Emprendedores
Los emprendedores que construyen una imagen clara de su desarrollo futuro tienden a pensar a largo plazo, anticipar escenarios y evaluar sus decisiones actuales.Canva

Emprender desde la mente: por qué imaginar el futuro también construye negocios

Expertos coinciden en que el éxito emprendedor depende de un equilibrio entre habilidades cognitivas, sociales y de gestión

Durante décadas, el discurso dominante sobre el emprendimiento ha insistido en que el éxito depende, casi exclusivamente, de variables tangibles como el capital inicial, la innovación de la idea o la solidez del plan de negocios. Sin embargo, una investigación reciente desarrollada con emprendedores ecuatorianos plantea un giro clave en esta narrativa: la forma en que los emprendedores visualizan su futuro influye de manera directa en cómo planifican, toman decisiones y sostienen sus proyectos en contextos de alta incertidumbre.

Un hallazgo que cambia el panaroma del emprendimiento

El estudio, elaborado por el académico Javier Burgos Yambay, profesor de la ESPAE Escuela de Negocios de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, se apoya en una encuesta aplicada a emprendedores en plena etapa productiva. Los datos revelan que el 68,4 % de los participantes tiene entre 29 y 44 años, el 26,3 % entre 45 y 60, y que el 57,9 % corresponde a mujeres, un indicador relevante en un ecosistema donde el liderazgo femenino emprendedor muestra un crecimiento sostenido.

Más allá del perfil demográfico, el hallazgo central del estudio apunta a una relación consistente entre la visualización del “yo emprendedor futuro” y tres variables clave: la orientación al largo plazo, la autoeficacia y las expectativas de éxito. En términos prácticos, quienes logran imaginar con mayor claridad el rumbo de su negocio también muestran mayor capacidad para anticipar escenarios, evaluar consecuencias y enfrentar los desafíos cotidianos del emprendimiento.

Un discurso que permite crear escenarios favorables

Los participantes valoraron afirmaciones como “me visualizo liderando un negocio exitoso” o “tengo una imagen clara de lo que quiero lograr”, alcanzando un promedio general de 4,52 sobre 5 en la escala de visualización del futuro. Este resultado evidencia que, en general, los emprendedores ecuatorianos no solo sueñan con el éxito, sino que construyen mentalmente escenarios que orientan su comportamiento diario y fortalecen su confianza personal.

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No obstante, el optimismo por sí solo no explica el fenómeno. El estudio muestra que la visualización se traduce en resultados concretos cuando se articula con la planificación estratégica y la autoeficacia emprendedora, entendida como la confianza en la propia capacidad para identificar oportunidades, resolver problemas y sostener el negocio frente a la incertidumbre. En palabras simples: quienes ven con claridad hacia dónde quieren ir también se sienten más capaces de llegar.

Los emprendedores "soñadores" con baja capacitación

Uno de los datos más llamativos es que, pese a esta relación positiva, el 63,2 % de los encuestados nunca ha recibido capacitación formal en técnicas de visualización futura, planificación personal o pensamiento estratégico de largo plazo. Solo el 36,8 % ha tenido algún tipo de formación en estas herramientas, y más del 40 % reconoce tener un dominio bajo o muy bajo de ellas. Esto revela una brecha importante en los programas tradicionales de apoyo al emprendimiento, que suelen priorizar habilidades técnicas como finanzas o marketing, dejando de lado el desarrollo consciente de la mentalidad emprendedora.

Desde una perspectiva complementaria, el economista e investigador David Coello, profesor de la ESPAE, contextualiza estos hallazgos dentro de la realidad latinoamericana. Según explica, el perfil del emprendedor en países como Ecuador está condicionado por entornos de alta incertidumbre, informalidad, acceso limitado a financiamiento, volatilidad macroeconómica y brechas tecnológicas. En este escenario, el éxito no depende tanto de la capacidad de predecir el mercado, sino de la habilidad para adaptarse de forma ágil y estratégica.

Competencias del emprendedor ecuatoriano

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Coello identifica cinco grandes dimensiones de competencias que resultan clave. La primera es la cognitiva o estratégica, que incluye el pensamiento estratégico adaptativo, la identificación de oportunidades en contextos de escasez y la toma de decisiones con información imperfecta. Estas competencias permiten al emprendedor ajustar su modelo de negocio frente a cambios normativos, económicos o sociales, una condición frecuente en la región.

La segunda dimensión es actitudinal y psicológica. Aquí entran en juego la tolerancia a la ambigüedad, la resiliencia, la autogestión y la mentalidad de crecimiento. Más allá del conocimiento técnico, estas habilidades determinan cómo el emprendedor enfrenta la presión, el error y la incertidumbre. “No siempre gana quien tiene más información, sino quien logra sostenerse emocionalmente en escenarios volátiles”, explica el académico.

Un tercer eje es el liderazgo y el capital social. En contextos latinoamericanos, la capacidad de construir redes, movilizar equipos heterogéneos, comunicar de forma persuasiva y negociar incluso en entornos informales se convierte en uno de los principales activos del emprendedor. El capital social, más que un complemento, es una herramienta de supervivencia y crecimiento.

La cuarta dimensión está vinculada con la tecnología y la innovación. La alfabetización digital, la gestión básica de datos y la apertura a tecnologías emergentes —como la inteligencia artificial o la automatización— permiten crear y escalar soluciones con mayor eficiencia. En combinación con la visión estratégica, la tecnología se transforma en una fuente real de ventaja competitiva.

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Finalmente, Coello subraya la importancia de las competencias de ejecución: gestión financiera, administración del tiempo y, especialmente, gestión de proyectos con enfoque ágil. En entornos de recursos limitados, la capacidad de transformar ideas en entregables concretos, priorizar tareas y reducir la improvisación resulta determinante para la sostenibilidad del negocio.

Desde la neurociencia: redes para la toma de decisiones

Desde la neurociencia, la investigación de Burgos aporta una explicación adicional. La visualización deliberada del futuro activa procesos de neuroplasticidad que fortalecen redes neuronales asociadas a la toma de decisiones, la motivación y la persistencia. En este sentido, imaginar escenarios futuros no es solo un ejercicio aspiracional, sino una forma de entrenamiento mental que puede marcar la diferencia cuando los recursos externos son escasos. “El emprendimiento no empieza en el mercado, empieza en la mente”, concluye el estudio

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