
La receta correísta de Daniel Noboa
Análisis | Daniel Noboa calienta las calles y despacha propaganda a diario. ¿Ya contrató a los hermanos Alvarado?
A estas alturas del gobierno de Daniel Noboa, su diferencia fundamental con el correísmo va quedando reducida a aquello que el país parece dispuesto a permitirle. Si Luisa González hubiera ganado las elecciones (“las gané”, dirá ella, fiel a la mitología de la tinta transferible, diseñada por los chiflados para persuadir a los simplones), la veríamos tratando de alzarse con el control de todos los poderes del Estado con parecidas mañas a las que aplica el noboísmo; la veríamos, con seguridad, buscando la manera de tumbar a la Corte Constitucional y manejar a la justicia; la veríamos (especialidad de su partido) declarando a la sociedad en pie de guerra y calentando las calles contra los “enemigos del pueblo”; la veríamos, cómo no, reactivando su aparato de propaganda, desempolvando viejas canciones patrióticas para tocar las fibras sensibles del nacionalismo más básico y construyendo realidades paralelas.
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En suma: salvo reunirse con Marco Rubio y desconocer la legitimidad de Nicolás Maduro, el correísmo haría lo mismo que está haciendo Daniel Noboa.
¿Cuál es la diferencia entre Daniel Noboa y el correísmo?
¿Cuál es, entonces, la diferencia? La respuesta es paradójica: la diferencia es que le costaría mucho más.
Para la función propagandística, por ejemplo, un gobierno correísta dispondría únicamente de sus propios medios. El noboísmo, en cambio, aparte de los canales que quedaron en manos del Estado y la prerrogativa de imponer cadenas nacionales a la hora de los noticieros, de la que abusa a diario, cuenta con el apoyo incondicional (o, cuando menos, el disimulo garantizado) de una parte importante del periodismo otrora independiente.
El interés por meterle mano a la justicia
La toma de control de organismos como el CPCCS o el Consejo de la Judicatura, por ejemplo, en caso de que el gobierno fuera correísta, sería abiertamente denunciada por ese periodismo como una peligrosa deriva autoritaria que recordaría los delirios cesaristas de cuando el expresidente prófugo teorizaba que el jefe de Estado es jefe de todos los poderes del Estado.
Con Noboa, sin embargo, esa toma de control del CPCCS y el proceso de meterle la mano a la justicia que ha emprendido de manera implacable no produce más que aisladas reacciones de uno que otro abogado, de uno que otro medio…
Es decir: los diez años de abusos de poder que ya vivió el país bajo Rafael Correa generan todavía la resistencia suficiente como para suponer que un hipotético gobierno de Luisa González contaría con una sólida oposición.
No hay, en cambio, oposición que le haga frente al actual presidente. Salvo por el correísmo, cuya falta absoluta de autoridad moral lo descalifica para todos los efectos, las derivas autoritarias de Daniel Noboa tienen vía libre.
¿Apoyo al autoritarismo de Noboa?
En eso consiste la paradoja: quienes votaron por Noboa (aun desconfiando de él) con el objetivo de levantar una barrera para detener el proyecto autoritario del correísmo, terminaron favoreciendo el surgimiento de otro autoritarismo tanto más peligroso cuanto que no genera resistencia.
El alto índice de apoyo popular del que todavía goza el presidente expresa la voluntad de un país que ha decidido confiar en él y es refractario a todas las alarmas, del mismo modo como en los primeros años del gobierno de Correa los ecuatorianos le entregaron su confianza a pesar de sus excesos. El Ecuador persiste en su incapacidad de reconocer las señales y se niega a observar las semejanzas. Y las semejanzas son enormes.
El parecido de las marchas de Noboa con Correa
Un ejemplo, más significativo de lo que aparenta, es esta repentina urgencia por calentar las calles que Daniel Noboa parece estar copiando de Correa hasta en los detalles.
Uno elige a un presidente para que gobierne y éste termina convertido en un agitador de masas, que es exactamente lo opuesto a gobernar. “¡Aleeerta, aleeerta…!”, gritaban los correístas en su aberrante concepción del pie de guerra como estado ideal de la sociedad.
Para calentar las calles es necesario mantener a la población movilizada y para mantener a la población movilizada hace falta entregarle alguien a quien odiar, es decir, hay que inventarse un enemigo. Y Noboa ya lo hizo. En este caso es la Corte Constitucional, “enemiga del pueblo”, contra la que ya encabezó el presidente una marcha admonitoria en Quito y que volverá a ser el blanco de la indignación popular el próximo jueves en Guayaquil.
