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Investigación muestra que extorsión, miedo y fronteras invisibles están reconfigurando el tejido social.CANVA

Estudio revela impacto silencioso del crimen

Investigador de la ESPOL advierte que los efectos indirectos del crimen están reconfigurando la vida cotidiana

El avance del crimen organizado en Ecuador no solo se expresa en cifras de homicidios, secuestros o atentados. Existen otros impactos, menos evidentes pero iguales de profundos, que ya están modificando la vida cotidiana del país. Se trata de los efectos sociales indirectos, un conjunto de cambios en el comportamiento de familias, trabajadores, empresas e instituciones que no requieren violencia directa para manifestarse. Esta interpretación coincide con el estudio internacional “Más allá de la violencia: efectos sociales indirectos y auto-reforzados del crimen organizado en América Latina y el Caribe”, que muestra cómo la criminalidad redefine las economías locales, la movilidad, la salud mental, la participación comunitaria y la gobernanza.

El investigador ecuatoriano Milton Paredes, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL), y autor de este estudio, confirma que estas dinámicas ya son parte del día a día en Ecuador. Durante una conversación con este medio, Paredes explica que los efectos indirectos “son aquellas cosas que suceden detrás de los homicidios o de las noticias de secuestros”, como el aumento del estrés, la modificación de rutas para llegar al trabajo, los costos adicionales en transporte seguro o la disminución de clientes en zonas consideradas peligrosas. Aunque no se traduzcan inmediatamente en cifras policiales, son señales de un país cuya vida urbana y económica ha comenzado a reorganizarse bajo el temor.

Uno de los fenómenos que más preocupa a los especialistas es la extorsión, un mecanismo que, según el estudio, funciona como un “impuesto criminal” que encarece costos operativos, afecta el empleo y obliga a empresas de diversos sectores a cambiar su forma de trabajo. Paredes señala casos de compañías que ya no distribuyen productos sin armado personal o que integran la vacuna como un rubro fijo dentro de su contabilidad. Este patrón, afirma, réplica de lo ocurrido antes en Colombia y México, donde la expansión del crimen organizado deformó mercados enteros y frenó la inversión local.

La movilidad urbana también se encuentra alterada. El estudio internacional identifica la presencia de “fronteras invisibles” que dividen barrios, definen horarios y obligan a las personas a desarrollar estrategias de desplazamiento más costosas y riesgosas. En Ecuador, Paredes confirma la existencia de esta dinámica, especialmente en sectores de Guayaquil, Durán y Esmeraldas, donde familias han optado por mudarse o por no enviar a sus hijos a la escuela debido a las condiciones del entorno. “Las escuelas de zonas vulnerables han tenido que pasar a modalidad remota y eso dispara la ausencia escolar”, advierte.

La educación y la salud mental figuran entre los espacios más afectados. El estudio muestra que cuando la inseguridad obliga a cerrar aulas, modificar horarios o limitar el acceso a instituciones educativas. Al mismo tiempo, la amenaza constante produce desgaste emocional, ansiedad y un sentimiento de vulnerabilidad que se intensifica con cada episodio de violencia. “Lo de TC Televisión en enero de 2024 generó estrés colectivo, incluso en personas que no estuvieron involucradas, porque modificó la percepción de seguridad en espacios laborales”, recuerda Paredes.

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