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Comer refleja emociones y vínculos, no solo hambreFREEPIK

Trastornos alimentarios: por qué la comida refleja mucho más que hambre

Comer no es solo instinto o necesidad; la anorexia y la bulimia revelan conflictos profundos con la familia y la sociedad 

A diferencia de otros mamíferos, el ser humano no come solo por instinto. Es cierto que el bebé busca el pecho desde que nace, pero necesita que su madre lo ubique en la posición correcta para ello. Un poco más grande, solo aceptará el alimento si se siente cómodo y seguro con quien se lo ofrece. Por lo tanto, comer es más que una necesidad biológica; es un acto cargado de sentido que refleja nuestro vínculo con el otro y la primera manera de aceptar o rechazar lo que este ofrece o exige.

La anorexia implica el rechazo casi total del alimento. La bulimia, en cambio, es la ingesta compulsiva de alimentos seguida de episodios de vómitos provocados. Lo patológico en ambos casos no radica en el acto de comer, sino en un rechazo profundo a nivel del intercambio con los otros que va más allá de la comida.

El vínculo con la familia y la sociedad

Muchos pacientes que sufren de estos trastornos relatan relaciones difíciles con su entorno familiar. Por ejemplo, una joven excesivamente controlada durante su infancia, que no pudo gozar de suficiente espacio para desarrollar su autonomía, puede hallar en el rechazo su única forma de afirmarse ante los demás. En la pubertad, esa defensa ya no apunta únicamente a las exigencias familiares, sino a los ideales sociales que afectan su relación con su imagen, sus pares y su cuerpo.

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Fue el caso de una chica de 15 años, para quien la anorexia se reveló como lo único que ella podía manejar y no su madre, empeñada desde siempre en controlar todo en su vida. 

Si hubiese sido bulímica, habría intentado tener dominio comiendo todo lo que pudiese, para luego expulsarlo, procurándose un alivio y una falsa sensación de control sobre la situación

La clínica de estos trastornos es bastante delicada. Requiere tacto, tiempo y espacio que faciliten las condiciones para que pueda decirse con palabras lo que antes se había expresado, inconscientemente, en el cuerpo. Lo crucial es abstenerse de forzar o convencer a la persona a que coma. 

Se ayudará al paciente si se lo acompaña con respeto hasta que logre elaborar un discurso propio que le permita poner una distancia entre la alimentación y su padecer, pudiendo así empezar a decir lo que en silencio le hacía sufrir.

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