Eso de “indignación popular” es un decir. Cierta “especialista en estrategias de comunicación” perteneciente a las filas del aparato mediático que apoya al gobierno aseguró esta semana, entrevistada por Ecuavisa sobre la convocatoria para el jueves, que la calle “es el termómetro real de lo que siente la ciudadanía”.
Sin embargo, no parece tan real la expresión política que se puede encontrar en un tipo de manifestación que se nutre de miles de lumpemproletarios reclutados a cambio de comida y un billete, junto a burócratas obligados a participar.
Si a esto se añade el hecho de que la marcha del jueves próximo es, en realidad, una contramarcha, pues los sindicatos se habían convocado primero para manifestarse ese día, estamos ante la aplicación rigurosa de la receta correísta.
Movilizaciones de este tipo cuestan harto billete: ¿quién financiará esta nueva convocatoria del presidente de la República? Es probable que nunca lo sepamos y es sorprendente que no exista control político alguno sobre este gasto. Es otra de las tantas cosas que el país parece dispuesto a permitirle al presidente pero que no toleraría a cualquier otro.
Incapaz, por la mediocridad de sus operadores jurídicos y asambleístas, de redactar una ley que no haga tabla rasa de la Constitución y aprobarla sin violar todos los procedimientos, es decir, incapaz de hacer una simple ley bien hecha y sin trampas, el gobierno se enfrenta con la Corte como el último reducto de independencia que no ha sido capaz de penetrar y dominar.
Y fracasa estrepitosamente y hace el ridículo sin atenuantes en las audiencias de control constitucional. Entonces, negado por su propia incompetencia para hacer uso público de la razón, recurre al argumento de la calle, la muchedumbre y el grito: una receta que permitió a Correa, en los inicios de su gobierno, echar abajo las instituciones que no controlaba (Congreso, Tribunal Supremo Electoral…).
Pero, además, esto de movilizar al lumpemproletariado a cambio de una pitanza, ha funcionado como el recurso del caos frente al orden de las instituciones y se ha constituido como la técnica elemental de una lista larga de golpes y autogolpes de Estado desde hace siglos, incluidos los que el correísmo alentó en complicidad con Leonidas Iza en octubre de 2019 y junio de 2022 contra Lenín Moreno y Guillermo Lasso, respectivamente. Otra vez, Daniel Noboa se comporta aquí como un alumno aventajado de los peores maestros.
Noboa y la copia de la canción patriótica
Todo esto mientras las estaciones de radio del país machacan una y otra vez con la nueva versión de una vieja canción patriótica: “Resuenan ya las voces de la estirpe, cantemos a la Patria bella y grande…”. Música marcial, castrense, convertida en jingle, con arreglos pop y voces arrebatadas, hiperprocesadas para garantizar la conexión emocional con el oyente.
El video, magníficamente producido, es una colección de imágenes que representan la diversidad de las riquezas humanas y naturales de las cuatro regiones del país, mezcladas con recurrentes tomas del pabellón tricolor: “Levantemos con fe la bandera, rutilante divisa de honor”.
Propaganda de primera calidad para tocar los corazones y mantener adormecidos los cerebros. Propaganda otra vez para mantener la movilización irracional en marcha, como propaganda son también las dos cadenas nacionales diarias con música de ‘reality show’ de acción policial en las que dan cuenta de los operativos, las capturas, los golpes al crimen organizado, con un ministro del Interior con alma de intendente, encorsetado en su chaleco antibalas y paseando sus carnes por las retaguardias.
Propaganda para manipular, que es exactamente lo que los gobiernos democráticos no hacen. Porque la comunicación pública en una democracia debe estar estrictamente al servicio del interés público, no para la promoción y el fomento de la imagen gubernamental y menos, mucho menos para moldear las percepciones de los ciudadanos con técnicas psicológicas engañosas.
¿Ya contrataron a los Alvarado? La pieza de la canción patriótica es un producto rigurosamente acabado de comunicación correísta en estado químicamente puro. Es el “Patria, tierra sagrada” de Daniel Noboa: lo único que le faltaba para que su identificación sea perfecta.
- Camisetazo. Las filas del oficialismo han engordado con exmiembros de otras organizaciones políticas, como el asambleísta Ferdinan Álvarez, que antes estuvo junto al correísmo.
- Pugna. El Gobierno del presidente Noboa recientemente ha señalado a la Corte Constitucional como “enemigos de la ciudadanía” por ir en contra de las iniciativas del Ejecutivo.
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