
El tsunami no llegó, pero dejó al descubierto la fragilidad de Guayaquil
La alerta de tsunami refleja que la vía a la costa es frágil. Expertos advierten que el riesgo es inaceptable
La alerta de tsunami que llegó a Ecuador el pasado 29 de julio, tras el terremoto registrado en Rusia, reavivó una preocupación latente en Guayaquil: la falta de una ruta alterna en la vía a la costa. Esa noche, algunos habitantes de General Villamil Playas y de la provincia de Santa Elena decidieron evacuar por precaución hacia la ciudad. Y aunque el fenómeno no generó afectaciones directas, la reacción ciudadana expuso una vez más lo frágil que es el sistema vial que conecta a Guayaquil con el litoral.
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Una alerta que expuso la fragilidad vial de Guayaquil
La vía a la costa, arteria que a diario soporta más de 2.000 vehículos solo en horas pico, es la única opción para evacuar o ingresar a la ciudad desde el suroeste. Basta un feriado, un accidente o una lluvia intensa para que colapse. En ese contexto, una emergencia natural -como un terremoto o un tsunami- podría provocar una catástrofe aún mayor.

Mélida Caicedo, ingeniera civil y residente de Terra Nostra, lamenta lo vulnerable que es la ciudad. Desde su urbanización, observa a diario cómo el tráfico convierte la zona en un cuello de botella. “Situaciones como estas, como una alerta de tsunami, lo que hacen es confirmar lo frágiles que estamos. Guayaquil es muy vulnerable ante un escenario catastrófico. Si alguien quiere entrar o salir del Puerto Principal en momentos de emergencia, simplemente se quedará atascado”, señala.
Para ella, no se trata solo de ampliar carriles ni de pintar nuevas líneas. La única solución real es construir una ruta alterna que descongestione y permita evacuar con seguridad. “Se haría un cuello de botella que alocaría a la gente. Esto confirma que sí o sí necesitamos otra vía. No vías más amplias, sino una ruta distinta”, insiste.
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Esa misma urgencia la comparte Sandra Morales, arquitecta y catedrática universitaria. Cree que la ciudad se está quedando sin tiempo. “El cambio climático está afectando al mundo por igual. Aunque espero que no, es posible que nos toque vivir una situación de riesgo. Si tuviéramos que movilizarnos por la vía a la costa, los vehículos chocarían ante la desesperación, al ver que no hay otra salida. Ya no hay opción para ampliar la ruta de ingreso al nuevo aeropuerto”, advierte. “Vivir así es un riesgo latente”.

Una sola vía, miles de personas y ningún plan B
Para ella, esta última alerta debe asumirse como lo que es: una advertencia. Considera urgente planificar una vía directa que conecte la zona de la ESPOL con el peaje, para descongestionar no solo el tránsito residencial, sino también el de carga y de emergencia.
El cuello de botella de vía a la costa convertiría la propia carretera en una trampa mortal. Personas atrapadas en el tráfico serían extremadamente vulnerables a cualquier emergencia.
Una de las principales inquietudes al hablar de una nueva carretera es el posible impacto ambiental, en especial sobre el bosque Cerro Blanco. Pero tanto Morales como Caicedo coinciden en que el reto es técnico, no imposible. “En el mundo han intervenido bosques y montañas sin afectar la flora ni la fauna. Si hay voluntad política, es posible. Se puede hacer con ayuda y guía internacional. Los países desarrollados ya han ejecutado proyectos similares. Hay que pensarlo y darle luz verde a esa opción”, comenta Caicedo.
La idea de una vía alterna no es nueva. Tras cada sismo, accidente o feriado prolongado, los habitantes de Guayaquil y de la zona costera han insistido en la necesidad de contar con una segunda opción de entrada y salida. En más de una ocasión, ambulancias y carros de bomberos han quedado atrapados en el tráfico durante emergencias, incapaces de avanzar por la saturación vehicular. La enorme cantidad de urbanizaciones, centros comerciales, escuelas y fábricas a lo largo del corredor ha convertido el tramo en un embudo sin salida.
Para el arquitecto y planificador urbano Felipe Espinoza, pensar en una vía alterna es más que necesario: es urgente. La reciente alerta de tsunami, dice, expone un riesgo crítico de seguridad nacional. Y no solo por el fenómeno marino, sino también por la posibilidad de que se rompa la presa de Chongón. “De ser así, todo el aeropuerto de Daular quedaría bajo el agua. ¿Qué haríamos entonces? ¿A dónde y cómo salimos?”, se pregunta el también catedrático.
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Expertos advierten: el riesgo no es solo ambiental
“El cuello de botella no solo impediría la evacuación, sino que convertiría la carretera en una trampa mortal. Personas atrapadas en el tráfico serían extremadamente vulnerables. Guayaquil no podría absorber de manera segura y ordenada una evacuación masiva repentina de toda la población costera a través de una sola vía. El colapso ocurriría mucho antes de que la mayoría llegara a la ciudad. Tener solo una ruta de evacuación es un riesgo inaceptable en una zona sísmica y tsunamigénica”, alega.
Urge una vía nueva, con un trazado distinto que sirva como alternativa real ante cualquier emergencia, y que brinde tranquilidad a las más de 120.000 personas que viven la zona.
Su propuesta: construir una carretera alterna, ubicada en una zona topográficamente más segura. “Levantar una nueva vía de esta magnitud, especialmente si atraviesa la cordillera Chongón-Colonche -que es una opción- implica una obra de envergadura, costosa y con desafíos ambientales y de ingeniería. Requiere planificación a largo plazo y financiamiento sostenido. Pero se puede, y se debe. Es parte de la seguridad nacional”, concluye.
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Para el arquitecto y planificador urbano Xavier Gallo, no hay vuelta atrás: una nueva vía no es solo necesaria, es urgente. “Si hacemos un análisis básico de la población, solo en Santa Elena viven 385.735 personas. Salinas tiene más de 80.000 habitantes y cerca de 180 hoteles; mientras que General Villamil y sus playas cercanas suman unos 85.000 más. Eso significa que, ante una catástrofe, al menos 200.000 personas podrían intentar movilizarse al mismo tiempo, presas del pánico. En una sola ruta, simplemente no podrán circular”, advierte.

Una autopista urgente para evitar una tragedia anunciada
A esto se suma la carga diaria que soporta vía a la costa. Según sus cálculos, esta soporta unos 10.000 vehículos al día, incluidos 700 tráileres. En feriados, el tráfico se cuadruplica: hasta 45.000 vehículos saturan el corredor. “Frente a este diagnóstico, es hora de que el Estado actúe. Se requiere una vía nueva, con un trazado distinto que sirva como alternativa real ante cualquier emergencia, y que brinde tranquilidad a las más de 120.000 personas que viven en los alrededores”, sostiene.
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La propuesta de Gallo apunta a que se construya una autopista de alta capacidad, con varios carriles, trazados rectos, curvas amplias, velocidad constante y conexión con vías de servicio, áreas de descanso y estaciones de peaje. “En nuestro caso, esta nueva autopista debería continuar la extensión de la avenida Juan Tanca Marengo, atravesar por un túnel la zona de la ESPOL y conectar con la nueva vía que llevará al futuro aeropuerto. Desde allí, se proyectaría hasta la costa, en un tramo de al menos 100 kilómetros. La ejecución tendría que estar a cargo del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Hay que analizarlo”, concluye.
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