas. Fue perder el control por dentro.

“Si me hubieran dicho que esa primera copa iba a desencadenar esto, yo no la hubiera tomado”, dice. “Pero si no la hubiera tomado, tampoco podría estar hoy ayudando a otros”, reflexiona.

Vivi explica con claridad algo que pocos saben: el consumo problemático aparece cuando beber ya genera consecuencias como lagunas mentales, peleas o la incapacidad de parar a tiempo, mientras que el alcoholismo se manifiesta cuando todas esas señales están presentes, no solo algunas. Y agrega una frase que corta el aire: “Si a la población de Samborondón le hiciéramos un test, más de lo que imaginas saldría con problemas con el alcohol”.

El día que eligió volver a nacer

El 25 de marzo de este año fue la última vez que tomó. Al día siguiente, el 26 de marzo, lo llama “el día en que decidí nacer otra vez”. Pero su mayor revelación es honesta y radical: “Esa decisión, la tomo todos los días. No puedo responder por mañana. Yo solo puedo responder por hoy”.

Su ritual es sencillo y a la vez monumental. Antes de abrir los ojos, dice en voz baja: “Por hoy no voy a tomar”. Y luego añade una oración: “Dios, toma el control de mi vida, porque cuando lo tomé yo, no lo hice bien”.

Para Vivi, la fe no es adorno: es sostén. Pero reconoce que no siempre lo entendió así. “Yo renegaba y decía: ‘Si tanto rezo, ¿por qué soy alcohólica?’. Hasta que entendí que no se trata de fortaleza: se trata de una enfermedad”.

La ciencia la respalda. En los años 70 hubo avances importantes para catalogar al alcoholismo desde un enfoque médico (síndrome de dependencia alcohólica) y no solamente como un vicio. Por eso, no es falta de voluntad. No es debilidad moral. Es un trastorno complejo, que requiere ayuda, acompañamiento y mucha humildad para reconocerlo.

Ser mamá… y elegir sobrevivir

Sus dos hijas, de ocho y cuatro años, nunca la vieron con tragos de más. No por falta de riesgos -“una semana más y sí hubiera pasado”-, sino porque Vivi cuidaba cada detalle para que eso no ocurriera. Hoy, su prioridad absoluta es mantenerse sobria… por ellas y por ella. “Yo soy la fuente emocional de mis hijas. Si yo no estoy bien, ellas no van a estar bien”.

Por eso, si siente que algo la descoloca, activa un protocolo íntimo e innegociable: llamar a su contacto de emergencia, hablar con su psicólogo, acudir a su grupo de Alcohólicos Anónimos. Es decir: protegerse antes de caer para no arrastrar con su comportamiento a sus hijas. Es una regla de autocuidado, como cuando la azafata pide a los adultos ponerse la mascarilla antes de ayudar a los menores.

Sus emprendimientos:

  • Lina & Lia, una tienda virtual de regalos para niños y niñas.
  • Habibi, dedicada a la bisutería y joyería de fantasía.
  • Vivi Preloved, donde ofrece ropa de marcas premium en su segunda vida.
  • Además, es representante de Ferragamo en la región Costa.

Hacerlo público: la valentía de mostrar la herida para sanar

Vivi decidió contar su historia en redes sociales por dos motivos. Primero, para romper el tabú. Segundo, para ponerse presión: “Si alguien me ve con una copa en la mano, tiene derecho a cuestionarlo. Yo misma escogí esa responsabilidad”. Es independiente -no pidió permiso a sus padres para hacerlo-, pero sí les informó, no por sujeción, sino porque quiso que ellos también conocieran y acompañaran este proceso como familia. Y ellos, lejos de frenarla, la apoyaron plenamente en su decisión de hablar en voz alta.

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Y funciona. Cada semana recibe mensajes de personas que, gracias a ella, reconocieron señales de alerta que nunca habían visto: desde quien necesita tres copas para dormir hasta quien teme salir un fin de semana sin beber. Si una sola persona cambia su vida por escucharla, dice ella, “bendito sea Dios”.

Del vicio a lo esencial

Dicen que los tatuajes pueden volverse un vicio, y quizá Vivi solo cambió una adicción por otra. Pero esta sí la abraza con gusto: ha decidido grabar en su piel los mensajes que la anclan a su realidad y la sostienen en el día a día.

Lleva “This too shall pass” -frase que escuchó repetir a su papá incontables veces, en lo bueno y en lo difícil-, la palabra “Fe”, la fecha de nacimiento de sus dos hijas, la firma de su papá y las iniciales de su mamá. Cada uno un recordatorio, no de exceso, sino de pertenencia.

La belleza de reconstruirse

Leerla en redes, escucharla o verla hablar es sentir la mezcla de firmeza y ternura que la caracteriza. Su forma de expresarse -casi poética- viene de su abuelo, Guido Jalil Trejo, escritor nacido en Esmeraldas y lector voraz. 

 Durante años la lectura quedó a un lado; entre el consumo y los chuchaquis no había forma de abrir un libro. Hoy recupera la pasión que heredó de su abuelo y que también transmite a sus hijas. “Mi vida cambió al cien por ciento. Dejé de darle peso a lo que antes me parecía importante”.

Su brújula ahora es otra: Dios, sus hijas, su recuperación y la honestidad radical con la que vive cada día. Y en medio de su historia -difícil, luminosa, humana- deja una frase que debería quedar grabada: “No cambio ni el peor día en sobriedad por el mejor día borrachera”.

Porque la libertad no siempre llega de golpe. A veces llega así: una mañana cualquiera, antes de abrir los ojos, diciendo “Solo por hoy”.

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