Acoso en universidades
El 92% de las víctimas siente miedo de volver a la universidad, según el estudio aplicado a 800 miembros de la comunidad académica.Canva

PUCE revela alarmante cifra de acoso sexual universitario en Ecuador

Una investigación de la PUCE revela que cuatro de cada diez personas han vivido acoso sexual en el entorno universitario

El acoso sexual en las universidades ecuatorianas dejó de ser un problema “difuso” para convertirse en una realidad contundente, medible y urgente. Una investigación desarrollada por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) reveló que cuatro de cada diez personas han vivido al menos una situación de acoso sexual en el entorno académico, confirmando que esta violencia se ha normalizado en los pasillos, aulas y estructuras jerárquicas del sistema universitario.

Las mujeres o personas con diversidad de género vulnerables

El estudio —aplicado a 800 estudiantes, docentes y personal administrativo— también evidencia que ocho de cada diez víctimas son mujeres o personas de diversidades de género. Este dato, recurrente en investigaciones previas, demuestra que las desigualdades estructurales siguen marcando quienes están más expuestos a la violencia. “No es un problema aislado de una universidad; atraviesa a todas”, afirma Graciela Ramírez, principal investigadora y docente de psicología de la PUCE.

Uno de los hallazgos más impactantes, según Ramírez, no fueron únicamente las cifras sino la carga emocional que se revela detrás de los datos. “Las que escuchamos sus malestares sabemos que, aunque muchas veces se ha normalizado las violencias, ellas nunca exageraron. A veces no encontraron palabras para hablar solas; hablan a través de los datos”, reflexiona.

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Problemas psicológicos en las víctimas

La investigación muestra que el acoso sexual afecta dimensiones profundas de la vida de las personas: más de la mitad experimenta ansiedad, miedo persistente y dificultades de concentración, afectando su decisión profesional, su rendimiento académico y su confianza en la institución. “Se afecta el proyecto vital de las personas”, explica Ramírez. “Sus vínculos, sus rutinas, su capacidad de relacionarse con el mundo”.

A nivel académico, el impacto también es severo. El 92% de las víctimas siente miedo de volver a la universidad, el 49% ha cometido errores por preocupación y el 34% ha recibido amonestaciones debido al deterioro emocional asociado al acoso. Estas cifras reflejan cómo la violencia trasciende el hecho puntual y se instala como una sombra constante en la formación profesional.

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En cuanto a las causas estructurales, Ramírez sostiene que la raíz del problema se encuentra en un sistema patriarcal que impone roles rígidos para hombres y mujeres. “El ser hombre se asocia al dominio; ser mujer, a la fragilidad. Esa estructura se reproduce en todos los espacios”, afirma. Expresiones cotidianas como “corres como niña” o “no te comportes como gay” funcionan como mecanismos culturales que humillan, subordinan y sostienen jerarquías de poder. Bajo este esquema, las mujeres y diversidades continúan siendo las más vulneradas.

A pesar de la gravedad de la situación, solo cuatro de cada diez víctimas busca apoyo psicológico. Los motivos son múltiples: sistemas universitarios saturados, altos costos en el sector privado, estigmas sociales y un país que cuenta con apenas 0,92 psicólogos por cada 100.000 habitantes, un déficit que limita el acceso a atención. “La salud mental sigue sin ser prioridad. Lo urgente es lo físico; lo emocional queda relegado”, lamenta la investigadora.

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Frente a esta realidad, Gabriela Cornejo, coautora de la investigación y vocera institucional, detalla que la PUCE cuenta desde 2018 con un Protocolo de Actuación frente a casos de violencia de género, aplicado en todas sus sedes. Este protocolo integra tres rutas: activación del caso, procesos administrativos-disciplinarios y acompañamiento integral, que incluye apoyo emocional, psicológico, legal y espiritual. “El acompañamiento se adapta a las necesidades de la persona afectada y se sostiene durante todo el proceso”, explica.

Uno de los desafíos más grandes, agrega, es lograr un cambio de conciencia en toda la comunidad universitaria. Las acciones preventivas existen, pero su impacto depende de que cada persona se disponga a mirarse críticamente. “El reto es que esa reflexión profunda se convierta en una forma de vivir y relacionarnos dentro y fuera del campus”, afirma.

El impacto del proyecto y su trascendencia

Sobre el impacto que esperan de este estudio, Cornejo señala que la evidencia debe servir para guiar políticas públicas, programas institucionales y protocolos nacionales. “Frente a una problemática estructural como la violencia de género, es fundamental nombrarla, reconocerla y transformarla. Esta investigación aporta datos que deben orientar cambios reales y sostenibles”, afirma. La información también alimenta iniciativas de la Red Interuniversitaria de Investigación Feminista.

El estudio se publica en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha que recuerda que incluso los espacios que deberían ser seguros —las universidades— continúan siendo escenarios de silencios, desigualdades y abusos. 

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