
Estudio alerta sobre la fatiga crónica que afecta la atención médica en Ecuador
El burnout en Ecuador supera registros anteriores y amenaza el bienestar emocional del personal de salud
“Desde que iniciamos la carrera nos enseñan que debemos aprender a soportar las malas noches, a vivir con el cansancio”, dice con tono sereno Ricardo Paz, médico cirujano y magíster en Nutrición y Dietética. Su voz suena cansada pero firme, como si hablara en nombre de una generación entera de profesionales sanitarios que han hecho de la fatiga un modo de vida.
Durante su año de internado rotativo —una etapa obligatoria en la formación médica—, Paz experimentó de cerca lo que la ciencia ahora denomina síndrome de burnout: un estado de agotamiento físico, mental y emocional causado por la exposición prolongada al estrés laboral. “Firmamos un contrato para trabajar turnos de 24 horas, con un día libre después, pero en la práctica eran jornadas de 36 horas continuas. Al final, comencé a olvidarlo todo: los procedimientos, los diagnósticos, los nombres de los pacientes”, recuerda.
El resultado fue devastador. “Llegué a sufrir un colapso mental. No podía concentrarme ni dormir. Y lo peor es que no era el único: varios compañeros pasaron por lo mismo; algunos tuvieron crisis de ansiedad o cuadros depresivos, y otros intentaron hacerse daño”.
Paz asegura que este agotamiento no desaparece con el título. “Cuando trabajas en un centro de salud, las ocho horas del contrato se convierten en diez o doce. Te llevas los informes a casa, los pendientes, los pacientes. No hay descanso real”.
La ciencia lo confirma: el 25% de los médicos padece burnout severo
El testimonio de Ricardo no es un caso aislado. Según un estudio nacional liderado por la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), en colaboración con las universidades de A Coruña y Santiago de Compostela (España), el 25,3% de los médicos ecuatorianos presenta altos niveles de agotamiento emocional, y un 23,8% muestra despersonalización, es decir, una pérdida progresiva de empatía con los pacientes.
El estudio, publicado en la revista Journal of Clinical Medicine, encuestó a 1.976 profesionales del país y reveló que los principales factores de riesgo incluyen las jornadas extensas, la falta de flexibilidad psicológica, los conflictos entre la vida laboral y familiar, y la soledad percibida. Además, se observó que los hombres tienden a presentar mayores niveles de despersonalización, lo que evidencia también un componente de género en el manejo del estrés médico.
Los investigadores describen el burnout como una “espiral de pérdida”: el agotamiento incrementa el estrés, la despersonalización aumenta el riesgo de depresión, y ambos se retroalimentan hasta generar un colapso emocional. “Cuando un médico llega a ese punto, no solo se afecta su salud, sino también la calidad de atención que brinda”, señala Javier Vázquez Fernández, periodista científico y coautor del estudio.

Cuidar al que cuida
El síndrome de burnout ha sido reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un fenómeno laboral que requiere intervención institucional. Sin embargo, en Ecuador la mayoría de hospitales y centros médicos carecen de protocolos específicos para su prevención o tratamiento.
“Se asume que los médicos no pueden enfermar. Que deben estar disponibles las 24 horas, los siete días de la semana”, reflexiona Paz. “Pero la realidad es que la fatiga crónica afecta nuestro juicio clínico. He visto errores diagnósticos y cirugías complicadas por falta de descanso”.
Asi mismo, Romario Riera, médico general, habla con EXPRESO y comparte que hace más de un año se medica para los nervios debido a la ansiedad y el estrés causado por el trajín del sistema público. "He tenido que buscar ayuda neurológica porque el trabajo es extenuante y las condiciones de los médicos en el país, supera muchas veces nuestras capacidades", concluye.