
El Belén del Carmen Alto se reinventa desde la voz de los niños
La exposición Construyamos un Belén transforma el pesebre patrimonial en un espacio lúdico, participativo y reflexivo
El sobrio nacimiento carmelita, acostumbrado al silencio contenido de diciembre, hoy respira distinto. Ya no está solo entre penumbras y recogimiento: ahora habita una sala amarilla, vibrante, atravesada por colores, voces y risas. El pesebre del siglo XVIII se abre paso entre juguetes, telas y confeti. Los pastores, los ángeles y el niño Jesús comparten espacio con capibaras de plástico, muñecos de trapo, camellitos de peluche y pequeñas figuras que parecen haber escapado de una habitación de juegos. Algunos personajes patrimoniales, incluso, llevan sombreros de colores, como si aceptaran -sin resistencia- este nuevo pacto con la infancia.
En esta escena expandida, el nacimiento ya no es solo una imagen para contemplar: es un territorio para recorrer. El ruido no molesta, al contrario, es bienvenido. Hay preguntas pegadas a las paredes, materiales para tocar, espacios para detenerse y otros para moverse. El Belén se desarma y se vuelve a armar desde otras miradas, menos solemnes y más afectivas, donde la diversión funciona como lenguaje y como derecho.
Así se presenta Construyamos un Belén: Nacer de nuevo, desde el juego y sin violencia, la exposición temporal del Museo del Carmen Alto (MCA) que reemplaza a la exhibición anual de su icónico nacimiento con un giro que mira hacia los más chicos.
La propuesta nació de un proceso de co-curaduría comunitaria realizado junto a niñas y niños de entre 6 y 12 años, desarrollado metodológicamente por Ludomentis y acompañado por el equipo museológico-educativo del Museo. Durante los meses de julio y agosto de 2025, el trabajo se llevó a cabo con niños y niñas vinculados al Mercado San Francisco, a la Fundación Mariana de Jesús y con hijas e hijos de trabajadores del propio espacio cultural.
A través de sesiones de creación, juego y pensamiento colectivo, los chicos reflexionaron sobre el nacimiento, la violencia, los cuidados y sus propios derechos. El resultado no es una reinterpretación decorativa del Belén, sino una propuesta que interroga el acto de nacer como un gesto político y profundamente afectivo. Cada vida llega al mundo atravesada por vínculos, decisiones y contextos que combinan lo emocional con lo estructural; celebrarla también implica reconocer heridas, miedos, sueños y deseos.
“Usamos esculturas antiguas del siglo 18 que hablan sobre el nacimiento del niño Jesús y compartimos nuestras ideas sobre la infancia y nuestros derechos. Realizamos obras de arte sobre cómo nos gustaría que nos traten, así creamos un pesebre diferente, que habla sobre la celebración de la vida, sobre los sueños y sobre cómo crear un mundo más justo”, explica Bryan T., de 11 años, uno de los participantes del proceso.

Cuestionarse todo
Las reglas para ingresar a la muestra fueron creadas por los propios niños. Por eso, para entrar a la sala, tanto chicos como adultos deben hacerlo saltando una rayuela que reposa junto a la puerta, como un gesto inicial que rompe con la solemnidad y habilita el juego. Tampoco se pude usar el celular u otros equipos electrónicos.
La primera estación, acompañada por las imágenes de María, José y Jesús, invita a los visitantes a narrar la historia de su propio nacimiento y a reflexionar sobre cómo les fue contada, quiénes la transmitieron y qué emociones despierta hoy ese relato. El nacimiento aparece así como una memoria construida, atravesada por vínculos, palabras y afectos.
Uno de los núcleos más potentes de la muestra parte del relato bíblico que narra cómo, tras el nacimiento de Jesús, Herodes ordena la muerte de niños menores de dos años. Aquí no hay una representación literal de esa escena. En su lugar, aparecen cifras, datos y símbolos que revelan las múltiples violencias que atraviesan hoy a las infancias en Ecuador y en el mundo. Se trata de una “matanza” simbólica que vulnera derechos y que obliga a mirar de frente una realidad muchas veces naturalizada.
Más adelante, la estación Siguiendo la estrella de Belén propone una reflexión directa sobre el adultocentrismo. La estrella, tradicionalmente guía del camino, se resignifica como una invitación a escuchar y a dejarse orientar por las voces de niñas y niños. ¿Qué pasaría si el mundo adulto confiara más en sus miradas?, ¿si las decisiones se tomaran considerando sus experiencias y emociones? Aquí, seguir la estrella no implica llegar a un lugar fijo, sino aprender a caminar de otra manera, reconociendo a las infancias como sujetas de derechos y no solo como destinatarias de cuidado.
El recorrido se completa con espacios que apelan directamente al vínculo familiar y comunitario. En uno de ellos, las niñas y los niños formulan una petición de protección a sus familias, recordando que el niño Jesús tuvo un entorno que lo cuidó incluso antes de nacer. En otro, se reivindica el derecho a jugar y a descansar, cuestionando una sociedad que limita el ocio y castiga el descanso con culpa. “Jugar conmigo”, “escúchame con atención”, “cuídame con amor”, “no me hagas daño”, se lee en distintos puntos de la sala: frases sencillas que, reunidas, construyen una ética del cuidado.

