desfile náutico Cartagena
Cartagena llenó su bahía con 800 a 1.200 embarcaciones durante los conciertos flotantes que se hicieron en noviembre por sus fiestas de Independencia.Cortesía

Cartagena hace fiesta sobre el agua y Guayaquil solo mira su río

Cartagena construyó tradición turística en su bahía; en Guayaquil la falta de visión mantienen al río aún desaprovechado

Durante las fiestas de independencia de Cartagena (Colombia), celebradas hace apenas unas semanas, miles de turistas llenaron plazas, calles y, sobre todo, su bahía: conciertos flotantes, barcos iluminados, desfiles náuticos y una ciudad convertida en un escenario al aire libre. Para los visitantes, entre quienes estuvieron los guayaquileños, esa postal disparó una pregunta que ya en el Puerto Principal los ciudadanos se han hecho algunas veces: ¿por qué Guayaquil, con un río imponente y un malecón privilegiado, no logra algo parecido? ¿Por qué una ciudad del Caribe logra convertir su paisaje en un festival flotante, mientras Guayaquil observa su propio río como si fuera un espacio prohibido?

La respuesta -coinciden urbanistas y especialistas en materia de turismo consultados por EXPRESO- combina dos elementos que se cruzan todo el tiempo en el debate urbano de la ciudad: seguridad y falta de visión turística continua.

Una bahía que se convierte en escenario

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En Cartagena, los días en los que se realizaron los desfiles náuticos -que son conciertos que se realizan desde hace apenas unos años sobre el agua y cuyos espectadores lo ven todo desde lanchas y botes de todos los tamaños- transcurrieron con patrullas en el agua, controles en los accesos y una coordinación, para muchos, afinada. Esto no significa que, como confirmaron los mismos cartageneros, la ciudad sea un remanso de paz, pero el perímetro turístico, como pudo evidenciar EXPRESO, tiene un blindaje que permite planificar eventos masivos sin riesgos.

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“Aquí nunca ha pasado nada, aun cuando son 800 o 1.000 embarcaciones las que están en el agua al mismo tiempo y durante las cerca de ocho o hasta diez horas que duran los conciertos. Todo es fiesta. Fiesta sobre la bahía”, aseguró la residente de Cartagena, Fernanda Villallobos, quien afirma que uno de los fuertes de su ciudad es la vida que generan sus cuerpos de agua. “Siempre hay actividad. No solo en las fiestas de la independencia, sino todo el año: Carnaval, Navidad, fin de año. Siempre”, sostiene.

desfile náutico Cartagena
Los desfiles náuticos en Cartagena duran entre 8 y 10 horas sin incidentes, gracias a patrullaje y controles coordinados.Cortesía
CartagenaSegún reportes oficiales fondearon en la bahía cerca de 800 embarcaciones de diferentes tamaños, para disfrutar del primer día del Festival Náutico. En total fueron dos.

Cartagena vive sobre el agua todo el año

Ese contraste es el que llamó la atención de los guayaquileños Doménica Sandoval y Richard Mackliff, quienes estaban de vacaciones en Cartagena. Antes de imaginar plataformas flotantes o música sobre el río, dijeron, la gran pregunta es cómo lograr que algo así sea posible en Guayaquil garantizando que no pase nada. Su duda nace de los ataques registrados este año, que han convertido a la ciudad en un espacio simbólicamente frágil.

Es la segunda vez que vengo a Cartagena y amo ver su bahía siempre viva: con paseos, gente, fiestas, segura.


Addy Alvarado

guayaquileña

Esa misma preocupación la comparte el urbanista y planificador guayaquileño Carlos Jiménez. Para él, la inseguridad no solo frena la posibilidad de grandes eventos: también impide usos cotidianos, sistemáticos y sostenibles del río, que hoy son más necesarios que nunca. “En Tailandia, solo para dar un ejemplo, las paradas fluviales funcionan con apps, se sigue en tiempo real el recorrido de los botes y alrededor hay restaurantes, galerías y tiendas. Pero el entorno es seguro: cámaras, monitoreo, vigilancia. Nadie se porta mal porque el sistema está diseñado para que no pase”, explica, al hacer hincapié en que actualmente cualquier propuesta en la ciudad se enfrenta a la sensación de que juntar a miles de personas en un sitio abierto es una apuesta demasiado arriesgada.

