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Roberto Aguilar | Cuando la mentira es artera

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La atención en los hospitales se prioriza en función de la gravedad de los pacientes, no de su estatus constitucional

Ahora que Daniel Noboa anda de entrevista en entrevista, su registro de cumplimiento con las verificadoras de información bajó de pésimo a misérrimo. Ya no hay como creerle nada.

Dice el presidente, por ejemplo, que “la gente no lee bien” la primera pregunta de la consulta popular: que las bases que está planteando traer a territorio ecuatoriano “no son militares sino extranjeras”. Y que servirán, por ejemplo, para impedir la pesca ilegal, para cuidar el medio ambiente, etc... Eso es mentira: la pregunta dice claramente “bases militares extranjeras o instalaciones extranjeras con propósitos militares” y el presidente, hay que suponer, confía en que no la leamos. Se comporta como si a esta manada de analfabetos que somos los ecuatorianos (por lo menos así nos trata) se le pudiera preguntar una cosa y hacerle creer que se le está preguntando otra.

Dice el presidente que Estados Unidos tiene cuatro de esas bases en territorio colombiano y eso también es mentira: no tiene una sola. Dice el presidente que las cifras de homicidios de 2025 son similares a las de 2023 y otra vez es mentira: son un 15 por ciento mayores. Dice el presidente que las cifras de pobreza y desempleo de 2025 son mejores que las de 2018 y de nuevo miente: son peores.

Así, al infinito. De las siete afirmaciones duras del presidente que el portal de verificación independiente Lupa Media recoge de su entrevista en Teleamazonas, cinco son mentiras descaradas, una sola es verdadera y la última es imposible de verificar; y lo es, porque el propio Gobierno decidió escamotearnos los indicadores: en 2023 pudimos conocer que seis de cada diez víctimas de asesinato tenían antecedentes penales; hoy, desde que el Ministerio del Interior decidió ocultarnos esa información, no hay manera de saberlo. Según Noboa, son nueve de cada diez: “se están matando entre ellos”, puede decir, triunfal, gracias a su falta de transparencia. ¿Le creemos?

Pero la más artera de sus mentiras tiene que ver con su vieja campaña contra la inclusión de los presos en la lista de personas de atención prioritaria.

La Constitución y los tratados de derechos humanos los consideran así por una razón elemental: el Estado tiene que responsabilizarse de su alimentación, de su salud y de su seguridad porque ellos no pueden hacerlo por sí mismos. No es una valoración moral, es una clasificación técnica. Pero Noboa no lo ve así. O no quiere verlo así porque le resulta rentable.

Dice el presidente: “Si una mujer sana de 20 años tiene un accidente de tránsito (…) y va un violador que lo han apuñalado en la cárcel 20 veces por violar a diez niños y los dos llegan al mismo tiempo a la sala de emergencias, la prioridad la tiene el violador de niños antes que la mujer”. Eso es mentira, claro, la atención en los hospitales se prioriza en función de la gravedad de los pacientes, no de su estatus constitucional, y el presidente no puede no saberlo. Pero, aun sabiéndolo, no se resiste a echar mano de esta, la carta más básica y más sucia del repertorio populista: la de la histeria social, el miedo y el odio.

No sólo nos engaña: nos quiere vulnerables y atemorizados. No sólo falsifica los hechos: produce monstruos. Y eso es peor que una mentira: es una canallada.