
Pepe y Lupe, el restaurante que surgió de un amor nacido en Masterchef
Tras salir de la televisión, Victoria Patiño y Santiago Barzallo apostaron por su propia cocina, que abrió en Quito
En una esquina luminosa del barrio de Bellavista, al norte de a capital, un pequeño restaurante ha logrado convertirse en un punto de encuentro para quienes buscan desayunos fuera de lo común, y una carta que mezcla sin pudor las recetas favoritas de sus dueños. Su nombre es tan peculiar como su origen: Pepe y Lupe, el emprendimiento de los influencers Victoria Patiño y Santiago Barzallo, una pareja que dejó atrás sus carreras formales -ella en marketing, él en odontología- para dedicarse de lleno a un sueño sin fórmulas: abrir su propio local.
Todo comenzó con una idea que Santiago le repetía a Victoria después de que ambos terminaran su participación en el popular programa de cocina amateur MasterChef Ecuador: “pongámonos un local”.
Y durante un tiempo fue solo eso, una idea entre risas y dudas, hasta que decidieron lanzarse y ponerle de nombre al espacio los alias que usaban en MasterChef para hablar sin ser reconocidos por los micrófonos.
Santiago se mudó a Quito y juntos emprendieron una travesía que duró nueve meses: desde elegir el local, que en un principio era apenas “dos techos”, hasta abrirlo oficialmente como restaurante. La pareja se enamoró del espacio sin anticipar lo complejo que sería adecuarlo: instalaciones de gas, luz, agua, baños, mobiliario, permisos… “Nos tomó mucho más de lo que pensábamos”, confiesan.
Pero si bien lo físico fue una prueba de paciencia, el mayor reto vino después: emprender en pareja. “Lo más difícil ha sido vivir y trabajar juntos. Aprender a manejar las emociones, a no explotar cuando estás cansado o frustrado”, dice Santiago. “Y también lanzarnos sin tener experiencia en la industria: todo ha sido prueba y error”.
Desde el inicio, supieron que querían hacer algo distinto. La carta sería una mezcla de platos sin mucha lógica gastronómica, pero con sentido emocional. Así nació un menú que incluye shakshuka -el mismo que Victoria cocinó en MasterChef-, huevos benedictinos con salsa carbonara, platos turcos, israelíes, mexicanos y norteamericanos. “Son nuestros platos favoritos, los que comemos en casa. Queríamos que la experiencia sea esa: venir aquí y sentir que estás comiendo en nuestra mesa”, explica Victoria.
Aunque los desayunos se han convertido en su mayor éxito -una tendencia que ellos han sabido aprovechar-, el trabajo de fidelización fue clave. “No tuvimos que hacer mucha publicidad. La gente llegó sola, en parte por el programa, pero se quedó por la experiencia. Hoy ya tenemos clientes que se saben la carta de memoria”, comenta.

Una carta llena de sorpresas
Ambos admiten que el menú de Pepe y Lupe es un recorrido afectivo más que gastronómico y que cambia con frecuencia, pese al poco tiempo que tiene en el mercado el espacio. “No tiene sentido, pero sí tiene corazón”, dice Victoria. Hay tostadas francesas con piña caramelizada y un burrito que fue el favorito de Santiago durante meses. Pero también hay reinvenciones de recetas tradicionales como el pan de yuca con yogur, transformado en un waffle de yuca con yogur griego, miel, limón y mermeladas caseras.
La idea, añaden, no es replicar lo conocido, sino darles un “twist” a platos familiares. “Nos gusta que la gente venga y no sepa exactamente lo que va a probar, pero se sorprenda”, explican. Y eso se nota también en cómo cambian los platos más pedidos: “Publicamos algo en redes, y esa semana es lo más vendido. Luego rota”, comenta Santiago.

Una comunidad que se construye mesa a mesa
Y si bien saben que competir en el mundo gastronómico es difícil, consideran que la atención personalizada que es parte del ADN del restaurante, es lo que les ha funcionado con sus comensales.
“Nos saludan como si fueran parte del equipo. Eso es lo que más nos llena: que se sientan como en casa, que sepan nuestros nombres y nosotros los suyos”, dice Victoria.
Pero no todo ha sido fácil. Han lidiado con críticas duras, incluso malintencionadas en sus redes sociales y en las cuentas de Pepe y Lupe. “Hay gente que no solo opina, sino que parece querer hacer daño. A veces choca, más si vienes de lo corporativo, donde todo es políticamente correcto. Aquí la gente es directa, sin filtro y a veces eso duele, pero hemos tenido que aprender a manejarlo”, comenta Santiago.

Un sueño que quiere seguir creciendo
El futuro de Pepe y Lupe ya no se limita a ser un acogedor rincón en Quito. Victoria y Santiago sueñan en grande: quieren transformar su local actual en un espacio de experiencias nocturnas, con noches de stand-up comedy, música en vivo y, eventualmente, abrir nuevas sucursales en ciudades como Cuenca o Guayaquil.
Sin embargo, saben que crecer con sentido requiere la misma paciencia y cuidado que tuvieron al comenzar. “No tenemos apuro. Queremos hacer las cosas bien. Así como el inicio tomó tiempo y hemos aprendido en el camino, todavía nos queda mucho por crecer y experimentar. Todo llegará a su ritmo”, reflexiona Santiago.
Por ahora, el foco sigue en lo esencial: la carta. Seguirán afinando los sabores y sumando platos que a ellos les entusiasmen y que sus comensales disfruten. “Vamos a seguir innovando, de eso estamos seguros”, afirma Victoria con convicción.
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