“Ese clima inhibe incluso la imaginación”, sentencia.

desfile náutico Cartagena
La bahía cartagenera tiene actividad náutica todo el año: Carnaval, Navidad, fin de año, paseos diurnos y nocturnos.Cortesía

Según información oficial publicada por medios internacionales, las fiestas de independencia cartageneras no nacieron como espectáculo turístico, pero con el tiempo se volvieron uno. “Se profesionalizaron, se planifican con meses de anticipación y se sostienen sin importar quién esté en la alcaldía. A la tradición se sumó la inversión privada, la presencia de artistas de renombre, alianzas con hoteles, operadores turísticos. El desfile náutico ha sido la mejor jugada, los ojos del mundo están puestos en nuestra ciudad y eso nos pone contentos”, detalla a EXPRESO la residente Magali Pernía, dueña de un restaurante en Bocagrande (Cartagena).

Guayaquil y la lógica del evento aislado

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Guayaquil, a decir de los especialistas, en cambio, ha vivido en la lógica del evento aislado: conciertos por fiestas julianas, tarimas en el malecón, shows puntuales. Pero nada que se sostenga con el tiempo. Cada gobierno municipal redefine la agenda cultural, lo que impide que la ciudad construya tradición, como la que ha logrado hacer la calle 6 de Marzo con los monigotes. “Ese es un buen ejemplo de lo que hay que hacer con el río”, alega el especialista en turismo Lorenzo Mena.

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La bahía de Cartagena es más pequeña que el Guayas, pero la usa mejor, defiende. El Guayas, más imponente, más ancho y más expresivo, podría ser un escenario natural para desfiles, conciertos flotantes o proyecciones sobre el agua. Pero hoy es, en gran parte, un paisaje contemplativo.

Jiménez sostiene que ese potencial fluvial está desaprovechado no por falta de ideas, sino por ausencia de planificación técnica. “El río Guayas podría funcionar igual que varios ramales turísticos en el sudeste asiático, pero antes hay que actualizar estudios de navegabilidad, mantener los cauces, evitar sedimentación y generar focos de atracción a lo largo del trayecto. Eso es lo que hace que en ciudades como Cartagena o Nueva York uno pueda navegar de día o de noche y siempre haya algo que ver. El paisaje está integrado: naturaleza, ciudad y paradas intermedias. Aquí eso ni siquiera está mapeado”.

RIO GUAYAS
Operadores náuticos aseguran que en Guayaquil es difícil obtener permisos, los seguros son costosos y no hay protocolos claros.FRANCISCO FLORES

Para operadores náuticos como Ricardo Menéndez, también guayaquileño, la ecuación es simple: es demasiado difícil hacer algo grande en el río. Los permisos son difusos, los seguros caros, la coordinación con la Armada depende del evento y no de un protocolo preestablecido.

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Guayaquil tuvo un pasado de regatas, festivales y desfiles. Pero esos recuerdos se han ido apagando”, sentencia, al alegar que una ciudad puede tener río, malecón, historia y clima, pero que sin instituciones estables la cadena se rompe.

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Cartagena, explica Mena, logró articular un sistema: una alcaldía que planifica, un sector privado que invierte, un ecosistema turístico que se beneficia, una ciudadanía que se apropia del espacio y una fuerza pública que garantiza seguridad.

Guayaquil no ha alcanzado ese punto de equilibrio aún, alega. La crisis de seguridad consume recursos, energías, agendas. Y la gobernanza cultural queda relegada. Los operadores privados no ven retorno ni estabilidad. La ciudadanía mira con desconfianza cualquier convocatoria masiva. Y los proyectos que podrían transformar la ciudad en un destino vibrante quedan archivados, esperando un momento de calma que no llega.

RIO GUAYAS  Guayaquil
Especialistas y ciudadanos piden a las autoridades priorizar los ecosistemas que son parte de Guayaquil. La ciudad, coinciden, tiene mucho para ofrecer desde el río y los manglares.FRANCISCO FLORES

Cartagena no es perfecta, pero ha logrado construir una identidad festiva que vende, atrae y se exporta. Guayaquil, con más población y un río de mayor escala, podría aspirar a lo mismo o más. Pero los obstáculos son profundos aún”, sentencia Mena, al asegurar que la pregunta no va por si Guayaquil tiene potencial, porque lo tiene y de sobra. “La pregunta es cuándo podrá convertir ese potencial en política pública, en tradición, en industria cultural...”.

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