
Cocinar sin ventilación: el enemigo silencioso en los hogares de Guayaquil
Estudio revela que cocinar con las ventanas cerradas y sin ventilación adecuada expone a las familias a contaminación
En muchas cocinas urbanas de Guayaquil, el aroma de un arroz con menestra o unos maduros fritos puede esconder un peligro silencioso: el aire que respiran las familias está contaminado por diminutas partículas que no se ven a simple vista.
Un estudio pionero liderado por la docente investigadora de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL), Gladys Rincón, reveló que durante la preparación de seis menús típicos de la costa ecuatoriana, las concentraciones de polvo fino en el aire, conocido como material particulado, superaron en más del 67 % de los días analizados los límites de seguridad establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas partículas, clasificadas como PM2.5 (finas) y PM10 (gruesas), pueden penetrar en los pulmones y afectar gravemente la salud.
Fritar: el método más dañino
El experimento se realizó en una vivienda unifamiliar sin campana extractora ni ventilación natural, simulando las condiciones habituales de muchos hogares. Se registraron 180 mediciones y, en la mayoría, se comprobó que fritar genera hasta un 700 % más de partículas finas que guisar.
Aunque los niveles son menores a los de cocinas rurales que usan leña o carbón, el impacto en la salud urbana sigue siendo preocupante. “Cocinar en espacios cerrados, con aire acondicionado y sin extractor, equivale a exponer a toda la familia a contaminantes durante horas”, advirtió Rincón.
Efectos en la salud
Las partículas en suspensión, invisibles al ojo humano, viajan fácilmente por toda la casa, alcanzando dormitorios y salas. La exposición constante puede traducirse en enfermedades respiratorias, cardiovasculares y crónicas, además de reducir la expectativa de vida saludable.
Según las estimaciones del estudio, cada persona pierde cerca de cuatro días de vida saludable al año por cocinar en espacios sin ventilación adecuada.
El análisis, publicado en la revista Science of the Total Environment, utilizó la métrica de Años de Vida Saludable Perdidos por Discapacidad (DALYs) para medir el impacto. En promedio, los hogares analizados presentaron un daño estimado de 990 DALYs por cada 100.000 personas al año, lo que evidencia riesgos crónicos significativos para la población.
¿Qué hacer para protegerse?
Aunque el estudio hace un llamado urgente a las autoridades para establecer normas de calidad del aire en interiores, también recomienda acciones inmediatas para las familias: abrir ventanas y puertas al cocinar y durante media hora después, instalar campanas o extractores siempre que sea posible, reducir el consumo de frituras y optar por métodos más saludables como guisar o hervir.
Asimismo, se aconseja mantener a niños y personas con problemas respiratorios alejados de la cocina durante la preparación de los alimentos.
Un reto de salud pública
Más del 90 % de los hogares en Ecuador utilizan cocinas a gas licuado de petróleo (GLP), una práctica que, combinada con el uso extendido de aire acondicionado y la falta de extractores, agrava la acumulación de contaminantes.
En ciudades como Guayaquil, donde el calor y la humedad llevan a mantener las ventanas cerradas, el problema se intensifica. Para la investigadora Rincón, este hallazgo abre un debate sobre la necesidad de políticas de vivienda saludables y urbanismo que considere el derecho a respirar aire limpio también dentro de casa.