
‘Hay que deshacer la casa’: Martha Ontaneda y Marina Salvarezza reestrenan el clásico
El emotivo drama sobre dos hermanas que se reencuentran tras la muerte de su madre, ahora en el Teatro Sánchez Aguilar
Treinta años después de su primera presentación en Ecuador, la obra ‘Hay que deshacer la casa’ vuelve a los escenarios con las actuaciones de Martha Ontaneda y Marina Salvarezza. El clásico de Sebastián Junyent narra el reencuentro de dos hermanas tras la muerte de su madre, mientras reparten recuerdos y enfrentan viejas heridas. Esta nueva versión se presentará del 13 al 15 de noviembre en la tercera sala del Teatro Sánchez Aguilar, en un montaje que combina drama, humor y una mirada íntima sobre los vínculos familiares.
La casa está casi vacía. Entre cajas apiladas y muebles cubiertos por sábanas, dos hermanas se reencuentran después de la muerte de su madre. Hay que dividir los recuerdos, repartir los objetos, desenterrar heridas antiguas. Con cada lote de la herencia surge una discusión, una broma o un reproche. La noche avanza y, entre risas y lágrimas, Ana y Laura terminan enfrentando aquello que nunca se dijeron. Así comienza Hay que deshacer la casa, el clásico drama del escritor español Sebastián Junyent que regresa a los escenarios ecuatorianos con las actuaciones de Marina Salvarezza y Martha Ontaneda.
En esta versión, la historia vuelve a cobrar vida tres décadas después de su primera puesta en escena en el Teatro Centro de Arte de Guayaquil. La obra, que aborda con ternura y humor las contradicciones del amor familiar, se presentará los días 13, 14 y 15 de noviembre en la tercera sala del Teatro Sánchez Aguilar. Bajo la dirección de Marina Salvarezza y la producción de Verónica Maldonado, esta nueva versión propone una lectura cercana y contemporánea de los vínculos entre mujeres que crecieron bajo una educación autoritaria y aprendieron a resistir de distintas formas.
“Marina y yo hacemos una dupla de toda la vida, desde el año 86 -recuerda Martha Ontaneda-. Hicimos La casa de Bernarda Alba: ella era Poncia y yo, la Bernarda. Es muy bonito trabajar con Marina porque tiene una visión de dirección estupenda. Es muy difícil actuar y dirigir al mismo tiempo, eso yo no lo podría hacer. Pero Marina lo hace, y cuando tú tienes a alguien al lado que trabaja contigo y lo hace bien, es más fácil entregar todo lo que tienes, todos esos pensamientos que vuelan en los sueños de los actores”.
El montaje propone una escenografía realista: una casa en proceso de vaciarse, con muebles antiguos cubiertos por sábanas, cajas embaladas y una iluminación que cambia conforme avanza la historia. “La obra empieza de día -explica Verónica Maldonado- y, conforme va transcurriendo la noche, se va oscureciendo. Las actrices prenden velas, encienden lamparitas de querosén. Es una forma de mostrar que la casa está deshabitada y de acompañar el ritmo dramático. Hemos querido que el público sienta que entra en esa casa, que la reconoce, que ha estado ahí”.
Entre el pasado y el presente
El reencuentro entre las hermanas es también una reflexión sobre el paso del tiempo y los roles que la sociedad impone. “Es una obra muy actual, a pesar de que fue escrita hace tanto tiempo”, dice Ontaneda. “Habla de las mujeres, de sus luchas y de cómo cada una enfrenta la vida de manera distinta. Ellas tuvieron una infancia difícil, como muchas mujeres, y aunque intentan salir adelante, al final se dan cuenta de que todo sigue igual. Pero hay un cambio en la forma en que se miran a sí mismas”.
Para Maldonado, el propósito de esta nueva producción es atraer tanto al público habitual del teatro como a las generaciones jóvenes. “Queremos apostar a que la gente joven vaya. Marina y Marta tienen su público, pero esta obra también les habla a los jóvenes. Es un tema que los toca: entender a las abuelas, a las madres, o pensar en lo que ellos mismos van a enfrentar. Al final, una se arrepiente de no haber hecho lo que hizo la otra. Pero la obra da esperanza, porque cuando uno es joven todavía puede cambiar el rumbo de la historia”.
La propuesta escénica mantiene el equilibrio entre la comedia y el drama. Entre los recuerdos y las disputas, el espectador se convierte en testigo de una catarsis familiar que avanza entre risas, silencios y gestos cotidianos. “Es una obra con un ritmo muy bueno -añade la productora-. Hay momentos de risa, de llanto, y lo importante es que sales pensando. No es una obra que ves y olvidas. Te queda dando vueltas. Y por eso creemos que los jóvenes deberían verla, porque pueden verse reflejados en sus propias experiencias”.
El deseo de escapar atraviesa la obra como una corriente subterránea. Las dos hermanas representan modos distintos de huida: una lo hace físicamente, abandonando la casa familiar, mientras la otra permanece en ella intentando sostener lo que queda. Sin embargo, ambas buscan una misma cosa: respirar fuera del peso de la memoria. “El escape no es necesariamente cobardía”, dice Ontaneda. “A veces marcharse es la única forma de no romperse. En la obra, una se fue para no ahogarse y la otra se quedó para no perderlo todo, pero las dos cargan con la misma herida”.
Esa necesidad de fuga no aparece como negación, sino como impulso vital. Maldonado lo define como “una manera de sobrevivir”. En la pieza, el movimiento de los cuerpos sobre el escenario -las idas, las vueltas, los gestos que amagan salir y regresar- se convierte en metáfora de esa búsqueda de aire. “Todos, de alguna forma, escapamos de algo”, señala. “El teatro nos permite hacerlo sin consecuencias: huir por un momento y volver distintos”.
Con miras a lo nacional
Aunque la obra se estrena en el Puerto Principal, el equipo espera llevarla a otras ciudades el próximo año, con funciones en Quito y Cuenca.
Además, se preparan para conmemorar el aniversario de Federico García Lorca con una reposición de La casa de Bernarda Alba, la pieza con la que el Teatro Centro de Arte abrió sus puertas.
“Queremos que el público esté cerca, que se sienta parte de esta puesta en escena”, comenta Maldonado. “Hay que deshacer la casa es una historia que sigue viva, que sigue diciendo algo, aunque pasen los años”.
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