Un espacio para mirar y crear
Esta no es una sala para el silencio. Es un espacio lúdico pensado para jugar, preguntar, moverse y crear. En cada estación, además de la reflexión, hay propuestas de creación activa. En la primera parada, por ejemplo, los visitantes extraen una tapa de cartón en la que describen su mundo ideal. En otra, toman el molde de una caja y la decoran con las frases que les hubiera gustado escuchar de los adultos cuando eran pequeños. Hacia el final del recorrido, todas esas piezas se unen para formar una caja de regalo que se deja en la última estación, al pie de una imagen de Jesús.
Una de las actividades más concurridas recrea un cielo lleno de nubes e invita a los presentes a echarse debajo de ellas y, simplemente, descansar.
“La exposición surge a partir de un eje detonante que es clave en cómo debe percibirse: la celebración. Celebrar la vida de cada niña, de cada niño y de cada persona; celebrar la posibilidad de jugar, crear y soñar como parte esencial de la existencia”, señaló. En ese mismo sentido, cambiar la mirada sobre cómo se percibe a las infancias es central en la propuesta. “Es necesario escuchar las voces, ideas y realidades de muchos guaguas en cuyas vidas la violencia y el peligro se han normalizado. Hay guaguas que nos dicen que quieren ser escuchados, que quieren jugar con sus madres y padres. Ellos decidieron que los adultos entremos en su mundo para que no nos olvidemos de cuidarlos y protegerlos”.
Construyamos un Belén: Nacer de nuevo, desde el juego y sin violencia estará abierta al público hasta finales de febrero. Se puede visitar en el Museo del Carmen Alto, ubicado en García Moreno y Rocafuerte, junto al Arco de la Reina, de miércoles a domingo. El costo de la visita está incluido en la entrada al museo: $ 2 adultos; $ 1 estudiantes, niñas y niños. Personas mayores, con discapacidad e infantes menores de 3 años no pagan entrada.

Un nacimiento emblemático
El Belén del Museo del Carmen Alto es un conjunto escultórico patrimonial del siglo XVIII, con más de 250 años de historia. El pesebre está conformado por cerca de trescientas piezas y, además de las figuras centrales de la Virgen María, San José y el Niño Jesús, incorpora una amplia galería de personajes que retratan la vida cotidiana de la época. Entre ellos aparecen oficios y ocupaciones vinculados al comercio y a la plaza pública, así como representaciones de músicos indígenas, mestizos, criollos y afrodescendientes, hilanderas en pleno trabajo, carpinteros y vendedores ambulantes.
Cada diciembre, esta pieza emblemática de la tradición carmelita se presenta al público desde distintas miradas curatoriales, que buscan activar su lectura histórica y simbólica en diálogo con problemáticas contemporáneas. En 2019, antes de la pandemia, la muestra se centró en los oficios y ocupaciones de la urbe del siglo XVIII, destacando figuras como los aguateros, los yumbos y las hilanderas, así como la dinámica económica y cultural que articulaba al campo con la ciudad.
En 2021, el énfasis estuvo puesto en la experiencia de la comunidad venezolana migrante en territorio ecuatoriano, a partir de los pasajes bíblicos relacionados con la huida y migración de María, José y Jesús hacia tierras desconocidas. Un año después, en 2022, se presentó la muestra Al son de la Navidad. Más allá del villancico, que exploró las expresiones musicales presentes en el pesebre y la historia de la prohibición de sonoridades de origen africano, como la marimba y los tambores.
El año pasado, la exposición se construyó junto a colectivos de mujeres a partir de la pregunta “¿cómo es para ti un día de Navidad?”, y abordó problemáticas vinculadas al derecho al trabajo y al comercio popular, reafirmando al Belén Carmelita como un dispositivo vivo, capaz de dialogar con las experiencias y tensiones del presente.
¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!