
Guayaquil, la ciudad que convive con el reto de crecer en altura
Se construyen altos edificios, pero siguen siendo pocos. Especialistas sugieren planificar y crear centralidades completas
Son 184 metros los que tendrá el primer rascacielos del Ecuador. Su inauguración está prevista para 2026, en medio de una zona comercial, gastronómica y turística llena de edificios. Con 50 pisos, Maxximus Guayaquil City Center se suma a una ciudad que mantiene, desde hace décadas, un desafío pendiente: crecer verticalmente.
Hace dos años, EXPRESO recogió esta “impostergable necesidad” de Guayaquil de expandirse hacia arriba. Se trata de una tendencia que, pese a sus beneficios, aún no ha sido adoptada plenamente o como debería (son apenas algunos los proyectos urbanísticos de este tipo que se observan en la ciudad).
La importancia de crecer en la altura
Crecer en altura permite optimizar el uso del suelo, disminuir la contaminación e incluso reducir la congestión vehicular, al acortar los tiempos de traslado. Sin embargo, en el horizonte se mantienen varios obstáculos: el desafío de vivir en comunidad, la falta de incentivos para construir, la escasa o prácticamente nula política pública y la ausencia de planificación urbana.
“La construcción de una ciudad vertical es un desafío aún en Guayaquil, tanto por las políticas como por el imaginario colectivo del crecimiento horizontal. A pesar de tener excelentes referentes en su frente fluvial y sectores como Puerto Santa Ana, este modelo se ha orientado como una estrategia para el mercado premium y no como un plan urbano integral, que es lo recomendable”, considera la urbanista Carolina Morales Robalino.
Todos los días, la vía a la costa, por ejemplo, se satura. Cientos de vehículos quedan atascados en las horas pico. Esta zona ha crecido -y sigue creciendo- horizontalmente, al igual que ha ocurrido en Samborondón y Daule.

Un nuevo aeropuerto preocupa
La situación preocupa, sobre todo por el nuevo aeropuerto que se prevé construir en el Daular. Aunque aún hay tiempo para convertir este sector en una “gran oportunidad de reconversión”, el arquitecto Carlos Masabanda Torres enfatiza que la clave está en cambiar el modelo de expansión y apostar por un crecimiento en altura, más denso, ordenado y sostenible.
“La zona del Daular puede transformarse en un distrito de usos mixtos con alta y media densidad, parques lineales y drenaje urbano sostenible vinculados al Estero Salado, una malla vial fina que conecte barrios aledaños e infraestructura de transporte público estructurante que lo integre al sistema metropolitano. Es momento de pensar ya en ello y actuar”, sostiene.
Para el experto, para que la tendencia se vuelva atractiva para las familias y dé los resultados deseados, este cambio debe ir “acompañado de exigencias de vivienda asequible, una transición volumétrica hacia las áreas residenciales vecinas, gestión del riesgo hídrico y mecanismos de captura de plusvalías que financien el espacio público y la movilidad que la nueva centralidad demande”.
Uno de los sectores que está en la mira del Municipio de Guayaquil para fomentar el crecimiento vertical, según ha dicho la entidad, es Urdesa.

