
Un país hundido en caca de toro
Análisis | La política vive plenamente en tiempos de posverdad. Y la posverdad, tiene más de charlatanería que de mentira
La principal característica de la posverdad (y, por tanto, de la política ecuatoriana, que vive plenamente en ella) no es la mentira: es la caca de toro.
El término podrá parecer chocante pero hay que decir a su favor que ha sido legitimado por la academia: “On bullshit” (literalmente: “Sobre la caca de toro”) es el título del ensayo que el filósofo estadounidense Harry Gordon Frankfurt, profesor emérito de Princeton, publicó en 2005 y en el que prefigura ese estado de descomposición y pérdida de sustantividad del debate público que años más tarde, con la aparición de Donald Trump en el escenario político, sería bautizado como “posverdad”.
Frankfurt explica: más que mentir (que también), los políticos de la era de la posverdad hablan caca de toro. Sin parar.
Ejemplo: “Tal como lo prometimos, el décimo tercer sueldo en el sector público ya está pagado, moviendo nuestra economía”. Lo tuiteó el presidente de la República el pasado viernes. Esa misma tarde, obsequioso y vibrante de emoción, un vocero de una radio afín al Gobierno se apresuró a comentar que ese mensaje era “un golpe de realidad” que le había llegado “directo al hueso” (vaya imagen: a lo mejor se lo rompió). “No es un titular fabricado -dijo este entusiasta-: es un hecho”. ¿Lo es?
Nadie puede negar que el décimo tercer sueldo se pagó en el sector público con el prometido mes de anticipación. Pero… ¿Eso está “moviendo nuestra economía”? Los economistas que no obedecen a consignas creen que no la está moviendo más de lo que la habría movido de haberse pagado un mes más tarde, como siempre. Quienes reciben el décimo tercer sueldo son personas que pertenecen al sector formal de la economía y tienen acceso al crédito, lo que normalmente les permite beneficiarse de las jornadas de descuentos del Black Friday y el Cyber Monday (que fueron el pretexto con el que justificó su medida el presidente) con cargo a la tarjeta. Así que ningún movimiento de la economía significativamente mayor (si es que alguno) se obtendrá con esto al cierre del año.
Entonces, ¿es verdad o mentira lo que dijo el presidente en su mensaje? Tanto el tuit del presidente como la idea general de este pago adelantado a la que se refiere, el discurso que la justifica y el comentario que la elogia no son ni verdad ni mentira: son, simplemente, caca de toro.
Ojalá fuera mentira, sería más fácil de contrarrestar: bastaría con oponerle la verdad. Porque por ilimitados que sean los recursos (financieros, propagandísticos, tecnológicos…) con los que cuenta el mentiroso, al final siempre tendrá que vérselas con la verdad, ese es su límite. Y esa es la gran diferencia entre la mentira y la caca de toro tal como la expone Frankfurt: el mentiroso reconoce la existencia de una verdad, por eso pretende ocultarla; el ‘bullshitero’ (por acuñar un neologismo que corresponda al ‘bulshiter’ del original en inglés) la ignora por completo, es decir, se comporta como si no existiera. Mejor dicho: la verdad le es indiferente, le resbala, está inmunizado contra ella. De nada sirve ponérsela por delante: la seguirá ignorando por considerarla irrelevante.
La diferencia entre dos modelos de gobierno parecidos
Mentiroso hasta la náusea era el gobierno de Rafael Correa. Empecinado por ocultar la verdad pero todavía consciente de su existencia, pretendía sustituirla por una ficción coherente. Es lo que hizo, por ejemplo, a propósito del 30-S: era su mentira contra la verdad, que terminó por imponerse. Hombre de su tiempo al fin y al cabo, sorbido el seso por las redes sociales como ésta, el expresidente prófugo ha dado desde entonces un importante salto conceptual: pasó del 30-S, la manipulación de estadísticas o el cuento del jaguar sudamericano, al delirio de la tinta voladora, que ya no trata de tergiversar la realidad sino que directamente la desconoce. Es decir: pasó de la mentira a la caca de toro. Hoy no sólo es el toro más productivo de la escena política nacional (como le cuadra a un macho alfa en su declive otoñal) sino el único capaz de comerse su propia caca, es decir: de creérsela, fruto de haber perdido todo contacto con la realidad.
¿No caminan hacia allá nuestros políticos? Veamos otro ejemplo reciente: el de Édgar Lama von Buchwald. Presidente del directorio del IESS sin cumplir ni los más básicos requisitos para ocupar el cargo, Lama von Buchwald es accionista y exrepresentante de las clínicas de su papá, el grupo hospitalario Kennedy, que provee servicios al IESS. Ocurre que el grupo Kennedy está glosado por Contraloría por no haber entregado los debidos respaldos para el cobro por esos servicios, hecho que ocurrió en los tiempos en que la representación legal de esa empresa la ejercía… ¡Lama von Buchwald! Es decir: el glosado es él mismo, y ahora que está en el IESS ha seguido contratando los servicios de la clínica de papá…
Estos son los hechos relacionados con Édgar Lama von Buchwald. ¿Qué hace él al respecto? ¿Los oculta? ¿Los tergiversa? ¿Los niega? Nada de eso. El bulshitero es caretuco y Lama hace escuela en eso: simplemente, los ignora; no habla de esas cosas; no da entrevistas; se comporta como si nada de eso hubiera pasado y nada de eso se supiera.
Al contrario, se arremanga la guayabera y graba un video, con fondo de hard rock instrumental de 150 beats por minuto del tipo que se conoce como “reality TV cop show music”, para anunciar “el fin del desorden y de las mafias que durante décadas han destruido el sistema de salud”. ¿Se refiere a su renuncia? Qué va: está hablando de “la contratación de un sistema de control digital para toda la red de salud”. Es un “paso enorme”, dice.
