
Lucca: la cocina ítalo-ecuatoriana que fusionan Cristopher Maldonado y Diego Silva
Risotto de morcilla, arancinis con niapia y coctelería de autor: este restaurante llegó para romper moldes.
Hay lugares que apenas se cruza la puerta, abrazan. Lucca es uno de ellos. Con su estética acogedora, luz tenue, una terraza que se abre como un rincón de la costa italiana y un ambiente donde todo invita a quedarse un rato más, este restaurante ubicado en Plaza Arcos, Samborondón, es mucho más que un espacio para comer bien. Es ese lugar donde se puede cenar adentro, pasar a la terraza a tomar algo, disfrutar de la música o un takeover de barra donde los bartenders ofrecen sus bebidas. Una experiencia que no se limita solo a sentarse a la mesa.
Detrás del concepto están Cristopher Maldonado y Diego Silva quienes abrieron el lugar en 2022 con una propuesta donde la gastronomía italiana se interpreta desde Ecuador. “La cocina italiana tiene esa magia de ser cercana, familiar, pero también elegante y poderosa”, cuenta Diego, con más de quince años de experiencia en el negocio gastronómico. Y esa filosofía atraviesa toda la carta: pastas —algunas hechas a mano—, risottos que combinan ingredientes locales con técnicas tradicionales, y una coctelería que honra el ritual del aperitivo como si se estuviera en Italia.
Uno de sus platos más emblemáticos, el risotto de lomo fino al grill, nació incluso contra los pronósticos. “Nos decían que era mejor dejar que el cliente elija la proteína, pero el plato era tan bueno que no lo quisimos sacar. Hoy es el más vendido, por lejos”, recuerda Cristopher, con orgullo. Esa intuición y amor por lo que hacen se refleja en cada decisión: desde el pan de parmesano hasta los pappardelle, ravioles, gnocchis y cócteles con café de especialidad elaborados en alianza con marcas locales.
“La mesa ideal es la que empieza con un buen negroni”, asegura Cristopher. La coctelería con café —desarrollada en colaboración con Alma Kaffee— le suma personalidad a la propuesta y demuestra que lo artesanal no está reñido con lo sofisticado. De ahí salen tres cócteles: Negroni con café, Espresso Martini y Carajillo.
Hoy, con un nuevo menú, ya piensan en el futuro: expansión, y pastas con nombre propio. Porque si algo tienen claro, es que Lucca no es solo un restaurante. Sentarse ahí es viajar, sin salir de Samborondón. Es dejarse llevar por la charla, el sabor, la música y la calidez de un equipo que cree en el poder de la hospitalidad bien entendida.
Como ellos mismos dicen: “En la mesa italiana no puede faltar vino, pan… y familia”.
Cara a cara
¿Cómo nace Lucca y cómo es que ustedes terminan emprendiendo juntos?
Cristopher: Nos conocemos desde hace muchos años y siempre hablamos de hacer algo juntos. Yo soy ingeniero comercial, pero hace unos cinco años, por hobby, me metí a estudiar cocina en la Escuela Culinaria de las Américas. Fue ahí donde me enamoré de la gastronomía italiana.
Diego: También soy ingeniero comercial, pero llevo ya 15 años en la administración de Trattoria Piccolo Mondo, en Urdesa. Mi esposa es italiana y su familia también. Por eso Cristopher me habló de su idea, fue muy natural sumarme.

En un sector como Samborondón donde hay varias propuestas italianas, ¿cómo lograron darle a Lucca una identidad propia?
Diego: No queríamos hacer un restaurante italiano clásico. Apostamos por una propuesta con una presentación más vanguardista, y trabajamos con productos ecuatorianos. Por ejemplo, uno de nuestros platos fue un risotto de morcilla. También tuvimos arancinis hechos con napia, un ingrediente de la Amazonía. Siempre buscamos fusiones que nos permitan ofrecer algo distinto.
¿Qué platos destacan hoy en su menú actual? Cristopher:
Cristopher: El cordero es uno de los más pedidos: lo servimos con risotto de parmesano y una reducción de vino tinto con peras. Es un plato premium, con cordero importado de Uruguay. Diego: También agregamos más pastas y risottos en esta última actualización de carta, con precios más accesibles. Queremos ser coherentes con la economía del país sin perder calidad.
¿Y hubo platos que generaron dudas?
Diego: Sí. Por ejemplo, con el risotto de lomo mucha gente nos decía: “Está buenísimo, pero yo prefiero elegir la proteína”. No querían que ya venga todo junto en el plato.
¿Y qué decidieron hacer?
Cristopher: Nos gustaba tanto el plato que dijimos: ‘Probemos’. Si no se vende, lo sacamos y ya. Pero fue al revés: se convirtió en el más vendido. De cada 600 platos al mes, ese solo representa más de 400.
¿Por qué creen que funciona tan bien?
Diego: Creo que tiene que ver con el gusto carnívoro del guayaquileño. Además, el risotto se asocia con el arroz, que es tan típico de acá. Y la combinación del risotto con el lomo, la gremolata tipo chimichurri italiano, la reducción de vino tinto y balsámico.
¿Qué rol juega la coctelería en la propuesta? Cristopher:
Cristopher: Muy importante. Desde el inicio tuvimos coctelería de autor. El bar tiene su propio ritmo, su propia energía. Hemos creado cócteles únicos y organizamos experiencias para que los clientes incluso puedan preparar los suyos.
Y pensando a futuro? ¿Visualizan otro local en otra ciudad?
Sí. Lo hemos conversado. Quizás Cuenca o Quito. Hay ideas. También tenemos en mente las pastas de Lucca y otro proyecto. Pero por ahora la prioridad es estabilizar este año.
¿Qué sienten al ver cómo los guayaquileños se apropian de esta versión moderna de la cocina italiana?
Diego: Nos hemos dado cuenta de que en Guayaquil la comida italiana gusta mucho. Es comfort food, forma parte de la vida familiar de los ecuatorianos. La gente crece con el tallarín.
Cristopher: Y la pasta es ese tipo de plato que sirve tanto para una reunión de negocios como para una celebración familiar. Siempre queda bien.
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