José Fuentes
José María Fuentes Cabezas, ingeniero civil, rememora la construcción del Faro del Cerro Santa Ana y revela detalles técnicos, anécdotas y el valor simbólico de esta obra.Gabriel Cornejo.

José María Fuentes: “Subir al Faro fue como regresar al alma de Guayaquil”

José María Fuentes revive con emoción la historia del Faro del Cerro Santa Ana, una obra que construyó hace 23 años

Hablar del Faro Mirador del Cerro Santa Ana es hablar de uno de los íconos más visibles y simbólicos de Guayaquil. Detrás de su estructura firme, su cúpula coronada por una luminaria centenaria, su cima de 85,90 metros sobre el nivel del mar, está la visión y el esfuerzo de José María Fuentes Cabezas, ingeniero civil con una vasta trayectoria en obras públicas a nivel nacional. A 23 años de su construcción, Fuentes revive junto a EXPRESO los desafíos, anécdotas y aprendizajes que dejó esta obra que hoy ilumina no solo la ciudad, sino también el camino para las futuras generaciones.

¿Cómo se dio la construcción del Faro y cuál fue su mayor desafío técnico?

La obra se inició el 15 de abril de 2002 y se entregó el 15 de julio del mismo año, en apenas tres meses, por exigencia del entonces alcalde Jaime Nebot. El mayor desafío fue excavar la cimentación en una roca muy dura conocida como “piedra azul”. 

Usamos compresores con puntas de acero y diamante para alcanzar la profundidad necesaria. El Faro fue construido con materiales subidos a hombro limpio por trabajadores locales. Es una obra hecha con esfuerzo humano y técnico que, más allá de lo estético, simboliza el espíritu resiliente de nuestra ciudad.

¿Existen otros faros similares en Ecuador o en Latinoamérica? ¿Cuál es la particularidad del de Guayaquil?

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Sí, existen faros en distintas partes del país, sobre todo en zonas marítimas, usados como guías para embarcaciones. Sin embargo, el Faro del Cerro Santa Ana tiene un valor simbólico que trasciende lo funcional. Es un ícono urbano, una luz que observa y orienta a la ciudad. 

Desde el exterior, muchas personas lo reconocen como parte del paisaje emblemático de Guayaquil. En otras latitudes, los faros se colocan para vigilar y proyectar visión; aquí representa la visión de futuro que debemos mantener como sociedad.

¿Qué mantenimiento requiere una estructura como esta y cuánto tiempo puede durar?

Toda obra requiere mantenimiento, al menos una vez al año. Hoy existen tecnologías para revisar incluso la resistencia del hierro estructural, como espectrómetros similares a los que usan los médicos. Si se mantiene bien, el Faro puede durar mucho tiempo. Está diseñado para resistir décadas, pero como toda obra, necesita ser cuidado. Si no se mantiene, se corre el riesgo de deterioro estructural. Aspiro a que se conserve por muchos años más como referente de identidad guayaquileña.

¿Qué hubiera agregado usted al Faro si hubiese contado con más recursos o libertad en el diseño?

Honestamente, no cambiaría mucho. El diseño fue hecho por la Fundación Siglo XXI, y yo respeté esa visión. Considero que lo que lo recubre, nuestra bandera, es suficiente y simbólicamente poderoso. Cualquier adición podría alterar su estética o mensaje. A veces, lo más simple es lo más representativo. El Faro está como debe estar: claro, limpio, icónico.

¿Cuál es el mensaje que deja el Faro a las nuevas generaciones y a la academia?

El Faro es un símbolo que refleja lo que se puede lograr con planificación y compromiso ciudadano. A los jóvenes les digo que el conocimiento alcanzado en las universidades debe ser retribuido a la ciudad. Este tipo de obras son un legado que deben inspirarlos a soñar y construir un mejor Guayaquil. Nuestra generación tiene la obligación moral de dejar las bases para un desarrollo urbano sostenible. El Faro no es solo un mirador: es una luz que guía y recuerda que el futuro de la ciudad está en manos de quienes hoy se están formando.

José Fuentes
El ingeniero José María Fuentes comparte cómo esta obra marcó un antes y un después en la regeneración urbana de GuayaquilCortesía

¿Qué sintió al subirlo nuevamente, 23 años después de haberlo construido?

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Fue un momento profundamente emotivo. Subí con la intención de llegar solo hasta las primeras cien gradas, pero no sentí el peso de los años; seguí subiendo hasta alcanzar el balcón. 

Estar ahí, viendo de cerca esa obra que ayudé a levantar con tanto esfuerzo y compromiso, fue reencontrarme con una parte de mi historia. Es gratificante saber que algo que uno ayudó a crear sigue de pie, inspirando y acompañando a toda una ciudad. Me sentí orgulloso y agradecido por haber podido contribuir a este legado.

Finalmente, ¿qué llamado haría usted a la ciudadanía y a las autoridades respecto a este legado?

Que no olviden que el Faro fue construido con el aporte de todos los ciudadanos, a través de sus impuestos y su trabajo. Debemos valorarlo, cuidarlo y entender su mensaje: que la luz que emite no solo alumbra el cerro, sino también el camino que como sociedad debemos recorrer. 

Somos parte del problema, pero también podemos ser parte de la solución. Todo empieza con pequeños gestos, incluso no botar un papel al piso. La cultura ciudadana es clave para preservar lo que tenemos.

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