
Los murales en fachadas que Guayaquil ha dejado de mirar
Estas obras artísticas en exteriores de inmuebles tuvieron su auge a mediados del siglo XX; la modernidad cambió esa dinámica
El centro de Guayaquil ofrece a diario postales majestuosas que, entre la rutina, pasan casi desapercibidas para muchos peatones. En medio del bullicio y el ajetreo de esta vital zona comercial porteña, sobresalen escenas que permanecen grabadas en las fachadas de inmuebles.
Son murales que retratan no solo la historia de la ciudad y del país, sino también a sus personajes y la mirada con la que sus autores los interpretaron.
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El edificio del Museo Municipal, ubicado en las calles Sucre, entre Pedro Carbo y Chile, posee en su parte exterior una obra del artista Jorge Swett desde hace más de medio siglo.
Pero Swett también dejó su legado en las fachadas de otros inmuebles, con murales que se imponen, por ejemplo, en el edificio de la Caja del Seguro (avenidas Olmedo y Boyacá), en el Centro Ecuatoriano Norteamericano (calles Luis Urdaneta y Córdova) o junto a uno de los ingresos al hospital del Niño Francisco de Ycaza Bustamante, en la avenida Quito y Gómez Rendón.
Otra obra que engalana una edificación guayaquileña es la que se ubica en el antiguo Museo Antropológico del Banco Central, en Antepara y 9 de Octubre -hoy sede de dependencias de la Fiscalía General del Estado-, creada por el artista Theo Constante.
Pero este tipo de obras artísticas -que incluso impresionan a visitantes extranjeros, como el arquitecto colombiano Matt Burbano cuando llegó a Guayaquil meses atrás- ya no se incluyen en las nuevas edificaciones de la ciudad.
El muralismo en Guayaquil tuvo su auge a mediados del siglo XX
El arquitecto e investigador histórico Javier Castillo, integrante de la Fundación Bienvenido Guayaquil, explicó que el muralismo fue una tendencia en la ciudad entre las décadas del 50 y 80, en la cual tuvo su auge con artistas como Swett o Alfredo Palacio.
“Las edificaciones nuevas, sean públicas o privadas, recurrían a este recurso para ornamentar fachadas a la vez que se plasmaba en ellos algo de la realidad nacional y lo nuestro”, expresó Castillo.
Explicó que, con el pasar de los años, su auge fue decayendo, entre otros motivos, “por costos de mantenimiento y nuevas corrientes arquitectónicas donde impera la limpieza y la simplicidad”.
José Aguirre Déleg, coordinador del área de diseño de la carrera de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil, coincidió con Castillo en que la arquitectura moderna de mediados del siglo pasado tenía otra connotación.
“Por un lado, se combinaba mucho el objeto arquitectónico con la misma cultura, con el mismo arte”. No obstante, esa integración se fue perdiendo con los cambios posteriores.
“Luego de la industrialización… todo se ha estandarizado y los procesos han sido mucho más rápidos, lo que ha impedido que la arquitectura vuelva a esa parte más artística, estética”.

Aguirre señaló que esta transformación no es exclusiva de Guayaquil. “Ha pasado a nivel mundial porque en otras ciudades también se puede ver este cambio”. Por eso, indicó que existe “una diferenciación de la arquitectura de la época con la arquitectura actual”, tanto en lo formal como en lo cultural.
Murales en Guayaquil, espacios para retratar momentos coyunturales
Para él, la pérdida de murales y de elementos artísticos en las nuevas construcciones afecta directamente a la identidad urbana. “Mostraba un momento coyuntural, político, cultural, histórico relevante para la ciudad y la pérdida de esto básicamente genera una pérdida de identidad”.
Aguirre recordó un estudio realizado en Cuenca en el que analizaron el derecho a la ciudad desde dos variables: “la memoria social y la cultura política”, ambas presentes en los murales y en sus mensajes.
El arquitecto consideró necesario que las ciudades busquen mecanismos para revertir esta tendencia de homogenización arquitectónica.
“Tratar de regresar, recuperar, generar ordenanzas que traten de vincular la nueva arquitectura con lo existente sería importantísimo”, sostuvo.
Aguirre insistió en que los municipios pueden intervenir promoviendo dinámicas de participación y relación con comunidades y artistas locales.
Y advirtió que Guayaquil tiene una tarea pendiente en catalogar estos edificios con murales. Dijo que convertir ese trabajo en política pública permitiría valorar su importancia y preservar su identidad, porque “uno solo cuida lo que conoce”.
La ciudadana Rosa Lalama, a través de las páginas de EXPRESO, también alentó a la ciudadanía a conocer la historia de estos espacios artísticos.

“¡Guayaquileños, redescubramos la ciudad sintiendo el vibrante mensaje de su arte!”, expuso Lalama, recordando a los escultores Swett, Palacio y Manuel Rendón Seminario, y las obras que dejaron como símbolos de una época en el Puerto Principal.
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