Especialistas dan criterios al respecto
La Dirección de Urbanismo, Movilidad, Catastro y Edificaciones (Dumce) maneja el Plan Urbanístico Complementario Urdesa, cuyo objetivo es “regular el crecimiento en altura y densidad para preservar la armonía arquitectónica”. Con la “diversificación de usos del suelo” se busca “garantizar un ordenamiento urbano” en este barrio del norte, según una publicación que la Alcaldía difundió en agosto pasado.
Para conocer más detalles sobre la iniciativa, las razones por las cuales el crecimiento vertical no es aún una de las apuestas principales del Cabildo y los planes que la entidad tiene previstos para sumarse a esta tendencia -que en varios países en desarrollo ha dado buenos resultados-, EXPRESO solicitó una entrevista con la Dumce, pero hasta el cierre de este reportaje no fue concedida.
Morales opina que Urdesa y la ciudadela Kennedy, también en el norte, “son zonas que han tenido mucho valor histórico en el proceso de consolidación urbana. En su momento fueron tranquilas y hoy tienen un alto potencial de desarrollo hacia arriba”.
Cerca está Los Ceibos, donde recientemente se han inaugurado condominios y edificios. Masabanda advierte que en ese vecindario y en la vía a la costa se deben crear “nuevas centralidades”, pero bajo esquemas de desarrollo orientado al transporte. Esto implica alturas asociadas a estaciones de alta capacidad (transporte público masivo o eléctrico), redes de micromovilidad, equipamientos a distancia peatonal y compromisos claros con el espacio público.
“Sin ese soporte, la altura allí solo generaría más viajes largos y mayores costos de servicio”, precisa.
EXPRESO ha publicado voces de expertos que destacan también la ventaja de sectores consolidados, como La Alborada, porque hay servicios desarrollados.
En cambio, edificar en la zona de Chongón costaría más porque aún se necesita implementar redes de alcantarillado u otros servicios necesarios.
urbanista y docente
Las posibles soluciones ante la situación
Morales también menciona que construir en horizontal -lo que ha dejado en varias zonas una especie de sabana de viviendas homogéneas- puede resultar más atractivo porque es más fácil vender. Por eso, insiste, deben crearse incentivos con política pública municipal para que crecer en altura sea una opción viable y deseable.
También está el tema de regular la verticalización para evitar efectos como la gentrificación, ese proceso urbano que, aunque revitaliza un barrio o comunidad, atrae a residentes con mayor poder adquisitivo y desplaza a los habitantes originales con menos recursos.
En agosto pasado, Ciudad de México fue escenario de protestas contra el desplazamiento de residentes que, ante la no renovación de sus contratos de alquiler, debieron desalojar mientras las inmobiliarias renovaban los edificios para volverlos más atractivos.
“Para evitarlo, lo esencial es que la altura no sea solo un producto inmobiliario, sino una política de ciudad con criterios de inclusión”, explica Masabanda.
El arquitecto plantea cuatro acciones: mezclar usos y estratos socioeconómicos, destinar una parte de los edificios a arriendo social, controlar los costos del suelo, proteger a los residentes tradicionales y densificar con participación comunitaria.
“Solo así la altura dejará de ser sinónimo de desplazamiento y podrá traducirse en cohesión social y calidad de vida”, concluye.

Espacios también atraen en centro y sur
Espacio existe, pero los estudios son clave. Así lo consideran expertos consultados por EXPRESO para densificar la ciudad hacia otros puntos, que no sean solamente del norte.
“Sobre la avenida 25 de Julio existen lotes con factibilidades para levantar clústers (conjuntos) de torres, sobre todo en el sector del Puerto Marítimo”, detalla el arquitecto Carlos Masabanda.
El especialista advierte que ejecutar este tipo de proyectos “dependerá de un análisis más ampliado, pero una vía con buena infraestructura y que asegure adecuada conectividad favorece las construcciones en altura”.
Aunque aclara que lo ideal es apostar por complejos con edificios de hasta ocho pisos. “Hacer rascacielos no garantiza una adecuada densificación”, añade.
El urbanista Ricardo Pozo coincide en que los estudios determinarán la factibilidad, con base en el criterio técnico de la densidad versus la provisión de infraestructura y servicios.
El también docente de Urbanismo considera importante proteger los barrios, como el del Centenario, para que no se perjudique la “calidad de vida a nivel de microescala”.
El centro de la ciudad también ha sido mencionado por especialistas consultados por EXPRESO como el espacio clave para otro enfoque habitacional.
Santiago Neumane, quien reside cerca de la avenida 9 de Octubre, manifiesta que “hace falta una verdadera planificación urbana”, así como “apoyo e incentivos a los propietarios de edificios para que los adecúen y los vuelvan habitables y no los vendan para que sean utilizados como bodegas”.
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