
Rosario Sánchez Bruno celebra 80 años de historia educativa en Guayaquil
Fundado en 1945, el plantel reafirma su compromiso con la formación integral basada en valores humanos y fe
La Unidad Educativa Rosario Sánchez Bruno celebrará este 14 de diciembre sus 80 años de trayectoria, una historia que se remonta a 1945, cuando —con la Resolución Ministerial No. 780— la congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor fundó el plantel como respuesta a la necesidad de brindar educación integral a niñas, niños y adolescentes en Guayaquil. Documentos oficiales relatan que las hermanas Eloísa, Laura y Bertha Carrera Sánchez Bruno, junto con su prima Rosario Sánchez Bruno, aportaron recursos y visión para levantar la primera infraestructura, incluida la Iglesia de la Asunción, sentando las bases de una obra basada en la frase de Santa María Eufrasia: “Una persona vale más que un mundo”.
Una historia de excelencia educativa y fe
A partir de esa misión fundacional, la institución evolucionó académicamente hasta convertirse en referente local. De su histórica especialización en Comercio pasó a ofrecer Ciencias Físico-Matemáticas, Químico-Biológicas y Ciencias Sociales, y más tarde incorporó Informática (1990), Bachillerato Técnico en Comercio e Informática (2008) y Bachillerato General Unificado en Ciencias (2015).
Para la rectora Ana Andrade, esta transformación demuestra la capacidad del colegio de adaptarse a los cambios del país y del mundo: “La misión y la visión han ido evolucionando conforme la educación y la sociedad lo exigen. Hoy formamos estudiantes íntegros, capaces de pensar críticamente y preparados para el futuro”.
La celebración de los 80 años coincide con un proceso institucional de reconstrucción conceptual. “Somos una unidad educativa que integra tecnología, creatividad, sostenibilidad y valores humanos”, explica Andrade al leer la misión actualizada. Este enfoque se materializa en proyectos clave, como el convenio con la Cruz Roja Ecuatoriana, que permite a los estudiantes de Ciencias graduarse también como auxiliares de enfermería, una certificación con validez internacional. “Nuestros jóvenes egresan con herramientas profesionales reales, listas para el mundo laboral”, afirma la rectora.

Otro distintivo histórico y social de la institución es su permanente labor comunitaria. Desde sus orígenes, el plantel ha acompañado obras sociales del Buen Pastor en la Isla Trinitaria, el Perpetuo Socorro, María Doste y la Casa de Acogida de Cuenca. La vicerrectora Venus Yánez destaca el impacto formativo: “Los estudiantes entienden que cada pequeño gesto puede hacer una diferencia. La solidaridad es parte de su identidad”. Esta vocación se ha fortalecido con convivencias, retiros espirituales, catequesis y celebraciones litúrgicas que integran la fe a la vida académica.
Actividades que conmemoran las ocho décadas de la institución
La comunidad también se ha expresado a través de actividades culturales, científicas y artísticas que forman parte del calendario conmemorativo. De acuerdo con el registro institucional, se han desarrollado ferias de ciencias, olimpiadas, muestras literarias, festivales musicales y jornadas de ciberseguridad, culminando en la Eucaristía y la sesión solemne del 13 de diciembre.
“Queríamos que este aniversario no sea solo un evento, sino un legado”, afirma Yánez al referirse a la organización de la agenda conmemorativa, que involucró a directivos, docentes, estudiantes, familias y exalumnas rosarinas.
El impacto educativo y el futuro de la institución
Mirando al futuro, la institución proyecta ampliar su infraestructura, fortalecer laboratorios, consolidar alianzas con universidades y organismos profesionales, y unificar el plan de pastoral y el modelo pedagógico de las cinco instituciones del Buen Pastor en Ecuador. “Trabajamos para responder a los desafíos del mundo actual, sin perder la esencia que nos ha sostenido ocho décadas”, subraya Andrade. El mensaje final de la comunidad rosarina es claro: seguir educando “con amor y con firmeza”, como lo enseñó Santa María Eufrasia, manteniendo viva una obra que ha acompañado a generaciones de guayaquileños.