
Día de Difuntos: En Guayaquil, el cariño tuvo más fuerza que el temor a la violencia
Cementerios de Guayaquil fueron el espacio para recordar a los seres queridos y pedir por la paz
Los pasillos se llenaron del ruido de pasos y murmullos; el polvo era limpiado para dar paso a las flores o a la pintura en los nombres de las lápidas. Era el movimiento de este domingo 2 de noviembre en la jornada de homenaje a difuntos en Guayaquil.
En el cementerio patrimonial del Puerto Principal, ubicado en el centro de la ciudad, el habitual silencio y vacío cambió, aunque sea por un día, para dar paso a personas de todas las edades que llevaban arreglos florales a las bóvedas.
Igual de intenso que ese sentimiento de amor y nostalgia fue el sol que acompañó la jornada. En la puerta 1 del camposanto, un arco de flores blancas recibía a los visitantes que atravesaban la entrada en medio del tumulto de los comerciantes de diversos productos.
Entre las flores blancas había decenas de mensajes que los caminantes escribían y que se esperaba fueran leídos en las misas que se celebrarían en el lugar, según contó Madeleine Delgado, quien recibía a las personas.
“Mi negrita, me haces mucha falta”, decía una de las notas que, aunque anónima, expresaba el sentir de quienes buscaban sentirse cerca de sus seres queridos, aunque físicamente estén ausentes.

Desde la península de Santa Elena llegó Janeth Claudett, sentada al pie de la tumba de su madre y de una hermana. A ellas les pedía por sus familiares, quienes viven en el Guasmo, una zona que ella considera totalmente cambiada por la inseguridad.
“Antes era bonito el barrio, era tranquilo, todas las familias estaban unidas, pero hoy en día cada quien pasa en su casa y no pueden salir los niños a jugar con tranquilidad como antes, cuando se veía la alegría de los chicos que salían con su juguete: la pelota, una patineta o bicicleta. Ya no hay esa chispa de alegría”, lamentó.

En el cementerio Jardines de Esperanza, en el norte, Lourdes Sosa acomodaba decenas de flores en la tumba de su esposo. Ella llegó desde el sur junto a su hija, Gabriela Baquerizo.
Sosa mostró preocupación por los constantes hechos de inseguridad, que no permiten vivir en paz, como la explosión de coches bomba, los asesinatos y las constantes extorsiones: “Por todas las cosas que están pasando da miedo, no un poco, sino muchísimo miedo”.
“A pesar de todo, uno tiene que visitar a su familiar aunque sea un ratito”, dijo Baquerizo.
Ese temor por la violencia se disipó, aunque sea por un día, al interior de los camposantos, donde las familias reunidas recordaban con mucho respeto y cariño a quienes ya no están.
Optimismo en vendedores por la afluencia
La colada morada y las guaguas de pan fueron infaltables en los camposantos. Carlos Padilla viajó desde Ambato para ofrecer 1.500 guaguas y 1.000 panes afuera de la puerta 1, del cementerio patrimonial de Guayaquil.
Cada guagua la vendía en 50 centavos de dólar y los panes en 25 centavos. Él creía que vendería todos sus productos, debido a que había “bastante gente”.
Cerca de ahí estaba Sofía Castro, quien había llegado a las 06:00 a ofrecer ramos de flores en un dólar. Hubo quien le compró hasta ocho, de diversos colores.
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