¿Cómo no se le había ocurrido a nadie antes? ¡Un sistema de control digital, claro! ¡Eso era todo! Tantos años perdidos con tantos profesionales desnortados proponiendo reingenierías administrativas complicadas, sistemas de auditoría innecesarios, reformas estructurales peregrinas, en fin, ¡tanta pendejada, cuando con un sistema de control digital se soluciona todo! ¿Por qué no será este señor presidente de la República?
Estamos, claro, ante el mayor productor de caca de toro de la historia de la ganadería nacional. Lama von Buchwald habla establos enteros. Porque la caca de toro es eso: performance, pirotecnia verbal, jerga vacía, palabras grandes (“tecnología, transparencia, honestidad”, dice en su video), emociones inflamadas, estadísticas inventadas cuando hace falta, grandes proyectos que no lo son… Todo con el fin no de transmitir una verdad o establecer un hecho (hechos y verdades no tienen valor en el mundo de la caca de toro) sino para crear un efecto, para establecer una conexión emocional, para “encajar” en aquello que los comunicadores postpolíticos (compost) que diseñan estas estrategias han encontrado reflejado en las encuestas, los algoritmos, el neuromarketing o “la data” que utilicen con el fin de despojar a la política de todo contenido sustantivo.
De ahí que la caca de toro sea más perniciosa que la mentira. La mentira corrompe la verdad, la caca de toro corrompe el lenguaje mismo, dice Frankfurt, y vacía el espacio público de sentido. Todavía ante la mentira sigue existiendo una realidad compartida: el mundo de los hechos, a propósito del cual es posible establecer un diálogo. Cuando esa realidad compartida desaparece, no queda nada: el discurso político se convierte en una suerte de gestión de la nada y el propio concepto de bien común se vuelve irrelevante. Lo que se conoce como “comunicación política” deja de ser un diálogo con la sociedad y se convierte en una ingeniería de las conductas con cálculo de beneficios.
“Están pidiendo la renuncia de Édgar Lama”, le dice el radiodifusor Vicente Arroba Ditto a Daniel Noboa. “Pero por supuesto pues, ¿cómo no?”, responde el presidente. “¿No le digo que se les acaba la teta? ¡Obviamente! Como no le pueden llegar, como no pueden ir a pedirle ningún chanchullo, que les derive más (se refiere a las derivaciones de atención de salud de la seguridad social, que hoy acaparan las clínicas de papá), que los ayude más, ¡obviamente que lo odian! Y quieren ver cualquier otro, a ver si a otro le llegan!”. Esta falta de compromiso con la verdad, este empecinamiento del gobierno en ignorar la realidad y simplemente callar o cambiar de tema resulta más dañino que cualquier mentira.
La ministra experta en hablar caca de toro
Y hablando de la política como performance, ¿qué mejor ejemplo que el interminable enfrentamiento entre la ministra de Energía, Inés Manzano, y el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez?
“Eres un come mierda”, tuitea ella (reemplazando la palabra “mierda” por el emoji respectivo, porque la ministra será una experta en hablar caca de toro pero no se atreve a pronunciarla). “Yo no estuve con Pepe Nebot”, responde el alcalde, con bellaco doble sentido. Para entonces el GIF más repetido en las redes sociales era aquél de Michael Jackson llevándose un puñado de canguil a la boca, porque no es que no haya conciencia en la ciudadanía de que todo es un show barato: la hay y a todo el mundo le encanta.
Luego vino la visita de la ministra al Municipio, con el frasquito de muestra coprológica lleno de agua contaminada del Daule. Y Álvarez, en su cuenta de X: “NO a la politiquería. NO al show barato. NO a la mentira. NO a distraer a los guayaquileños. El agua en Guayaquil es 100% potable y de calidad”. Caca de toro sobre caca de toro. Y en todo esto, la verdad sobre las condiciones sanitarias del agua potable de Guayaquil son lo que menos importa. Es un asunto irrelevante tanto para los protagonistas del show como para los ciudadanos que, canguil en mano, se divierten con sus performances.
A Inés Manzano se le ha considerado largo tiempo como la mentirosa más insigne del equipo de gobierno. Es peor que eso: es la reina indiscutible de la caca de toro. De otra manera no se explica esa soltura de huesos con la que es capaz de hablar basura sin preocuparse del hecho de que la van a desmentir al día siguiente: el supuesto atentado contra el oleoducto en Esmeraldas; el estado de la chatarra que compraron a Progen; los falsos disparos de bala contra la caravana presidencial… Manzano no dice esas cosas para que se le crea, eso es imposible; las dice para sintonizar con un clima emocional en el que la verdad sobre esas cosas carece de importancia.
Y así es, la verdad carece de importancia: ya estamos ahí. Por eso se puede trucar fotografías para vendernos cárceles inconclusas que compramos entusiasmados. O desvanecer las deudas del grupo económico del presidente con el SRI sin preocuparse por dar explicaciones. O comprar chatarra. O mantener a Lama en el IESS a pesar del conflicto de intereses. Se puede hacer todo esto porque una sociedad que ya aceptó convivir con la caca de toro ha perdido todo respeto por sí misma. Y a quien no se respeta a sí mismo hay cómo tratarlo de cualquier manera.
- Ensayo
La “caca de toro” fue abordada por el filósofo estadounidense Harry Gordon Frankfurt, profesor emérito de Princeton, en un ensayo publicado en 2005.
- Ejempño
La muestra más reciente de este fenómeno en Ecuador es la disputa entre la ministra Inés Manzano y el alcalde de Guayaquil por la calidad del agua en la ciudad.
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